LA HERMANA MAYOR

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Mi hermana mayor no era específicamente mala, tenía una mirada de ángel indefenso, pero podía partirte la cara de ser necesario.

Aunque Peyton era la chica perfecta, no era muy buena académicamente, a decir verdad era tan ordinaria como cualquier otra persona, no destacaba por su cerebro pero sí por su popularidad con los chicos, la gimnasia y su apellido. Todos querían estar con ella y puedo asegurar que mi hermana amaba ser el centro de atención, más de la cuenta.

La diferencia de edad no era realmente tanta, solo 4 años y unos cuantos meses, por lo que ella siempre intentó tener una relación cercana a mí. Jugábamos juntas en el jardín, o en su habitación. Mi habitación era la más pequeña de la casa, pero siempre me gustó, la consideré mi guarida personal desde siempre, tenía un escritorio junto a la ventana y una biblioteca en la pared al otro lado. La mayoría de mis libros eran clásicos o ficción. Mi hermana siempre prefirió el maquillaje a cualquier otra cosa en general. Ella era la princesa de la familia, la que tenia permitido todo sin objeciones.

Peyton era una hermana normal, no era excepcional pero tampoco era mala persona, lo único malo en ella, era salir con Sebastian Walder. Por supuesto mi hermana no podía darse el lujo de salir con alguien que no compartiera sus mismos pasatiempos, al menos algunos, entre ellos la popularidad y el deporte.

Sebastian era el chico más atractivo de toda la escuela, y podía atreverme a decir que incluso de toda la ciudad, tal vez de todo el estado. Formaba parte del equipo de hockey, tocaba a guitarra y todas las chicas se derretían al verlo, pero mi hermana siempre fue la única capaz de retener su afecto... y eso fue tal vez lo más difícil que haya tenido que soportar en esos años.

Vi por primera vez a Sebastian en mi primer entrenamiento de Hockey en la primaria. Él estaba con al entrenador Sewell cuando nosotras entramos a la pista. Me pareció interesante la manera en la que se movía sobre el hielo, con tanta facilidad y delicadeza. Varios días después de eso, me  descubría observándolo más de lo necesario.

La primera vez que hablamos fue en el hielo, necesitaba varios pucks extra y el entrenador me envió a pedirle unos cuantos. No había notado que era él hasta que ya era demasiado tarde para salir corriendo.

—Tienes buena fuerza, te he visto atacar como me gustaría que muchos de mis compañeros lo hicieran —me dijo esa vez, y yo solo quería salir huyendo de ahí.

Un par de años después cuando Peyton empezó su segundo año de secundaria, me encontré a mí misma en la posición más incómoda del mundo. El chico del que estuve enamorada prácticamente todos esos años, estaba frente a mí al otro lado de la puerta de mi casa con una sonrisa enorme y una mirada de sorpresa.

— ¿Annabeth? —preguntó al verme casi tan impresionado como yo lo estaba. ¿Qué hacía Sebastian Walder en mi casa? — ¿Vives aquí? —preguntó bastante confundido.

Lo primero que pensé fue que había llegado con la intención de ver a los gemelos, los tres eran atletas y tenia total sentido que se conocieran. Nunca los había visto hablar y Sebastian era mayor que ellos un par de años como mínimo.

—Si... ¿qué haces tú aquí? —pregunté mirándolo con cierto miedo, esperaba que ignorara lo nerviosa que me ponía frente a él.

—Yo...

Esos nano-segundos que transcurrieron entre lo que sea que él iba a pronunciar y las palabras de mi hermana detrás de mí, bastaron para hacer mi pequeño corazón añicos.

— ¡Llegaste! —gritó Peyton desde algún punto a mis espaldas, y los ojos de Sebastian se iluminaron como velitas de cumpleaños. Era Peyton.

Sebastian estaba en mi casa para ver a mi hermana, nunca pensé que pudieran tener algo en común hasta ese día. Ambos eran del mismo año, atletas y populares, los números calzaban a la perfección y yo fui demasiado ciega como para notarlo siquiera. Esa noche, ella lo abrazó y lo besó como si yo ni siquiera hubiese estado a su lado, cerré la puerta principal, y solo me fui a mi habitación silenciosamente. Lloré un buen rato y dibujé mucho, hasta que me llamaron a cenar y fue entonces cuando tuve que probarme a mí misma que esto no me golpearía en lo más mínimo.

Que las personas eligieran a Peyton sobre mí era el pan de cada día. Estaba acostumbrada a permanecer en la sombra pero esto... me había dolido. Verlo a él, de entre todas las personas del mundo, junto a mi hermana, solo hacia que las heridas cicatrizadas volvieran a sangrar con más fuerza que nunca.

—Familia, él es Sabastian Walder. Seb, ellos son mi muy normal familia —dijo mi hermana enfatizando las palabras muy normal, causando una risa genuina en mi padre. Los escuche hablar sobre hockey y futbol por horas, hasta que ya no lo toleré más, pero para mi mala suerte, él me notó.

—No sabía que eras hermana de Annabeth —le dijo a Peyton y mi hermana me regalo una dulce sonrisa que me hizo sentir horrible. Ella me veía como la inofensiva hermana menor, estoy consciente de que ella me quería en ese entonces, no había razones para desconfiar de mí en lo absoluto.

—Se que es difícil ver el parecido, pero en efecto Beth es mi hermanita —le respondió Peyton con una sonrisa en sus labios.

—Es muy buena en el hielo, supongo que todos los Von Doith son atletas de sangre ¿no? —papá lo miró sin inmutarse, los temas de sangre aun parecían dolerle, se encontraba en recuperación de sus adicciones, pero siempre había que estar pendiente de cualquier posible detonador.

Me molestaba ver a Peyton feliz. Estaba celosa, no por ella sino por él.

En mi cabeza imaginé que por un segundo, él me observaría a mí de la manera en la que observaba a mi hermana.

— ¿No es encantador? —dijo mi hermana justo después de que Sebastian se fue esa noche. Se notaba que estaba encantada con él, y ¿quién no lo estaría? el tipo era increíble.

—Es bueno en el hielo —dije lo mismo que él mismo había dicho de mí, como si eso fuese algún tipo de código secreto entre ambos para decir "estoy enamorado de ti," aunque el código existiese solo en mi cabeza.

Anne, Schlesinger ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora