Capítulo 7

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Diana

Despierto con el sol que se esconde en el horizonte dando un espectáculo en el cielo con el crepúsculo naranja intenso que yace sobre mí, y aun así me molesta quemándome la cara.

Tengo la mejilla caliente por la exposición a los rayos solares, y yazco sobre una de las tumbonas que rodean la piscina que se encuentra en la parte posterior del palacete.

Un lugar maravilloso con borde infinito y rodeado de un jardín repleto de árboles ornamentales.

Después de mi encuentro con Dante en el gimnasio este se fue dejándome allí con el corazón en la boca.

Es un dolor de cabeza lidiar con un hombre así, tan petulante y jodidamente bueno a la vez, para relajar la tensión que me causó me di unos chapuzones en la piscina.

<Todavía lo recuerdo encima de mí con aquella cosa dura>, ufffff, eso estuvo peligroso.

Es el tipo de hombre al cual es difícil resistírsele a sus encantos, ya que los tiene más afilados que un cuchillo, son un arma letal.

Pero es bien tonto si cree que eso me afecta, puede estar todo lo jodidamente bueno que esté, que yo no voy a estar a los pies de nadie, no nací para rendir pleitesía, los hombres me sirven a mí.

—Señorita Diana—

Me llama Lucía una de las muchachas del servicio.

—Le traje esta bebida—pone el vaso sobre la mesita que tengo al lado—no le aconsejo que se quede aquí fuera por la noche, la temperatura suele bajar y puede resfriarse.

Hace el amago de irse y la llamo.

—Lucía por favor quédate un rato más y charlemos, me aburro mucho sola—

En los días que llevo aquí he tenido poco contacto con el personal de la casa los cuales son bastante pocos, y a Dante no lo ha visitado ningún amigo.

Lucía es la única que se ha acercado a mí y se lo agradezco, ya que debido a eso no me he sentido tan sola en este inmenso lugar.

—Dígame señorita—toma asiento en la tumbona del frente.

—No me digas así por favor, no soy tu jefa—

—Si lo sé, pero no quiero que el señor Dante me vea tratándola tan casualmente, no vaya a ser que se moleste—

—A Dante que se lo follen—Digo y le saco una sonrisa.

—¿Por cierto donde está Don Arrogancia?—le pregunto y mira a su alrededor.

—El señor se encerró en su habitación toda la tarde y hace poco salió hacia la ciudad—

Ese cabrón se va y me deja aquí, sola, con lo aburrida que estoy<pésimo servicio de protección>, no creo que si intentan matarme las empleadas vayan a defenderme con las escobas en la mano.

—¿Siempre ha sido así?—

—¿Así como?—me mira frunciendo el ceño.

—Tu sabes, tan arrogante, petulante, ególatra, engreído, orgulloso, odioso, etc, etc, etc—muevo las manos en círculos dándole a entender todos los adjetivos que definen a su señor.

—Bueno—

Se lleva las manos a la boca intentando ocultar su sonrisa apenada.

—El señor tiene esas características que lo hacen un poco especial, siempre las ha tenido desde que trabajo aquí—se queda mirando al horizonte

—Sin embargo es buena persona con nosotros los empleados, y a pesar de su carácter no nos maltrata, ni nos humilla—

Lo dice con bastante sinceridad, como si me quisiera transmitir algún sentimiento de aprecio que tenga hacia él.

Hermandad De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora