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Danna.

Muevo mi pie de arriba a abajo con nerviosismo y muerdo mis uñas repasando cada cosa que diré.

Aunque se que al final todo se me olvidará.

Reviso el reloj en mi muñeca, calculo cuánto tiempo tardarían mamá y Jordan en llegar.

Todo esto me tiene muy asustada.

No sé cómo vayan a reaccionar, lo que vayan a decir o pensar. Al final de cuentas ellos saben lo mismo que todos.

Cuando tocan la puerta pego un salto en mi lugar y me levanto a abrir para encontrarme con el rostro de mi mamá, quien sin importar la edad siempre seguirá siendo la mujer más hermosa.

Ella me sonríe mientras alza las bolsas con algunas compras, yo le devuelvo la sonrisa y la ayudo a llevar todo a la cocina.

Durante los primeros meses después de que sucedió, ella estuvo quedándose conmigo aquí ya que papá no quería verme ni en foto.

Suspiro al recordar eso, porque es como una estaca en mi corazón, pero ya no dejo que me derrumbé.

Cuando Jordan llega, lo llevo a la sala con mamá. En mi mundo, ellos son las personas más importantes.

— Los cité aquí porque quiero contarles algo — ellos me miran serios y yo me siento en frente mientras me preparo para hablar.

— Ese día, yo lo ví todo...

Tres años antes...

Cuando salí del trabajo decidí ir con unos amigos a comer, sinceramente estaba muriendo de hambre después de tantas horas de trabajo.

Mientras todos comíamos y reíamos tranquilamente, mi teléfono comenzó a sonar.

Atendí de inmediato cuando ví que se trataba de Hannie, preocupada de que algo malo hubiese pasado.

Tenía un mal presentimiento.

Cuando su voz llegó a mis oídos me tense de inmediato. Estaba llorando.

— Danna...por favor, necesito que vengas... — después de eso corto la llamada sin darme oportunidad de preguntar que había pasado, se escuchaba desesperada y eso me asusto aún más.

Intente llamarla una y otra vez pero seguía mandándome al buzón.

— Sucedió algo? — pregunta una amiga del trabajo viendo cómo me apresuraba a tomar mis cosas. Los demás también me miraron.

— Tengo una emergencia — es lo único que contestó antes de dirigirme a la salida del restaurante.

Subo a mi coche y arranco, conduzco tan rápido que por un momento pienso que podría conseguir una multa. Pero nada de eso me interesa porque lo único que quiero es saber que mi hermana se encuentra bien.

En el trayecto a su pequeño apartamento pienso en los miles de escenarios y eso aumente la sensación de malestar en mi pecho.

Desde hace unos días la he visto un poco extraña, está más cerrada de lo usual, por eso me sorprendió recibir su llamada.

Estacionó mi coche lo más rápido que puedo y bajo prácticamente corriendo para luego entrara en el edificio en dónde está su departamento.

Todo mi mundo da vueltas y siento que el miedo comienza a asfixiarme.

Cuando llegó a su piso tocó el timbre pero nadie responde, comienzo a tocar la puerta tan fuerte que siento mis nudillos arder y cuando nuevamente nadie atiende siento como mis manos tiemblan y mi corazón late a mil por segundo.

Voy con la casera para decirle que tengo una emergencia y después de casi rogarle de rodillas que me dé la llave para abrir la puerta ella al fin accede.

Cuando abro todo está en completo silencio.

Camino hacia la cocina, su habitación, hasta que llegó a la sala.

Cuando la veo parada en mitad de la sala, me permito respirar aliviada de que esté bien, ella está de espaldas por lo que no puedo ver su rostro y yo me acerco a ella.

— Por Dios, Hannie me asustaste... — en ese momento ella se da vuelta y me callo de inmediato.

Ella tienen un arma.

Su rostro idéntico al mío está cubierto de lágrimas y veo que este se contrae en una mueca de disgusto.

Gemelas.

Yo fui la mayor apenas por unos minutos.

Ella me apunta con el arma al pecho y yo doy un respingo cuando veo que se acerca a mi .

— Hannie...q-que haces? — mi voz tiembla y ella aprieta los labios.

— Sabes...de las dos tu siempre fuiste la más bonita... — su voz es calmada y sus ojos tienen un brillo demencial que me asusta, porque no la reconozco.

Yo me mantengo en silencio y ella continúa.

— Se que suena estúpido por qué somos gemelas — ella ríe y mis ojos comienzan a arder por las lágrimas que comienzan a formarse. — pero tú y yo no somos iguales, no...porque tu siempre tenías que ser la mejor.

Lo dice con tanto rencor que me estremezco.

— La más bonita, la más inteligente, la más sociable...la chica de oro — dice con burla — todos siempre queriendo estar a tu alrededor, luchando por tu atención y yo te odiaba porque...eras tan malditamente perfecta.

>>Y mientras a ti te idolatraban, a mí me trataban como a un perro con zarna. Tú tenías a Jordan, pero yo no tenía ni un solo amigo, yo estaba sola. A nadie le importo, nuestros padres estaban demasiado ocupados dándote toda su atención a ti.

— Hannie...por favor, hablemos, podemos resolver esto..— ella no me deja terminar porque apunta a mi cabeza mientras se acerca tanto que siento el frío metal contra mi frente.

Tiemblo de pies a cabeza y las lágrimas en mis ojos caen sin cesar, intento ahogar los sollozos que luchan por salir de mi boca y ella también comienza a llorar.

— Odio ser tu sombra — sisea — odio que seamos iguales, y que en lugar de que las personas me vean a mi...te vean a ti...

— Hannie...— sollozo y siento que algo en ella se rompe.

— Ya no quiero ser tu sombra... — susurra.

Después de eso ella deja de apuntar mi cabeza para apuntar la suya y antes de que pueda siquiera mover un solo músculo...

Dispara.

Me quedé aturdida por unos segundos, inmóvil, viendo el cuerpo sin vida de mi hermana.

La sangre comienza a manchar la alfombra blanca y creo ver parte de sus sesos lo que hace que reaccione y vomité a un lado.

Suelto todo y siento como una capa de sudor frío se instala en mi frente, mi cuerpo tiembla y siento mucho frío, todo me da vueltas.

Ni siquiera puedo pensar.

Todo está en blanco.

Presente...

Cuando terminó de hablar, Jordan está inmóvil con el rostro totalmente pálido y la mirada perdida, mamá está llorando mientras cubre su rostro con ambas manos.

— Si tan solo hubiese prestado atención nada de eso habría pasado — digo mientras intento secar mis propias lágrimas.

— No es tu culpa, ninguno de nosotros lo notó, pero no es culpa de nadie — dice Jordan saliendo de su trance.

— Tienes razón, no fue culpa de nadie — dice mamá mientras intenta controlar su llanto.

Yo abrazo a ambos sintiendo el dolor en mi pecho que reconozco bien.

Ese mismo que siento cada vez que recuerdo.

Pero al mismo tiempo siento que me he quitado un peso de encima.

Un Diario PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora