𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 -22

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En algún lugar lejos de mí, muy lejos de mí, un teléfono suena incesantemente. Es mi móvil. Por un momento considero la posibilidad de que se trate de un sueño, pero no recuerdo haber oído una llamada con tanta insistencia en un sueño. Cuando abro los ojos, enfoco la vista para ver dónde estoy. Me pongo nerviosa al reconocer en la penumbra la habitación que vi anoche por primera vez. Podría ignorar el sitio si no fuera por el cuerpo que descansa a mi lado. Ahora mismo necesito nervios de acero para aceptar que estoy en la cama de Lena. 

Esta noche ha sido lo más opuesto que puede haber a un sueño. Ha sido muy real, desgraciadamente. Bueno, tal vez no debería decir desgraciadamente... No sé qué pensar. El teléfono sigue sonando. Menuda forma más prometedora de empezar el día. El cuerpo que descansa junto al mío duerme profundamente. Envidio mucho esa tranquilidad, no sé cómo puede dormir sabiendo que estoy tumbada a su lado. O quizás está tan acostumbrada a dormir con chicas distintas que ni siquiera le supone un problema. Yo, que nunca me había acostado con un alguien en la primera cita, soy incapaz de razonar sobre las últimas horas de mi vida. 

A fin de cuentas, estoy en la cama de una persona con que la nunca he salido. Por tanto, esto es mucho peor que si hubiera pasado en la primera cita. También reconozco que ha sido la mejor noche de mi vida, pero ¿tenía que pasar con Lena? Ahí afuera hay millones de personas donde escoger.

Me levanto de la cama sin hacer ruido y recojo mi ropa del suelo. Busco desesperadamente la camiseta, pero luego recuerdo que me la quitó en el salón, antes de llegar a la cama. Dios, qué vergüenza. Antes de ponerme toda la ropa, respondo a mi maldito teléfono, que vuelve a sonar. 

—¿Sí? —murmuro en voz baja. Lena se gira, pero sigue dormida. 

—¡Estás viva! —dice Nía como si le hubieran quitado un peso de encima. 

—Estoy viva —confirmo sonriendo. 

—¡Imra y yo estábamos muertas de miedo cuando hemos visto esta mañana que no estabas en casa! ¡No puedes hacer estas cosas, tienes que avisarnos! —me regaña más de lo que mi madre ha hecho en toda su vida. 

—Lo siento —susurro—, pero no tenía previsto pasar la noche aquí. Era la última cosa pensaba hacer. Al menos conscientemente. Sobre los deseos de mi subconsciente, es mejor que no me pronuncie. 

—¿Aquí dónde? —pregunta, aunque sabe perfectamente dónde estoy. 

—En casa de Lena. Y te agradezco mucho que me hagas decirlo en voz alta —respondo provocadora. 

—No hay de qué. Supongo que no habéis pasado la noche jugando a las cartas... Dice riendo.

—Al Scrabble, guapa —respondo. Rompe a carcajadas. 

—Si crees que alguien se lo va a tragar... Insiste. 

—De todos modos, voy enseguida —la informo para poner fin a la llamada. 

—Oye, ahora que sabemos que no has muerto, puedes quedarte ahí — sugiere Nía. 

—Prefiero volver. Lo antes posible. 

—Como quieras. Pero si vuelves, prepárate para contárnoslo todo con pelos y señales. Suspiro resignada. 

—¿Tanto me odiáis? 

—No, pero ya sabes, somos cotillas. ¡Hasta ahora! se despide Nía. Cuelgo el teléfono. Resuelta la cuestión de la llamada, continúo vistiéndome. Me pongo los pantalones, encuentro la camiseta entre los cojines del sofá y ya estoy lista para marcharme. Debería ir al baño, pero eso podría despertar a Lena. Y, honestamente, no tengo ganas de hablar con ella esta mañana, así que tendré que aguantarme hasta que llegue a casa. En el fondo, ¿Qué es una vejiga a punto de reventar frente a la conversación más embarazosa de mi vida? Además, Lena estará acostumbrada al sexo ocasional, pero yo he dormido con dos hombres en mis treinta y tres años de vida, y ella, la única mujer y me cuesta pensar en todo esto como si fuera algo «normal».

DEJAME ODIARTE (SUPERCORP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora