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Dos días más tarde, un domingo para ser más precisa, Joy se encontraba en el desolado bufete de abogados fotocopiando los documentos que William y Guillermo le solicitaron para el juicio de mañana.

Un juicio demasiado importante que le tenía los nervios de punta porque sabía lo importante que era para William ganarlo.

No obstante, eso no impedía que mientras fotocopiara los documentos hablara con Ginger por celular.

—Ya no puedo más, él es simplemente desquiciante —expresó con pesar, decidida a decir la verdad de una vez por todas—. Está resultando ser un acosador de primera.

—No, Joy, no lo hagas. Nathaniel me matará si se entera de la verdad, pensará que me burlé de él.

—Matarte no creo... Posiblemente te folle por horas porque no deja de comentarme que no puede olvidar nada de lo que le hice sentir —comentó con diversión y podría jurar que su amiga se puso tan roja como un tomate del otro lado de la línea.

A ti nunca te hará nada, le gustas mucho y a mí lleva años detestándome. Me echó de fiestas, me arruinó muchos vestidos derramando tragos sobre mí e incluso una vez dejó muy en claro que no comería en una misma mesa conmigo lanzando mi comida al piso.

Tragó con fuerza, justamente por eso ya no quería seguir engañándolo. Nathaniel no era el tipo de persona que pudiera tomarse a la ligera y estaban llevando toda esa situación muy lejos.

—¿En qué estuviste pensando? —inquirió con voz tensa.

En nada, sus besos nublaron mi buen juicio.

—¿Dónde lo hicieron?

Silencio.

—Cuéntame o le diré la verdad.

—Fue en la oficina de su amigo, sobre el escritorio, todo pasó muy rápido y yo...

—Sea lo que sea que sentiste, debes armarte de valor y decirle la verdad cuando regresemos porque él seguirá insistiendo.

Y aunque ella lo aceptara, estaba segura que él notaría la diferencia.

Terminó de fotocopiar todos los documentos que William le pidió e inmediatamente se despidió de su amiga.

—Te llamo más tarde, William tiene un juicio muy importante mañana y estamos organizando todo —dicho esto cortó la llamada y preparó todo para llevarlo al despacho del rubio.

Guillermo y William seguían discutiendo sobre el cómo debía proseguir todo mañana.

Les sirvió un poco de café y le fue inevitablemente no percatarse de lo bien que se veía trabajando y defendiendo su convicción.

Era una lástima que el dinero que Hope le prometió fuera lo único que lo inspirara a ser así. Estaba casi segura que él podría ser un excelente abogado si se lo proponía.

William se dio cuenta de que lo estaba observando muy fijamente y cuando sus miradas se encontraron, ella no apartó el rostro, sino todo lo contrario, le regaló una sonrisa alentadora que lo llevó a apartar los ojos y posarlos en Guillermo.

Al parecer, después de todo, no se sentía tan cómodo con su presencia. Es decir, por su culpa él tuvo que deshacerse de todos sus tragos al día siguiente de su llegada y dejar su hábito de salir todas las noches a cualquier bar.

William prefería recogerla de sus citas con la psicóloga y llevarla a cenar. Esa era la única manera en la que él podía vigilarla.

«Él me hace muy bien».

Déjame Sentirte 2 *Almas perdidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora