¡Hoy es el gran sábado! me levanté inspirado y me puse a pintar una mujer desnuda, blanca y esbelta. No es que tenga ganas pero necesito dinero y el viejo de la esquina siempre me compra pinturas de mujeres desnudas, creo que es un poco pervertido.
Se llama Adolfo y según se decía era hijo de un italiano y una morena tropical, su padre había venido por primera vez a Cuba antes del 59 y se había quedado cautivado por las playas de arena fina, los hoteles construidos por la mafia y los casinos encargados de enriquecer al caudillo Batista pero probablemente lo que más le gustó fue una morenaza de grandes tetas que servía de mesera en un restaurante cerca de Centro Habana. Su amor fue inmensamente fugas en uno de los cuartos de servicio y tras aquello aquel extranjero que estaba acostumbrado a las frialdades de europa probó el dulce fuego caribeño con su olor a ron y tabaco como no hay otro en el mundo quedó perdidamente enamorado de Eulalia, nombre ilustre en toda la Habana por aquellos tiempos. Ni el regreso a su patria ni el vendaval de mujeres de pago que aquel hombre buscó en los alrededores de su casa en Napoli le hicieron olvidar los ricos manjares del Caribe insular ya que como todos sabemos lo único caliente de Cuba no es el sol o el ron. Varias veces volvió aquel hombre a la Habana para seguir degustando de la hospitalidad de una Cuba corrompida por la mafia y los juegos. En una de esas vueltas se llevó a Eulalia con él y se casaron por todo lo alto en una capilla de Sicilia. Pocos años duro aquello pues la mujer extrañaba su patria y el hombre extrañaba el Caribe, es una manía excelente la que tiene Cuba, ser además de llave del Golfo ladrona de las almas extranjeras ¡Cuba se extraña!
Aquel hombre que movía cielo y tierra para complacer a su morena y a si mismo vendió todos sus viñedos y regresó en 1957 para acentarse en Holguin con la idea de abrir un hotel y un cacino como los de la Habana. Que mal le salió el cálculo cuando aquel enero nuevo Cuba se declaraba por fin independiente y soberana a las narices de el mayor imperio que la historia jamás vi. El triunfo revolucionario la morena lo celebró con frenesí y el hombre lo lloró con celo. Nunca regresó a Italia pues aquel hombre a pesar de los percances quería que sus hijos crecieran en la tierra más hermosa del mundo. Poco a poco se hizo una pequeña fortuna 1 legó que sus a Alfonso Hiprdiny, su único hijo y mi vecino. Aquel hombre murió de cáncer de piel en el 75 y Alfonso se hizo cargo de los negocios familiares, no todos legales y contradictoriamente triplicó la fortuna de su padre antes del año 91, también fatídico para Cuba y el mundo. La madre murió y sin supervisión alguna aquel hombre se dio al mayor vicio de los q se creen ricos, alcohol y mujeres. Fue tanto su frenesí que cuando despuntaba el año 2000 con sus esperanzas y balances aquel hombre solo se tenía a sí mismo y alguna que otra joya que le dejó su madre. Así lo conocí yo en el año 2004 cuando me mudé para aquí, aquel señor de unos 55 años parecía más viejo que Baracoa y olía a penurias y glorias pasadas. Que cosas las del alcohol.Terminé de pintar la mujer desnuda, un cuadro común y corriente: unas tetas firmes y unas caderas caribeñas. Esas que solo se obtienen con los ancestros del África. La bajé y fui a llevársela al viejo triste de la esquina.
— Alfonso
— Ya voy mijito — me respondió en pausas.
A tan tempranas horas de la mañana ya se sentía el sabor a alcohol en su voz.Salió y lo vi tan desaliñado y flaco como siempre, tal vez más.
— Coño que lindo cuadro —me dijo— ¿Cuánto cuesta?
Aquello hacía gracia, sin rodeos ni cariños, dos hombres de negocios ocupados era todo lo que las calles veían en nosotros en ese momento.—Son 250 como siempre.
— Ah ta' bien pasa, pasa y de paso tomas café —me dijo mientras me abría la puerta. Una vez el negocio zanjado éramos amigos otra vez.
Lo que más admiro de los pobres es su afán de compartir en un café las penurias de la vida, bueno también a veces en una buena botella de ron de caña. Entramos a la casa y me senté muy cerca de la puerta. Aquella casa parecía un museo sobre la historia del alcohol en Cuba. Había botellas de Bacardi, de Habana Club y de muchísimos rones más. Todas pegadas a las paredes o en la estantería de la esquina donde deberían haber libros. Manchas de alcohol y vómito surcaban como heridas abiertas unos muebles antiquísimos que según el mismo me contó hacia ya tiempo los habían traído sus padres de Italia y eran hechos a mano por no de que hombre que se dedicaba a la mueblería y que era muy conocido en toda Italia. No había televisor de mesa, solo unas ollas en la cocina y 2 platos mal lavados que reposaban en el piso como si esperara para q las ratas q habitaban aquel paraje fueran a comer y no lo culpo pues aquel hombre ennegrecido por innumerables borracheras solo contaba con dos compañías: las ratas y las penas.
