La noche de la función, el frío era cortante. El cielo estaba absolutamente despejado, sin una sola
nube. Teníamos que estar en el teatro una hora antes. Me había sentido fatal durante todo el día por
cómo había tratado a Jamie la noche anterior. Ella siempre había sido sumamente amable conmigo, y
yo sabía que me había comportado como un verdadero cretino.
La vi por los pasillos, entre clase y clase, y sentí el impulso de ir a pedirle perdón por lo que le
había dicho, pero ella desapareció entre la multitud antes de que tuviera ocasión de hacerlo.
Cuando finalmente llegué al teatro, ella ya estaba allí. La vi hablando con la señorita Garber y
con Herbert, junto a las cortinas. En el escenario se respiraba un gran ajetreo; todos iban de un lado a
otro, con nerviosismo, pero Jamie parecía estar como aletargada. Todavía no se había puesto el
vestido para la función (tenía que ir de blanco, con un traje vaporoso, para causar un efecto
angelical). Sin embargo, todavía vestía el mismo jersey que había llevado en clase. A pesar de mis
nervios por cómo iba a reaccionar, enfilé directamente hacia el trío.
—Hola, Jamie —dije—. Hola, reverendo…, señorita Garber.
Jamie se dio la vuelta y me miró.
—Hola, Landon —me saludó en un tono cordial.
Enseguida me di cuenta de que ella también había estado pensando en la noche previa, porque no
me sonrió como solía hacer cada vez que me veía. Le pedí hablar con ella a solas, y los dos nos
apartamos a un lado. Hegbert y la señorita Garber nos observaban a escasos pasos, aunque no podían
oírnos.
Miré alrededor del escenario, nervioso.
—Siento mucho lo que te dije anoche —empecé a disculparme—. Sé que probablemente herí tus
sentimientos, y no tenía derecho a decir lo que dije.
Ella me miró a los ojos, como si se estuviera preguntando si creerme o no.
—¿Hablabas en serio? —preguntó.
—No, lo que pasa es que estaba de mal humor. A veces me paso de impertinente.
Sabía que, en realidad, no había contestado a su pregunta.
—Entiendo —respondió. Lo dijo del mismo modo que lo había dicho la noche previa; luego se
giró hacia los asientos vacíos de la audiencia, otra vez con aquella mirada triste en los ojos.
—Mira, te prometo que te compensaré de algún modo —solté, al tiempo que le cogía la mano. No
me preguntes por qué lo dije, solo me pareció lo más correcto en aquel momento.
Por primera vez aquella noche, ella sonrió.
—Gracias —musitó al mismo tiempo que se daba la vuelta para mirarme.
—¿Jamie?
—¿Sí, señorita Garber?
—Creo que ya va siendo hora de que vayas a cambiarte —anunció la mujer, gesticulando
exageradamente con las manos.
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Un Amor Para Recordar
RomancePrólogo A los catorce años, mi vida cambió para siempre. Sé que hay personas que se sorprenden cuando me oyen hablar así; me miran con interés, como si Quisieran descifrar qué es lo que sucedió, aunque casi nunca me molesto en dar explicaciones. M...