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El año escolar apenas y estaba dando inicio y Cedric ya quería que concluyera.

¿Por qué sus vacaciones tuvieron que finalizar? Estuvo muy a gusto en Cancún y Albert Meyer School no era en lo absoluto parecido a todo ese paraíso.

Como era de esperarse, todo el mundo estaba en sus salones de clases, sólo alguien como él podía darse el lujo de llegar una semana tarde a la preparatoria y llegar a media mañana en vez de a primera hora como correspondía.

—Qué mierda —susurró y cerró su casillero con disgusto, listo para dirigirse a su salón de clases, pero paró en seco al oír un quejido seguido de un ruido demasiado tosco en el cuarto de limpieza.

Cedric no solía meter las narices donde nadie lo llamaba, pero nada sucedía en esa escuela sin que él lo supiera, por lo que siendo muy silencioso se acercó al cuarto y abrió suavemente la puerta, tensándose en el instante al oír el llanto de una chica.

—Suéltame, por favor.

Maldición, ¿desde cuándo los estudiantes de su preparatoria forzaban a una mujer?

—Ya te lo dije, debes poner de tu parte si quieres que te proteja. Cedric es mucho peor de lo que te imaginas y pronto estará aquí, soy el único que podrá ayudarte a lidiar con él.

Al reconocer esa voz, la rabia que Cedric sintió fue inmensa, por lo que sin dudarlo abrió la puerta con brusquedad y ahogó una maldición al ver como su hermano besaba el cuello de la joven en contra de su voluntad.

—¿Te divierte ocupar mi lugar en mi ausencia, William?

Como era de esperarse, su hermano se apartó de la castaña con rapidez y esta se acuclilló y abrazó a sí misma para cerrar su camisa con movimientos torpes e inciertos.

—Cedric. —Clavó la vista en William, quien se veía ruborizado y bastante ansioso. Ladeó el rostro, disconforme. Con la cara que su hermano tenía no necesitaba forzar a nadie—. Es la becada de la que te hablé.

La chica ni siquiera levantó el rostro, pero siguió temblando.

Hope Smith, tanto William como Sophia le habían hablado de la muchacha y tenía entendido que todo el mundo la quería fuera de la escuela. A nadie le gustaba relacionarse con gente de tan baja calidad como la de la castaña, pero suponía que había formas más creativas y decentes para sacarla de la escuela.

—Es algo insolente y decidí darle un castigo.

Un castigo que podría generarle muchos problemas.

—Déjame hablar con ella a solas.

Su hermano sonrió con malicia y la chiquilla sollozó con pesar, todo indicaba que ya le habían hablado de él, puesto que le fue imposible no reparar en como su cuerpo se sacudió con violencia.

—Es toda tuya —decretó su hermano con crueldad y cuando se quedaron a solas en el cuarto de limpieza, Cedric prendió la luz y cerró con pestillo para tener un mejor panorama de la castaña.

—Will es un poco difícil —comentó con fría indiferencia, avanzando hacia ella—. Levántate.

No le obedeció y se encogió todavía más.

—Yo no he hecho nada malo —musitó con una voz encantadora y Cedric enarcó una ceja—. Déjenme tranquila, por favor.

Se acuclilló y lamentó que su larga cabellera color miel no le permitiera ver su rostro.

Déjame Sentirte 2 *Almas perdidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora