𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 -19

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A las diez de la noche Lena se presenta en mi puerta para llevarse su querido coche. Cuando llama al telefonillo, me despierto de golpe. Me estaba quedando dormida mientras la esperaba. Tomo fuerzas y me dirijo al recibidor. Lena no tarda en percatarse de mis pies desnudos y mi rostro adormilado. 

—¿Te he despertado? —pregunta al entrar. —No pasa nada, tenía que despertarme tarde o temprano. No puedo quedarme dormida en el sofá de esta guisa, vestida, maquillada y arriesgándome a coger una buena tortícolis. Ya tengo el cuerpo lo bastante dolorido —comento mientras la acompaño al salón. Lena lleva unos tejanos oscuros, un jersey azul y una chaqueta de piel negra. Tengo que reconocer que le queda muy bien. No es el estilo formal que suele mostrar. Sus ojos todavía parecen apagados, pero se está recuperando de su megaborrachera. Mañana estará como nueva. Qué suerte tiene, algo me dice que mis dolores me acompañarán al menos unos días más. 

—¿Estabas viendo una película? —pregunta interesada y se sienta en el sofá ignorando por completo las llaves del coche que le ofrezco. 

—Hacía ver que miraba una película —confirmo y me siento en el sillón que hay al lado. No me apetece mantener conversaciones trascendentales o entretenerla, pero tampoco puedo ser tan maleducada. Lena me observa de forma extraña, con un brillo en los ojos distinto al de siempre.

—Te ofrecería algo de beber, pero después de lo del sábado por la noche, creo que sería una mala idea. 

—No quiero comer ni beber nada después de eso. 

—¿Por qué bebiste tanto el sábado? —pregunto repentinamente para profundizar en la cuestión. Lena sigue mirándome. Es probable que se esperara una pregunta semejante. 

—Por lo de siempre. La gente bebe para ahogar sus penas, ¿no? Usa un tono sincero, pero distinto al que estoy acostumbrada. 

—Tal vez sería mejor enfrentarse a las penas —propongo. Su hígado lo agradecería. 

—No es que no me enfrente a ellas, pero llevo años escuchando los mismos discursitos. Y el sábado tuve un momento de debilidad —confiesa —. Me sucede muy pocas veces. Eso podía imaginármelo. Parece que es algo que tenemos en común: siempre debemos parecer fuertes porque es lo que nos han enseñado a hacer. Venimos de dos familias totalmente distintas, pero de algún modo, soportamos el mismo peso en los hombros. 

—¿Y ahora estás un poco mejor? —pregunto. Ambas sabemos que no me refiero a su estado físico. 

—Oh, sí, solo necesitaba autocompadecerme un poco —dice con cinismo. Nunca pensaba que diría esto, pero sé qué siente en esta situación, sé lo agotador que es no sentirte aprobado por tu propia familia. Tanto ella como yo hemos trabajado mucho estos años, hemos intentado salir adelante por nuestra cuenta. Pero nada de lo que hemos conseguido parece importar mucho a nuestras familias. Soñaban algo distinto para nosotros. No sé por qué, pero instintivamente apoyo una mano en su pierna para tranquilizarla. La observa sorprendida durante unos segundos, pero luego baja su mano y la pone sobre la mía. El contacto es ligero, apenas se nota, pero mi cuerpo vuelve a sentir un escalofrío. 

—Sé lo que piensas, pero no debes tener dudas debido a tu familia. Nosotros llevamos razón, pero somos humanos, y oír que te echan algo en cara nos pone como locos —digo pensando en los años de disputas y recriminaciones. 

Lena levanta la vista y me observa casi con dulzura. Sin soltarme la mano, acerca su rostro muy lentamente al mío.

—Lena—la interrumpo a medio camino—, es una idea pésima —digo asediada por el pánico.

—¿Por qué? —pregunta ignorando mis objeciones. —Lena... —Mi voz es casi una súplica, porque una parte de mí sabe que no seré capaz de rechazarla si se acerca demasiado. 

DEJAME ODIARTE (SUPERCORP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora