Capítulo 18|Alma libre.

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Aprovecho que Ridley se ha distraído hablando con un conocido para cruzar la calle en dirección al local que vi al llegar

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Aprovecho que Ridley se ha distraído hablando con un conocido para cruzar la calle en dirección al local que vi al llegar. Está apartado con varias advertencias pegadas sobre la puerta de cristal donde se prohíbe el paso a los menores. No se puede ver nada más allá al estar tapizada, así que empujo la puerta donde una campanita tintinea sobre mi cabeza y la ventisca fría me envuelve como bienvenida.

Lo único que se escucha son los murmullos y las pisadas de mis zapatos. Un par de ojos nota mi presencia, mientras que los otros dos, están enfocados en una charla en el mostrador.

Me paseo por los paneles de armas colgados en la pared donde una línea divisora me detiene para tomar alguna.

—¿Se le ofrece algo en especial, señorita? —aparto la mirada de las dagas cuando una voz se cuela a mi costado.

—Solo estoy curioseando —leo una plaquita enganchada en su camiseta con letras doradas, supongo que es su nombre —. Knox.

—Si necesita algún modelo en especial, llámeme. Es inusual ver a alguien por aquí curiosear, ¿Cuántos años tienes?

—Los suficientes para estar aquí.

El hombre de cuerpo tonificado, frunce ligeramente sus espesas cejas antes de asentir y dar media vuelta para marcharse hacia otro extremo del extenso lugar. Hay toda clase de municiones desconocidas, otras que logro reconocer por el parecido de las armas de defensa, la cual no nos diferencia del todo con los humanos.

Me doy prisa ideando alguna táctica para tomar una sin que nadie se dé cuenta, sin embargo, noto que todo este tiempo Knox ha tenido la mirada fija en mis movimientos. Por un segundo pienso que ha logrado reconocer lo que soy. Ese pensamiento logra esfumarse cuando los hombres en el mostrador alzan la voz con molestia.

Uno de ellos, lo reconozco, es el que Ridley estuvo a punto de pasarle encima con el coche.

—Te estoy pidiendo tiempo, hombre, te lo pagaré en cuanto me den una parte del dinero.

—No te voy a dar más cartuchos, ¿entiendes? Muéstrame tu permiso donde señale que puedes portar algún arma contigo —el hombre tras el mostrador es viejo, aunque sabe cómo mantenerse firme ante el cliente terco —. No quiero tener problemas con la ley, muchacho.

—¡No lo tengo conmigo, Lee!

—Sin permiso, no hay... ¡oye vuelve aquí!

El chico toma con rapidez lo que hay en la barra metiéndolo a su mochila para salir corriendo hacia la puerta. Muevo la cabeza hacia a un lado bloqueando la puerta, trata de abrirla a tirones con desesperación al ver que no cede, aún lejos, muevo la mano apartándole la mochila aventándola hacia la pared tomándolo desprevenido.

—¡¿Qué mierda está ocurriendo?!

—El señor te pidió que le devolvieras lo que le pertenece, ladrón —comento dando varios pasos en su dirección —. No te vas a ir hasta que lo hagas.

El talismán de Egon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora