LA NUEVA SEÑORA SCHLESINGER

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Después de hacer sufrir a Theo con la espera más larga que creo, lo he hecho esperar, finalmente me sentía lista para darle el tan esperado , mientras nuestra sopa se enfriaba y él terminaba de hacer sus materiales para la clase de la semana siguiente. La sexta era la vencida.

—Te amo, y ya eres increíble, no tienes que cambiar una sola cosa, solo tu apellido, claro.

Siempre me decía lo mismo una y otra vez, y realmente me sentía a gusto. Su participación en Industrias Schlesinger era prácticamente remota, si tenía que ir a Nueva York, solían ser viajes rápidos, y siempre me preguntaba si quería ir con él. Nunca me dejó fuera de sus decisiones, aunque pocas veces entendía de lo que estaba hablando.

Nuestra boda fue un evento grande, nunca soñé con una boda grande, la verdad, nunca soñé con una boda como tal. Casarme nunca estuvo en mis planes, pero Theo tenía una ideas increíbles, y me emocioné muchísimo con la preparación de todo.

El vestido lo encontré por accidente en una tienda cuando fui a visitar a mis padres, los zapatos me los regaló Peyton, y Phoebe me enviaba mensajes preguntándome por detalles. Ella se graduó de su posgrado un mes antes de la boda, y había estado muy alejada de todos. Según Theo, las peleas con Blake eran constantes, y nuestra pequeña apuesta sobre ella saliendo con Bart solo hacía más intenso a Theo. Por supuesto ganaría él, pero eso no lo sabíamos en ese momento.

Me levanté la mañana de la boda con un nudo extraño en el estómago. No estaba nerviosa ni tenía dudas, de verdad me dolía el estómago. La noche anterior me había comido cuatro pedazos de pizza, y Theo los otros cuatro, además de un batido de vainilla extra grande y una orden de papas fritas. Los dos queríamos tener una noche relajada antes del turbulento día que sería la boda. Según la superstición, no podíamos vernos antes de la boda porque era de mala suerte, pero a nosotros no nos importaba en lo absoluto pues no creíamos en eso.

Usamos el mismo método que usó mi hermana en su boda, un hotel para todos los invitados y uno de los salones para la fiesta. Recuerdo a mi hermana entrar a mi habitación como un huracán, la estilista iba detrás de ella y mi sobrina. Mi madre apareció unos minutos después y entre todas me ayudaron con el vestido, peinado y maquillaje. No quería algo muy exagerado, quería algo natural y discreto.

—Nadie se quiere ver discreto en su boda, cariño —me dijo mi madre cruzándose de brazos cuando me negué a la sombra de ojos azul.

—Yo si, y estoy segura de que no importa como me vista, seguiremos siendo el centro de atención de todos modos.

—Es su día, mamá, déjala que decida ella lo que quiere usar.

Theo estaba a solo unas cuantas puertas más allá de la nuestra, o tal vez no, la verdad no lo sabía con exactitud, pero todos los nervios y dolores de estómago solo desaparecieron cuando lo vi ahí, esperando por mi.

La fiesta fue mejor de lo que pensé que sería, y todos parecían pasarlo bien. Aunque creo haber bebido un poco más de la cuenta, y no recuerdo con exactitud los detalles, pero a la mañana siguiente, todo parecía haber calzado de manera perfecta.

Theo estaba a mi lado, podía sentir su respiración tranquila, y su pecho desnudo subía y bajaba a un ritmo pausado. Lo observé por horas, y algo dentro de mi me decía que estaba soñando, que no era posible que él realmente estaba ahí, junto a mi. Nos habíamos casado, luego de años de posponerlo, finalmente había llegado el día.

—Aunque tengo cerca de una década de despertar de esta forma, ahora se siente un poco diferente —lo escuché decir, aún con sus ojos cerrados, y con una sonrisa en su rostro —. Buenos días, señora Schlesinger.

No pude evitar reírme, sin duda el cambio de apellido era lo que él más disfrutaba.

—Me parece que son las tres de la tarde, señor Schlesinger.

—Sigue siendo muy temprano —dijo junto a una mueca graciosa.

Estuvimos ahi, mirando el techo de nuestra habitación de hotel por horas mientras hablábamos de todo lo que se nos venía a la mente. Algo que me dio una tranquilidad asombrosa, porque a pesar del anillo que usábamos ahora los dos, nada había cambiado entre nosotros.

—Te amo, creo que nunca te había dicho esto antes, pero... gracias. Gracias por ir a hablar conmigo aquella mañana en clase de Fabius, y por haber aceptado ir a comer con Tom y conmigo después... por ser mi mejor amiga hasta el día de hoy. Honestamente nunca pensé que volvería a amar a alguien después de lo que sucedió con Sophie, pero la verdad es, Anne, que gracias a ti, y solo a ti, he aprendido a ser feliz de nuevo.

—Cada vez que hablabas sobre Sophie, me sentía fatal... no por ti, sino por mi. Porque nunca podría ser como ella, y jamás podría llenar el vacío que dejó. Aún sigo sin poder llenarlo pero, he aprendido con el tiempo que ella siempre tendrá un espacio en tu corazón y eso está bien. Hace un tiempo quería decirte que me gustaría que fuéramos al cementerio. Me gustaría poder... hablar de chica a chica, sabes.

Eso lo hizo feliz, porque antes de irnos a nuestra luna de miel, pasamos por Nueva York al cementerio en donde ella se encontraba.

Su lápida era preciosa, de mármol con detalles tallados a mano en bronce y plata. Tenía flores frescas decorando la parte baja y una rosa en la parte superior.

—La última vez que vine aquí fue hace mucho tiempo —dijo Theo observando la lápida frente a nosotros. Se colocó de cuclillas y posó su mano sobre ella, cerró sus ojos unos minutos, y luego se levantó. Me observó y fue entonces cuando me paralicé —Las dejaré solas.

Me temblaban las manos, y un poco las rodillas también. No había muchas personas en el cementerio, y las que podía notar estaban algo lejos de nosotros. Theo se había alejado lo suficiente como para poder siquiera escuchar algo de lo que estaba a punto de decir, así que solo solté el aire que estaba reteniendo y me senté en el césped frente a la lápida.

—Hola... tal vez esto sea la cosa más extraña que haya hecho en mi vida, hablarle a una lápida, o tal vez de alguna manera si me estés escuchando donde sea que te encuentres... como sea, nunca tuvimos la oportunidad de conocernos. Soy Annabeth... aunque eso probablemente tú ya lo sabes... creo. La verdad es que no entiendo mucho todo el asunto de la vida y la muerte, algunos dicen que ustedes nos ven siempre y otras teorías dicen que solo desaparecen, así que me enfocaré en la teoría que dice que si me estás escuchando, solo porque no quiero parecer una idiota justo ahora —solté una pequeña risa y me quedé en silencio unos minutos antes de continuar —. Me casé con Theo, hace unos días. Fue una boda muy linda, algo más grande de lo que yo hubiese hecho, pero hermosa a final de cuentas —no pudo evitar soltar un par de lágrimas —. Supongo que lo que quiero decirte realmente es... gracias, porque nada de eso hubiese sucedido sin ti. 

Y entonces fue cuando me quebré.

—Gracias... por salvarlo, por haber evitado que él muriera esa noche... gracias por traerlo hasta mi. Siento que, de algún modo tuviste algo que ver, siempre lo he sentido.

Bajé mi cabeza, sollocé un poco, y justo en ese mismo momento, sentí una brisa fresca acariciar mi mejilla. Automáticamente levanté mi cabeza y miré hacia el azul celaje sobre mi, y sonreí.

—Gracias... —volví a decir a la nada, mientras respiré llenándome de una paz interior extraordinaria. 

Besé mi mano, y coloqué la palma sobre la lápida. Me limpié las lágrimas y me levanté del césped. Theo estaba no muy lejos, esperándome. No supe en que momento había llegado o si me había escuchado o no, pero cuando estuve frente a él, me tomó entre sus brazos y me abrazó en manera de consuelo.

—Te amo, muchísimo —le dije al mismo tiempo en que él limpió mis lágrimas.

—Y yo te amo muchísimo más a ti, Anne. Gracias por esto, significa mucho.

Y de ese modo, podría decirse que finalmente me perdoné a mi misma por todo el dolor que el recuerdo de Sophie me hacía sentir, y de algún modo, me hizo verla de manera diferente, como a una querida amiga que nos cuidaba a ambos desde donde sea que se encontrase. 

—Nos vemos, Sophie —me despedí, mientras Theo tomaba mi mano y la entrelazaba con la suya, antes de salir del cementerio rumbo a comenzar nuestra vida juntos. 

Anne, Schlesinger ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora