𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 -17

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Cuando esa noche llego a casa, estoy tan cansada que solo pienso en tumbarme en el sofá. Lástima que camino como si fuera coja porque me duele el culo, regalito de la cabalgata y la maravillosa caída que he sufrido. 

—¿Todo bien? —pregunta Imra arqueando una ceja en señal de desconfianza. 

—No del todo, pero gracias por preguntar —respondo con una sonrisa. Menos mal que todavía puedo sonreír. 

—Nía ha salido —me informa—, pero no puedo esperar a que vuelva. ¡Vamos, cuéntame hasta el último detalle! ¡Quiero saberlo todo! 

—Ay, no tengo fuerzas —digo después de ponerme cómoda en el sofá. Me lanza un cojín a la cara. 

—¡Venga! ¡Necesito saber qué ha pasado! ¡No hay nada en la prensa! —se queja. —¡Menos mal! —replico. En serio, solo faltaba la foto de mi caída—. Bueno, ¿qué quieres saber? —pregunto cediendo a su curiosidad. 

—¡Todo! ¡Todo! —exclama saltando. —Por favor, no te muevas, me duele el culo —explico. —¿Y eso? —pregunta. 

—Me caí del caballo —reconozco abatida. —¿Y qué hacías en un caballo? —dice entre risas. En efecto, no tengo aspecto de amazona. 

—Salvar a un faisán —respondo seria.

Imra me observa cada vez más sorprendida. 

—¿Y lo salvaste? Asiento orgullosa. 

—Claro. Tuve que sacrificar mis posaderas, pero valió la pena. 

—Habrá sido un fin de semana movidito —afirma. Alzo un poco la cabeza para verla mejor. 

—No te haces a la idea. 

—¿Quieres contarme algún detalle más interesante? 

—Querida... ¡Mi caída del caballo es algo extremadamente interesante! —exclamo. 

Imra me observa poco convencida. 

—¡De acuerdo, de acuerdo! Te hago un breve resumen —cedo—. Entonces, veamos: el castillo es inmenso, lo nunca visto, y está lleno de sirvientes que adoran a Lena. Ah, su familia no aprecia mucho que ella no esté trabajando en una de sus empresas, y como colofón, nos tocó dormir en la misma habitación. La cara de Imra muta en una máscara de estupor y entusiasmo.

—A dormir, sabueso, eso es lo que eres —la freno rápidamente.

—No ha pasado nada. Es decir, tal vez algo, pero en el fondo no ha pasado nada. Ala, eso podría habérmelo ahorrado. 

—¡Kara! —exclama Imra—, ¡quiero saberlo todo! —Me besó —preciso—, pero fue por una emergencia. 

—¡Sí, sí, sigues diciendo eso una y otra vez, pero no haces otra cosa que besarla! —bromea mi amiga. Ante esa afirmación, me incorporo y me siento en el sofá, cruzando los brazos. 

—¿Puedo continuar? —pregunto un poco seca. Imra asiente. 

—Entonces, por dónde iba... Ah, sí, un beso parte del espectáculo, y luego Lena discutió con su abuelo y se emborrachó tanto que ha estado KO todo el día. Así que he tenido que participar en la batida de caza para sustituirla y salvar a esos pobres animales. 

—Menos mal que estabas —susurra Imra. 

—Hay algo que todavía no he dicho —confieso—. Hay un Porsche aparcado en la calle.

—¿Qué? —pregunta estupefacta. 

—La cretina estaba tan mal cuando volví de la batida que he tenido que conducir yo para volver a la cuidad. 

—¿Y te ha dejado? Río con una pizca de satisfacción. 

—No tenía elección, ni siquiera se tenía en pie. Diría que estaba demasiado mal como para discutir o quejarse. Ha sido un viaje bastante agradable, muy silencioso. Aparte de los gemidos de sufrimiento. 

—Pobre Lena... —dice Imra con compasión. 

—¡Pobre un carajo! ¡Es una estúpida! Beber hasta esos extremos... ¡Espero que se encuentre fatal! —exclamo enfadada. En serio, Lena tendrá que hacer un milagro para que le perdone por este desastre de fin de semana. 

—Por cierto, ¿cómo fueron los besos? A mí puedes contármelo — dice ilusionada, retomando el único tema que le interesa de verdad. 

—¡Imra Ardeen! Deja de hacerme estas preguntas. —Mi tono de reproche es bastante drástico, pero tampoco puedo permitir que mis amigas se imaginen cosas que no han pasado.

—¿Qué es lo que no debería preguntar? —pronuncia repentinamente la voz de Nía desde la entrada. 

—¡No quiere contarme nada de los besos! —se queja Imra, que está de morros, pero adorable. 

—¿Besos en plural? —Nía sonríe con astucia—. Querida, conoces las reglas. Ya lo estás largando todo sobre los besos. Tenemos por costumbre analizar al detalle los primeros besos de cada una de nosotras. Estamos convencidas de que, a partir de los primeros besos, se puede pronosticar el éxito de una relación. De hecho, no debería haber salido más con Mike después de la primera cita: su primer beso fue horrible, demasiada saliva y demasiada lengua.

—¡Pero eso no vale porque no salgo con Lena! —puntualizo para convencerlas—. ¡Son besos ficticios! Y esos no cuentan. 

—No importa, cuentan en la casuística —dice Nía, muy seria. 

—¡Qué pesadas sois! —me quejo, pero finalmente cedo—. Bueno, solo diré que, a pesar de ser ficticios, han sido besos que no han estado nada mal —reconozco y me pongo roja. Imra empieza a reír.

—¿Nada mal? Oye, tienes las mejillas como tomates solo con mencionarla. 

—¿Duración? —se informa Nía con actitud normal. 

—¿De los besos en total? Tal vez un cuarto de hora... Al oír estas palabras, las dos abren la boca de par en par. Quizá no debería haberlo dicho. Vale, definitivamente no debería haberlo dicho. 

—Nos dejamos llevar y se nos fue un poco de las manos —admito a regañadientes y aprieto el cojín contra mi pecho. 

—Supongo que besa muy bien... es decir, para quedarte pegada a ella durante tanto tiempo... —comenta Nía con ironía. 

—¿Tengo que responder a eso? —pregunto con resignación. Me miran como dos buitres. 

—¡De acuerdo, besa muy, muy, muy bien! ¿Satisfechas? —digo fastidiada. Estaba claro que besaba bien, no hacía falta que lo confirmara: debe haber besado a toda la cuidad, ha practicado lo suficiente. 

—Alguien tenía que conseguir que lo admitieras —dice Imra—. La verdad, ante todo. 

—Si habéis acabado de analizarme, voy a darme una ducha — murmuro y me levanto como puedo del sofá. Mis posaderas de oro me duelen cada vez más y mi salida de escena no es especialmente digna. 

—¿Qué le pasa, por qué cojea? —pregunta Nía a Imra. 

—Se cayó de un caballo intentando salvar a un faisán —responde. Entonces rompen a carcajadas. Si no estuviera tan hecha trizas, daría media vuelta para matarlas.

DEJAME ODIARTE (SUPERCORP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora