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Manhattan, Nueva York.

Sophia no tenía la menor idea de que la razón por la que se encontraban en Manhattan era la lectura del testamento de su padre, de haberle dicho que se reuniría con Hope ese día ni su reunión con sus amigas habría sido tan importante como para dejarlo ir solo junto a sus hermanos.

Como cualquier mujer o persona con sentido común, era de lo más normal que Sophia sintiera algo de celos por su exesposa, algo absurdo porque para él Hope era algo del pasado y sabía perfectamente que entre ellos no volvería a existir un punto de retorno.

Su relación había acabado hace mucho.

Por supuesto Sophia no estaba en Manhattan solo porque lo hubiera acompañado, sino porque había recibido una invitación para efectuar una audición para el papel de antagonista para una nueva miniserie que se filmaría el siguiente mes.

Sí, al final ella siguió los pasos de su madre, quien fue una talentosa actriz mexicana que se mudó a Estados Unidos para triunfar y terminó casándose con un talentoso productor de cine.

Si bien su novia todavía no era tan famosa y popular, poco a poco se estaba abriendo paso en el mundo de la actuación y con la ayuda de sus padres eso estaba resultando una tarea menos complicada.

En caso de que Sophia recibiera el papel, lo más probable era que ella tuviera que quedarse un tiempo en Manhattan y mentiría si dijera que esa idea no le gustaba, últimamente estaban pasando mucho tiempo juntos y eso resultaba algo asfixiante.

Estaba seguro que la morena se sentía exactamente igual y un poco de libertad e independencia no les vendría nada mal.

Observó de reojo a su hermano, quien iba manejando su coche con más cuidado del acostumbrado y no supo cómo disminuir la tensión que se había cernido entre ellos mientras se dirigían al bufete de abogados.

William estaba tan nervioso como él y no era para menos, ya habían pasado tres años desde la última vez que vieron a las hermanas Smith y de alguna manera ambas castañas los habían dejado marcados. No quería creer que su hermano seguía pensando en Joy de manera romántica, siempre se inclinaría a que la culpabilidad de haberla corrompido habitaba en él, dado que hace dos años sí hubo una mujer que destrozó su corazón y lo llevó a hundirse en el alcohol.

—¿Qué haremos, hermano? —Felicity captó su atención desde el asiento trasero—. No están casados y no hay ningún bebé en camino, ¿de verdad permitiremos que Hope se quede con todo?

Sonaba abatida, pero en su voz no existía odio ni resentimiento. Estaba claro que los años de terapia, nuevos amigos y hogar en Manchester le habían sentado muy bien. Ahora ella se comportaba como una joven madura que comprendía todo lo que estaba en juego y lejos de ser un dolor de cabeza le estaba resultando alguien que le brindaba el coraje necesario para afrontar la situación con mayor calma.

—Negociaremos.

Todavía quedaba saber cómo proseguía todo ahora que no cumplieron con las cláusulas del testamento de su padre, quien sabe y Eugene salía con una nueva sorpresa.

—Creo que estás siendo algo optimista —comentó William con sequedad—. No sabemos cuál es la predisposición de ellas de negociar, se escondieron adrede durante un año dilatando todo este proceso y no tengo muchas expectativas.

—Aún no sabemos si fue adrede —reconoció Felicity con voz suave—, pero de ser así creo que las cosas se complicarán un poco.

—Hope renunció a todo lo que por derecho le correspondía en nuestro divorcio y déjenme decirles que era bastante dinero, ¿qué les hace pensar que ahora se quedará con la herencia de nuestro padre?

Déjame Sentirte 2 *Almas perdidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora