𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 -12

390 51 1
                                    

El teléfono del despacho suena amenazadoramente. Ahora no es buen momento, tengo que terminar de leer este informe sobre las novedades introducidas recientemente en el ámbito fiscal. Durante las épocas de crisis se inventan algo nuevo cada día. Los políticos se sacan un cambio de la manga mientras están en casa, dándose una ducha, o cuando sacan a pasear al perro... Así que no es de extrañar que haya leyes que parezcan hechas al azar.

—¿Sí? —respondo un poco molesta, porque quiero que resulte evidente que estoy muy ocupada. 

—Kara, tu hermana está aquí —me comunica la recepcionista, inmune a mi tono. 

—¿Quién? —pregunto asombrada. Llevo nueve años trabajando aquí y nadie de mi familia, nunca, ha venido a verme. Pensaba que ignoraban del todo el lugar, que lo habían borrado del mapa. 

—Tu hermana Alex. ¿Le digo que suba? —pregunta como si estuviese hablando con una estúpida. 

—Por supuesto, la espero en el ascensor. Muchas gracias, Emily. Intento recuperarme rápidamente del estupor y me encamino hacia el vestíbulo. Pasan unos segundos y ahí está, mi hermana, en todo su esplendor. 

—¡Hola Alex! —la saludo sorprendida, porque se trata de una visita que no me esperaba en absoluto. 

—Hola, Kara—responde al salir del ascensor y me da dos besos. Hay algunas miradas curiosas que se fijan en nosotras. Parece que últimamente estoy contribuyendo mucho a los cotilleos de la empresa.

—¿Qué haces tú por aquí? —pregunto sin tapujos, dado que mi hermana me conoce bien y sabe es que inútil fingir. 

—Kelly y yo nos marchamos mañana y quería pasar a saludarte. Alex nunca pasa a saludar a nadie, que quede claro. Siempre está demasiado ocupada o tiene alguna vida humana que salvar. 

—¿Quieres tomar un café? —sugiero, porque no quiero continuar esta conversación tan extraña delante de todo el mundo. 

—De acuerdo —acepta. Y eso que Alex no bebe café. Esta visita es cada vez más surreal. 

—¿Y cuánto tiempo estarán fuera esta vez? —pregunto mientras nos dirigimos a la zona de descanso. Alza los hombros con resignación. 

—Quién sabe... Tres o cuatro meses... 

—No es que no me alegre por tu visita, Alex—confieso mientras aprieto los botones de la máquina del café—, pero me muero de ganas de saber por qué has venido. Si no recuerdo mal, ya nos despedimos el domingo —le recuerdo. Me mira avergonzada. Bien. 

—Vi el artículo del sábado —dice en voz baja, como si con eso explicara todos los misterios del universo. 

—Me alegro de que encuentres tiempo para mantenerte informada. ¿Y bien? —pregunto inocentemente. No tengo la más mínima intención de ponerle las cosas fáciles. 

—¡Pues que estoy preocupada! Es normal, eres mi hermanita y me encuentro una foto tuya en el periódico... tan maquillada, vestida de una forma que honestamente... 

—Sí, me queda claro —la interrumpo—. ¿Pero cuántos años tengo? —pregunto, molesta. 

—Treinta y tres —responde entre dientes, porque sabe a dónde quiero llegar. 

—Bien, ¿y crees que yo, a mi edad, tengo que dar explicaciones de lo que hago o dejo de hacer? A Alex no le gusta que la pillen a contrapié. 

—No se trata de adónde vas, y, sinceramente, tampoco cómo vas. Sino con quién vas —dice decidida, enfatizando las palabras. Tal vez sea mejor no interferir demasiado.

DEJAME ODIARTE (SUPERCORP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora