𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 -6

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Estoy sentada en la mesa del restaurante, que está lleno de gente. No es nada demasiado llamativo, se trata de una pizzería normalísima en un barrio modesto. Estoy convencida de que Lena odiará el sitio y eso me da una pequeña satisfacción. Pequeña, porque soy políticamente correcta. Llega un poco tarde, así que decido llamar a mi madre. 

—Hola mamá —la saludo cuando responde al primer tono. —Kara, cariño, estábamos hablando precisamente de ti —me informa solemnemente. Magnífico. 

—¿Sobre qué? —pregunto. 

—Tu padre y yo estábamos comentando lo mucho que nos gustaría ver a Mike este sábado. ¿Le gustó el cocido? —pregunta con amabilidad. 

—Por supuesto —miento con descaro—. Hablando del sábado, me temo que no podré ir. —¿Por qué? —pregunta mi madre, muy seca. 

—Tengo que ir a Escocia por trabajo —desvelo. El viaje tiene una ventaja: librarme de la visita a mis padres. —¿En serio, Kara? ¿También vas a trabajar el fin de semana? Ya no eres una jovencita. Nos prometiste que eso solo pasaría durante los primeros años, ¡pero hace siglos que la cosa está así! «Gracias mamá por insinuar que soy vieja», pienso con resignación. 

—Bueno, eso ya no pasa casi nunca. Es una excepción —matizo a punto de perder la paciencia. Alex puede viajar por el mundo y no presentarse en casa durante meses, pero yo no puedo faltar ni una semana. 

—Siempre es una excepción —insiste, con dureza.

Prefiero no responder. O acabaría mandándola al diablo. —Tal vez Mike podría venir igualmente —propone con entusiasmo. 

—Él también tiene cosas que hacer —respondo nerviosa. Esta mentira empieza a crearme algún problema. Por supuesto Lena elige el mejor momento para aparecer en la sala. Se dirige hacia mí y, cuando llega a la mesa, se inclina con la intención de darme un beso en la mejilla. ¿Pero qué demonios hace? Apenas puedo apartarme para ver la expresión socarrona que me dedica. —Buenas noches, siento el retraso —dice finalmente y se sienta frente a mí. 

—¿Con quién estás? —pregunta enseguida mi madre, la mujer con el oído más sensible y selectivo del planeta. 

—Es la camarera —digo poco convencida. 

—¿Estás cenando en un restaurante? —Sospecha algo—. ¿Con quién? —insiste la nueva Poirot con falda. 

—Con Nía y con Imra—miento. 

—¿Me las pasas un momento? —pregunta como si nada. 

—¿Para qué? —digo nerviosa. 

—¿Cómo para qué? Porque quiero saludarlas. Vaya preguntas que me haces, Kara... Estás muy rara. Con la mirada suplico a Lena que no diga nada. Podría estropearlo todo. 

—Bueno, ¿me las pasas o qué? 

—No puedo, han ido al lavabo —miento de nuevo y cierro los ojos, desesperada. 

—¿Las dos? —pregunta incrédula. —¡Pues sí, han ido juntas! ¿A qué se debe este tercer grado? Ya las saludaré yo de tu parte. ¡Buenas noches, mamá! —Cuelgo el teléfono. ¿Por qué diablos la habré llamado? Lena intenta aguantarse la risa, pero no lo consigue del todo. 

—Sí, tú ríete. Me encanta dar espectáculos tan divertidos —digo mientras rompo con fuerza un palito y me lo meto en la boca. A la mierda la dieta, no voy a perder ni un gramo estos días, así que comeré lo que me dé la gana.

—Tengo una duda: ¿por qué mientes? —pregunta mientras se pone cómoda. 

—Porque me estresa mucho cuando insiste en que trabajo demasiado —respondo vagamente.

—Tendrías que haberle dicho que estabas conmigo. Las madres me adoran —dice con presunción y sonríe. Me quedo mirándola fijamente. 

—La mía no. 

—Créeme, todas. Tengo treinta y un años de experiencia —insiste engreída. 

—Créeme, la mía no —replico con el mismo engreimiento. Una luz de desafío se enciende en sus ojos verdes. 

—¿Quieres que lo comprobemos? —propone. Sí, claro, como si en mi vida no hubiera suficientes desastres. 

—Me parece que no. ¿Qué soy, una nueva mártir a punto de ser sacrificada en el altar por el orgullo de Lena? 

—No me rindo tan fácilmente —dice confiada. Como si no me hubiera dado cuenta. 

—Créeme, lo digo por tu bien —lo aviso sintiéndome muy magnánima. Y aquí me equivoco, porque para ella se acaba de convertir en un reto. Lo percibo por la expresión testaruda que se le dibuja en el rostro. He aprendido a reconocerla, a mi pesar. 

—¿Qué apostamos? —pregunta mientras se inclina peligrosamente en mi dirección. Señor, eres testigo de que he hecho todo lo que estaba en mi mano para evitar esto. 

¿Sabes qué te digo, Lena Luthor? Prepárate. La mera idea me hace sonreír y no puedo disimular. 

—De acuerdo —concedo. He tirado la toalla—. Algún fin de semana puedes pasar por la granja de mis padres, un sábado después de comer. 

—También podría pasar a la hora de comer. Las mujeres mayores adoran mis modales afables. Sí, claro, ya verás. Ven a casa y mi familia te dejará lista para las fiestas. Repentinamente, la idea se vuelve tan apetitosa que agarro decidida otro palito. Para celebrarlo, me digo.

—Vale, si de verdad es tan importante para ti... —Intento no desvelar con mi expresión en qué desmadre se acaba de meter. ella solita, que quede claro. 

—Perfecto. —Me ofrece su mano para sellar el acuerdo. La estrecho rápidamente y disfruto la sensación de calor y firmeza que desprende. Un ligerísimo remordimiento asoma en mi mente, pero lo aparto enseguida: esta mujer se merece todo lo que mi deliciosa familia antimonárquica pueda ofrecerle.

DEJAME ODIARTE (SUPERCORP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora