La mañana en la que mi madre se enteró de mi existencia, ya era demasiado tarde. Todas sus ilusiones de convertirse en una dama de la alta sociedad se habían venido abajo. Una niña y un par de gemelos con hiperactividad eran su límite, pero lo peor no era solo la idea de tener un tercer parto, sino de que ella estaba cien por ciento consciente de que este nuevo bebé no era producto del amor que se tenía ella y su esposo, no, eso jamás.
De niña siempre me pregunté porqué no tenía el cabello rubio como mi hermana, porqué mis ojos no eran del mismo tono chocolate que tenía padre, sino de un azul intenso que ninguno de mis progenitores portaba, me solían decir que lo había sacado de mi abuela materna, que el gen se había saltado una generación y eso era todo. Yo sabía que ocurría algo extraño desde el momento en que encontré a mi madre, después de mi fiesta de cumpleaños número cinco, llorar mientras veía un par de fotografías que mantenía escondidas detrás de una pila de papeles en una caja que según ella contenía todos los recuerdos valiosos de su infancia. Por supuesto necesitaba fervientemente saber qué le causaba tanto dolor, por lo que una tarde luego de la escuela me escabullí a su habitación mientras hacía la cena y encontré tres fotografías que me dejaron muchas dudas en la cabeza. La primera era mi madre un poco más joven y con un listón que leía "Damas Azules." y de fondo el club que papá frecuenta con sus amigos del futbol, la tercera era ella de niña con un cachorro en sus manos y la última, fue la que más misterio me expresaba, era mi madre junto a un hombre que me parecía conocido, no estaba segura de donde lo había visto, pero sus ojos azules me parecían vagamente familiares, luego de varios años de búsqueda, me enteré de que el hombre de la fotografía era mi verdadero padre, era lo único coherente, cada vez que cumplía años mamá se entristecía enormemente, aunque lo intentara esconder, y el hombre misterioso apareció con un regalo enorme en mi fiesta de cumpleaños numero diez. Mi padre lo abrazó y le preguntó sobre su visita inesperada. Mi madre por poco se desmaya al verlo y podia notar en sus ojos el miedo. Ese hombre tenia que ser mi padre, no había dudas, sin embargo, él nunca lo supo, y de saberlo, nunca intentó conocerme, recuerdo verlo de vez en cuando en el club, mi madre nos llevó todos los días desde su visita inesperada, estaba segura de que lo hacía con la intención de verlo, si lo hizo, no me enteré.
Al parecer, ser miembro del Club Campestre de Minneapolis era un requisito para aspirar a ser alguien en su época, y eso es algo que mi madre no ha podido dejar atrás. Mi padre, al ser ex jugador profesional de Fútbol Americano, tenía como beneficio el uso de las instalaciones del club para él y su familia. Era un miembro honorario, por decirlo de alguna forma, y la membresía corría por parte del club. Esto fue algo que mi madre encontró atractivo en él, por supuesto, un atleta profesional con una carrera prometedora en la NFL sonaba excelente en su cabeza de niña caprichosa. Se casaron jóvenes, de unos veinte años, papá pasaba por un excelente momento con los Vikingos de Minnesota, todos lo conocían en la ciudad, y eso hacía que el ego de mi madre creciera cada vez más. Luego, nació Peyton, mi hermana mayor. La niña perfecta en todo el sentido de la palabra. Mi padre la adoró desde el primer momento en que la vio, supo que sería una niña especial y la complació en absolutamente todo. Dos años después llegaron los gemelos, David y Kyle. Un par de terremotos con hiperactividad y déficit atencional diagnosticado a los cuatro años. Desde que aprendieron a caminar ya demostraron ser increíbles con el balón de fútbol, y al parecer, eso les ayudo con su interminable consumo de energía. Siguieron los pasos de papá en casi todo, tenia un futuro asegurado en el deporte y eso alegraba a mi madre, quien siempre presumía de sus habilidades con las demás mujeres del club, todo estaba perfecto en su vida, hasta que llegué yo.
Tener cuatro hijos no estaba mal visto, pero era una responsabilidad extra que le limitaría su tiempo de visitas obligatorias en el club, al menos si quería mantener las apariencias de que todo estaba en orden con la familia Von Doith, lo cual no era cierto.
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Anne, Schlesinger Extras
RomansaAnnabeth Von Doith es la oveja negra, desde pequeña demostró no ser la más diestra para el fútbol americano o la gimnasia, es la menos atlética en comparación a sus 3 hermanos mayores, y su padre no parece muy feliz de que pierda su tiempo en tonter...