Me trajo el café, era un café oscuro y sin azúcar como la vida misma. Mi mamá siempre decía que un buen café tiene que ser de 4 formas: caliente amargo fuerte y escaso, no se si es verdad pero mi mamá nunca mentía. Terminando el café y tras hablar de varios chismes y de pronto me dijo.
— Dime muchacho ¿Cómo t gustaría pasar la vejez?
Pensé rápidamente y solo una cosa vini a mi mente. The old man and de see, Ernest M. Hemingway.— Coño eso es fácil —le dije— quiero estar en una pequeña casa en la playa, quiero que este tan cerca de la mar como el mal tiempo lo permita y también quiero un pequeño balcón donde todas las tardes pueda sentarme a pintar la playa, el sol y los peces que desde mi balcón solo podré imaginar. Quiero tener un pequeño bote con una vela blanca que tenga escrito "Te odio" para que todo el que lo lea sonría y piense que soy un viejo loco. Quiero ser un viejo loco y pintar, un pintor loco.
Eso ya lo era, probablemente.— Vaya eso es algo bueno pero dime ¿No hay ha suficientes cuadros sobre el mar?
—Si amigo mío, los hay y la mar no ha visto ninguno pues los hombres vendemos las obras que le dedicamos al mar, maldita sea los hombres vendemos todas las obras. Pero quiero ser la excepción, quiero que la mar vea el tributo que le rindo por eso cada tarde cuando termine el cuadro lo lanzaré a sus dominios, para que vea el tributo que le rindo y el respeto q le tengo.
— Caramba muchacho, tu si que eres un gran filososfo —me dijo riendo a carcajadas— deberías escribir una novela.
— Que va que va —le conteste.
Aquello me parecía divertido pues no era la primera persona que me lo decía y seguramente no sería la última— Yo no sirvo para escribir —le contesté —pintare hasta que la muerte me llege (o la glaucoma) que escriba otro si quiere.
Aquel hombre me miraba y meditaba, una y otra vez lo hacía, era como si quisiera hablar de mi conmigo fingiendo que yo fuera otra persona.
— Venga muchacho terminate el café q se enfría y se pone malo, nada es peor que un café con chícharo frío —me dijo y nos reímos de nuestra suerte. La suerte de los pobres.
Cuando me fui podía sentir como su mirada me seguía por toda la calle. El fue la primera persona en admirarme por mis ideas.
Aquel amigo mío murió 2 días después, dejó el mundo quizás igual que como había llegado, llorando y desnudo sobre un arsenal de botellas y la pintura que yo le vendí aquel día. Lloraba por su suerte y sus dolores, por su fortuna perdida y sus vicios hallados. Aquel cubano triste lloraba por su patria y su rechazo hacia esta, por su descendencia inconclusa y sus tormentos mayores. Murió como vino al mundo y como lo espero su padre: desnudo, lloroso y borracho. Aquel día nació por los empujones de su madre y la destreza de los doctores cubanos, los mejores doctores del mundo y por contraposición al destino murió por ignorar a estos médicos que tanto le advirtieron de la sirosis y el cáncer de pulmón ¿quien lo culpa? Si no hay cubano que siga órdenes si de alcohol se trata.
Unos minutos más tarde ya estaba nuevamente en mi cuartico donde había un calor sofocante y un olor almidonado a cigarros sin filtro, "criollos" es ma marca de los mejores cigarros del mundo. Quizás no lo sean pero yo no he probado más de lo que mi país me ofrece. No soy muy de desayunar pero tenía un hambre de muerte así que tome un pan que tenía la misma edad que yo y lo empecé a degustar usando la mejor arma de los artistas, la imaginación.
Me vi en una mesa con manjares dignos del Olimpo: había langosta y camarones, ternera y cerdo asados, vinos italianos, españoles y franceses, champaña de fresa si es que existe, dulces de nombres incongruentes y cerveza alemana. De repente aquel pan se tornó exquisito al paladar, parecía hecho de fibras cósmicas, una galaxia comprimida en aquella masa dura de harina, levadura y sudor. Una exquisitez más que típica en el tercer mundo caribeño hecha por artesanos más centrados en desfalcar sacos de harina que en preparar un pan, materia tan básica para la vida misma del hombre como bien la biblia dice ya saben lo que se dice, bueno lo que digo yo: el arte del pan es el arte del robo, probablemente. Cuando termine aquel manjar de vida y sombras me propuse darme un baño, emprender un proyecto, pintar un cuadro que me llevará a la fama y descubrir la cura al cáncer. Así que como quería hacer tantas cosas opté por dormir hasta la noche, era sábado y la promesa de una fiesta es sin duda la mayor atracción de a quien el arte atrae.
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Arte y Pobres
De TodoEsta es nuestra historia contada de una forma peculiar, tan peculiar como lo fue conocernos, enamorarnos y olvidarnos. Esto no es una novela para que usted lloré o un cuento para que aprenda algo. Es un testamento de la eterna duda de si usted queri...