La mañana despuntaba por la filosa navaja que forma el horizonte con la tierra y en una oblicua perfecta el primer rayo de sol elevaba su alegre canto de gallo sobre la ciudad que pesar a pesar iba abriendo los ojos tras un sábado destructivo, o tranquilo, o sexual, o todas esas cosas a la vez. El segundo rayo de sol partía perpendicularmente el mundo y se elevaba por encima de los vagabundos en las calles calentando sus débiles cuerpos tras otra noche de desgracias caribeñas. Los próximos rayos se fueron sucediendo uno a uno, cinco a cinco hasta que a las 6:12 de la mañana el sol blanco de las mañanas hermosas asomaba su mitad por el Este. Las flores en sus jarrones, jardines o vasos con agua se abrían ante la caricia encendida del eterno verano, los perros se estiraban muy abajo de mi, en las peligrosas calles, los gatos se acostaba en donde el sol les acariciara el alma, los insectos de las sombras se ocultaban bajo las piedras, la basura, esa que la revolución debió recoger hace 5 días borbujeaba y olía a muerto en las esquinas de los barrios, los viejos de escasa jubilación madrugadores como siempre para que le dure más el día (y la vida) tomaban las pequeñas cosas que se veían obligados a vender como mercaderes persas de un lugar a otro para poder subsistir de la forma más triste que el arte de una revolución de mentiras que defienden los deja. Al Alba descendía ma tristesa como un cuadro de Picazzo sobre una mal formada ciudad, una mal formada historia y unas injusticias de esas que le dicen adiós a los sueños ya la vida, así son todos los amaneceres por esta parte del mundo pisoteado por centenares de barbas que mataron a los justos para tener el poder que injusticia y la mentira parecieran verdad, incluso ensuciar el fino nombre de el más grande de nuestros héroes justificando su baño de sangre, sus fusilamientos mal ejecutados y su doctrina marxistas. Desde donde estaba podía escuchar a Úrsula"la jinetera" llegando con sus pasos cansados y su veinteañera alma destrozada por los embates de una vejez extranjera llena de billetes verdes que le paga para tener su cuerpo maltratado por la tormenta de lo moral ante lo necesario, más no su alma, pero ¿Quién la puede culpar? Puede que la educación sea gratis pero nadie puede graduarse de Derecho sin zapatos, sin mochila, sin lápices y sin ayuda. Ella era otra de las artistas de Cuba. De las pobres artistas de esta humilde patria llena de cansancio y dolores producidos por el socialismo, la necesidad y el hambre.
Los rayos del sol prestaban batalla a la fría atmósfera que reinaba por la noche y centímetro a centímetro el calor le ganaba al frío y el pesado sol que ya se veía casi completo empezaba a calentar las calles mal asfaltadas y a los tristes trabajadores que caminaban por ella con la misma ropa de siempre, los mismos zapatos de siempre y ninguna esperanza, como siempre. En esa lúgubre mañana los primeros rayos del sol golpearon la azotea y mi piel. En el borde de la azotea estaba yo completamente desnudo, con una erección de campeonato, sin hacer nada, ni esperando. Me había parecido divertido esperar el sol y que este me encontrar desnudo, erecto y con una cortada en el cuello. Sin embargo desde mis fallidas suicidas hasta que el sol salió pasaron años o eso sentí, supongo que el sol siempre se demora cuando el dia será bueno.
En lo que el sol calentaba las calles encendí un cigarro, era de los buenos, mentolado y con nombre de ciudad yanqui. Cada calada onda y refrescante me dejaba el aroma de los ensueños americanos y cada suspiro hecho por la salida del humo entre mis labios se convertían en peces de ciudad ante mis ojos medio cerrados por los fotones solares. El camino se me hacia arduo bajo mi sudadera que protegía mi piel del y mi caminar sin levantar el brazo izquierdo para que no se viera el agujero que está tenía como marca del paso de la pobreza y los años. Las personas me parecían distantes en sus problemas y yo sin molestar a nadie caminaba ensombreciendo la calle a retazos del sol chocando contra mi y dejando una sombra tan deformada como el cubismo de Picasso. Cuando uno va por las calles que se sabe de memoria la mente viaja ajena a la gravedad y solo vuelven los pensamientos terrenales para recordarle a uno la fragilidad de las piernas, las motos y los carros pasaban a mi lado con sus choferes frescos y protegidos de las habitantes caminatas caribeñas mas yo no los envidiaba, ellos tenían sus vehículos y yo mis pinturas, eran felices en sus posiciones y yo a mi manera descabellada y suicida lo era en mi pobreza y en la miseria de la melancolía de un amor que se fue tan repentino como llego y de ojos claros que todavía se proyectaban en mis pinturas aunque yo no sabía ya de quiénes eran, el amor es la ilusión que más uno se cuenta para que dos se crean, que sabría yo que en mis pasos cansados y mis pajas mentales iba rumbo a conocer a mis próximos 25 años felices.
¡Los tiempos de la casualidad son perfectos!Al fin entre tanto venga y anda me encontré frente a casa de ella, era una casa bonita con una reja alta un portal sin sello y una puerta de cristal enrejada. Tenia dos platas y una pequeña caseta que debía ser la planta número 3 y en aquella altura sin proponérmelo nadie me imaginé mirando las estrellas de Van Gogh con ella. La pintura había dejado paso al gris del cemento en algunos pasos por culpa del sol que golpeaba el lado derecho sin cesar durante casi todo el día, como en aquel momento y allí parado frente a su reja estaba yo decidiendome a entrar hasta que el final la flecha del valor en forma de rayo solar me golpeó en los cojones de artista y entré a ver que me deparaba la suerte.
Lo siguiente fue mi puño cerrado golpeando la puerta sin cesar hasta que una voz dulce con acento de rabia gritó que me esperara. Los 40 segundos siguientes tardaron 25 años y en cuanto la puerta comenzó a abrirse quice salie corriendo y no parar jamás, pero no lo hice.
- ¿Quien eres tú? -preguntó.
Llevaba un pequeño short de Lana muy fino y una blusa corta, tenía una especie de quemadura serca de su ombligo quizás producto denuncio descuido en la cocina fue el único defecto que pude hallar en mi nerviosismo. Un extraño brillo la envolvía, uno que solo yo podía notar y que me gritaba dos cosas: huir o quedarme para siempre. Opté por la primera.
- Vaya, no me reconoces -dije haciendome el que se había equivocado de casa- entonces me voy.
- Espera, eres el chico de la fiesta, al que invite a "leer".
- Exacto -le dije mientras sacaba un cigarro.
- En mi casa no se fuma -me aclaró mientras abría la puerta- sin compartir.
- Pues ten -le extendí un cigarro y lo tomo con la boca, aquella chica era perfecta.Pasé y me senté, me puse tan cómodo como su escalera interior me permitió y solo esperaba que ella se me abalanzarse encima poseerla por 45 minutos y no volver a verla nunca más, estaba pensando en desnudarme cuando apareció con una tasa de café muy oscuro y un libro bajo el brazo, era Crónicas de una muerte anunciada, mi preferido de Gabo.
- Espera ¿en serio vamos a leer?
- ¿Acaso esperabas otra cosa? -su mirada era de burla y rabia, su cara se hinchaba un poco y era con diferencia lo más hermoso que había visto nunca.
- No, no esperaba nada más.
Un alivio repentino me había recorrido el alma y por todas sus partes solo me quedaba la satisfacción de haberla juzgado mal en mis ideas de saberlo todo, solo quería alguien que le leyera y yo alguien de quien enamorarme, al acabar el día ambos habríamos obtenido lo que queríamos, incluso un poco más.
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Arte y Pobres
RandomEsta es nuestra historia contada de una forma peculiar, tan peculiar como lo fue conocernos, enamorarnos y olvidarnos. Esto no es una novela para que usted lloré o un cuento para que aprenda algo. Es un testamento de la eterna duda de si usted queri...