Puedo conseguirlo, puedo conseguirlo, ¡tengo que conseguirlo! Pero después cometo un error: miro el reloj. Buff, es imposible. Estoy corriendo como una loca por las calles de National City porque por primera vez en mi vida, en casi nueve años de carrera impecable, llego al trabajo con un retraso garrafal. Yo, la empleada perfecta y jefa del mejor equipo de cerebros de asesoría financiera de todo el sector bancario, llego tarde precisamente el día en que tenía programada una reunión con un cliente importantísimo.En cuanto me acerco a los tornos, vacío mi bolso en el suelo para no perder tiempo buscando el pase. Tengo flato por la carrera y los nervios, y encima no encuentro la maldita tarjeta y debo hacerlo rápido o rodarán cabezas. Concretamente la mía.
Me pongo de rodillas y rebusco desesperadamente entre miles de objetos hasta que por fin la encuentro. Sin perder un minuto más, lo guardo todo en el bolso. O casi todo, qué más da. Ese brillo de labios que se aleja rodando por el suelo tampoco era tan especial. Bien, aquí estoy, dos horas tarde.
—Qué situación más divertida. ¿Dónde está la cámara oculta? —pregunta con perfidia una voz a mi espalda. Mi mano se queda suspendida en el aire y aprieto con fuerza la tarjeta magnética que iba a pasar por el lector del torno. No necesito darme la vuelta para saber a quién pertenece esa voz. Vale, ya es oficial: no voy a lograrlo...
Una parte de mí siente la tentación de pasar la tarjeta y acceder al vestíbulo sin ni siquiera darme la vuelta, pero podría parecer que estoy huyendo, y solo escaparé de Lena Luthor cuando se proclame el fin del mundo. Y a pesar de todas las maldiciones y profecías de los mayas y las películas de Hollywood, parece que ese día todavía está por llegar.
—Una hace todo lo posible por entretener a los compañeros de trabajo —replico mientras giro la cabeza ligeramente.
Por el rabillo del ojo noto que su silueta alta y amenazadora se acerca peligrosamente. Paso la tarjeta magnética por el lector y cruzo el vestíbulo corriendo. Después aprieto con furia el botón del ascensor. Tengo mucha prisa, por si el cacharro no lo ha entendido.
—Nunca habría imaginado que presenciaría una escena semejante —comenta la voz que tenía detrás de mí y que ahora, en cambio, está... a mi lado. Maldición.
Parece que las dos estamos esperando el ascensor, que no llega nunca. Tanta tecnología para verse en esta situación: no poder evitar a esa compañera de trabajo ala que no quieres ver ni en pintura. Me pregunto si habrán inventado alguna app que evite ridículos como el que acabo de hacer.
Incluso sin mirarla, siento que me observa con curiosidad. En su lugar, yo también lo haría.
Alzo un poco la vista y me quedo paralizada por culpa de los ojos más verdes que existen sobre la faz de la tierra. Bajo rápidamente la cabeza, como si me molestara ese resplandor. Qué lástima, unos ojos tan intensos desperdiciados en una criatura tan engreída, altiva y odiosa. Pero la curiosidad es más fuerte que mi voluntad y, mientras echo un último vistazo, se me escapa una risita.
Ella frunce el ceño en señal de desconfianza y baja las cejas. Es una expresión que le he visto muy a menudo. Sospecho que practica delante del espejo para parecer lo más inquietante posible cuando está frente a mí. No es que lo consiga, que conste.
—Me alegra hacerte sonreír en un día tan difícil para ti. ¿No tenías una reunión importante, digamos... hace una hora, Kara? —pregunta plenamente consciente de que da en el clavo.
—idiota —murmullo mientras entro por fin en el ascensor.
Creía que me había limitado a pensarlo, pero evidentemente no es así. Lena me sigue y ríe socarronamente.
ESTÁS LEYENDO
DEJAME ODIARTE (SUPERCORP)
Fanfiction¿Puedes llegar a enamorarte de alguien a quien odias? Kara Danvers es abogada especializada en gestión de patrimonios y Lena Luthor es economista, miembro de la nobleza inglesa y famosa. una de las solteras de oro que aparecen en las revistas del c...