EL NIÑO DE LOS OJOS LINDOS

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Pensé que mi primer amor había sido Sebastian, y en realidad, si lo había sido, pero además de él y mi pequeño enamoramiento por Dae, había caído accidentalmente en una obsesión por un niño que había visto en la televisión a los doce años. El niño no era un actor, ni un cantante famoso, era solo un niño normal, o al menos lo más normal que podría haber sido en ese momento.

Autumn me había invitado a su casa a ver la última película de una saga muy famosa que estaba en su apogeo. Llegamos a su casa después de la escuela y me envió a encender el reproductor de DVD mientras que ella hacía las palomitas de maíz y preparaba las bebidas. Yo me dediqué a buscar los controles remotos y cuando encendí el televisor, ahí estaba él.

No parecía nervioso, aunque si un poco asustado por la repentina presión del momento. Recuerdo mirar la pantalla con suma atención, sin siquiera respirar.

Autumn apareció preguntando que estaba viendo y la mandé a callar en el momento.

— ¿Eso es una competencia de deletreo? —quiso saber, pero yo solo podía hacerla callar y concentrarme en la manera ágil del niño al decir una palabra que yo jamás hubiese conocido a esa edad.

— ¿Por qué estamos viendo esto y no a los espías bonitos? ¿Lo conoces?

Había dejado de escuchar la voz de Autumn en el momento en que enfocaron el rostro del niño, era precioso, incluso más que Dae, tenía unos ojos azules oscuro espectaculares, no como los míos que eran mas de un tono gris que azul, aunque se veía algo triste.

Dejamos la idea de la película de lado cuando el niño llegó a las últimas rondas del concurso nacional de deletreo, ni siquiera sabía que pasaran esa clase de eventos en televisión. Durante uno de los descansos antes de la ronda final, los presentadores hablaron de los dos finalistas. Era mi oportunidad de saber quién era el niño que me había cautivado por completo. Durante las otras rondas solo los llamaban por un número, y me había pasado cerca de una hora y media con la mayor incertidumbre de todas.

—Creo que se llama Brad, tiene cara de Brad.

—Los Brad suelen ser unos tontos, está en la final del concurso nacional de deletreo, no se puede llamar Brad —recuerdo haberlo defendido, y Autumn comenzó a reír mientras los presentadores acababan de hablar del otro niño finalista que honestamente no me interesaba en lo absoluto.

El segundo finalista de la tarde es Theodore Schlesinger, quien representa a la Academia St. Adrien, como bien sabemos estudiantes de dicha academia han ganado el certamen en, escuchen bien, dieciocho ocasiones. No sé qué piensas tú de las rachas, Jeffrey, pero yo creo que St. Adrien añadirá un trofeo más a sus repisas esta noche —dijo una de las presentadoras mientras una fotografía del niño aparecía en la pantalla junto a su información personal.

Theodore Schlesinger, doce años, Academia St. Adrien, Nueva York. 

—De acuerdo, yo digo que es un niño extranjero que compró su espacio en el certamen. ¿Escuchaste lo que dijeron? Su escuela ha ganado dieciocho veces, de seguro es una de esas escuelas para genios o millonarios, o ambos.

Me hubiese gustado decirle a Autumn que se equivocaba, que el niño lindo, Theodore, no era un niño extranjero que había comprado su puesto en el certamen, me hubiese gustado defenderlo de alguna forma, pero estaba tan absorta en toda la información que tenía frente a mi que lo dejé pasar. Por meses me había obsesionado con él, era como cuando Peyton le juraba amor eterno a alguna estrella de cine.

Una tarde en la biblioteca puse su nombre en el buscador de Internet, no me salió mayor cosa además de noticias sobre su gane en el certamen de deletreo, pero también algunas cosas sobre sus padres siendo importantes empresarios, y eso me llevó hasta conocer casi todo de su familia. 

Sus padres eran Charles y Angeline Schlesinger, los directores y fundadores de la compañía Industrias Schlesinger. Me impresionó bastante ver que el niño era su hijo, no sabía quienes eran los dueños de la marca de computadoras que estaba usando en ese mismo momento en la biblioteca de mi escuela hasta ese momento, tampoco sabía que existían unas escuelas privadas ultra exclusivas en donde solo los hijos de las personas más importantes del país acudían, y tampoco tenía idea de que ese niño de ojos preciosos que además era heredero de un imperio tecnológico y probablemente el chico más inteligente y bueno del mundo, se llegaría a convertir en la persona más importante de mi vida.

Anne, Schlesinger ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora