ISABEL
"Lo lamento, usted no va a volver a caminar." "Usted es estéril, por algún accidente que tuvo hace años." Esas frases se repiten en mi cabeza una y otra vez, que dijo el doctor Rafael.
Por mas que siempre trataba salir a delante con mis problemas, era como si todo lo malo se empeñara a estar siempre en mi vida. Esta vez ni un chiste de Ricardo ni ninguna película de comedia me pudo levantar el ánimo. Mi madre había destruido mi vida para siempre. Y lo peor de todo, es que ya mi ángel me había pedido que me fuera con él porque temía que me pasara algo, pero yo por buena hija, o por terca, o por lo sea, no me fui con él. Y ahora estoy pagando las consecuencias.
No puedo hacer otra cosa más que llorar. Pero ni siquiera los sollozos salen de mi garganta. ¿Que mas puedo hacer que llorar? No, de hecho, ya no tengo fuerzas ni para llorar.
Escuche que la puerta de la habitación del hospital se abría, dirigí mi mirada hacia la puerta y me encontré con unos hermosos ojos llenos de preocupación. No podía mirarlo así que aparte mi mirada y me concentre en una pared.
—hey, hola— trato de sonreírme, pero su sonrisa no llego a sus ojos.
—quiero estar sola—
—no— fue todo lo que dijo, pero con firmeza, causando que dirigiera mis ojos a los suyos.
—quiero estar sola, Jacob— repetí. Mi piel se erizo por la forma en que le hable.
Lo vi acercarse algo temeroso de mi reacción. Se sentó en el borde de la camilla, mirándome directo a los ojos. Puso su mano en mi mejilla y movió su dedo pulgar acariciándome, ese gesto me debilito más de lo que ya lo estaba. Absolutamente no me esperaba eso. Apoye mi cara en la palma de su mano. Lagrimas comenzaron a rodar fuera de mis ojos sin mi autorización. El las quito con tanta ternura que causó que saliesen más y me jalo hacia él para abrazarme.
—lo lamento— sollozo en su hombro —Tu siempre has estado ahí para mi, tratando y ayudándome y mira como te trato. Lo lamento—
—no te preocupes, mi niña, siempre voy a estar ahí para ti. Tú llora, desahógate.— El se acomodó a lado mío, apoye mi cabeza en su pecho, nuestras piernas entrelazadas, y ahí nos quedamos. El pasaba los dedos por mi cabello mientras las lágrimas que tenía en mis mejillas se secaban.
JACOB
Baje de mi coche después de regresar del apartamento. Como no era ningún familiar de ella no me habían permitido quedarme a dormir con ella y cada noche tenía que dejarla aquí, sola. Cuando me hicieron saber que no podía quedarme casi les arme tremendo alboroto, pero Isabel salió para tranquilizarme. Ella me insistió en que era lo mejor, que me fuera a mi casa a descansar por las noches. Y así estuvimos por todo el tiempo que estuvo en el hospital.
Como nunca solía dormir más de cinco horas, aproveche para ir al taller a continuar con algunos vehículos de clientes que estaban pendientes. Y cuando tenía alguna noche libre, tenía algunas carreras callejeras de las que me mantenía.
—¿a dónde vas?— pregunte dudoso al mirar a Isabel en la puerta de entrada del hospital, siendo conducida fuera por una enfermera.
Sin atreverse a mirarme directo a los ojos y nerviosa, bajo la vista hacia el suelo. La mire con el ceño fruncido.
—¿que está pasando?— mire a la enfermera para que me diera razón alguna pero está enseguida alejo la vista de igual manera. Ninguna me daba razón e Isabel no se atreví a mirarme y eso me enfureció. —¿Isabel? ¿Que coño sucede?— se atrevió a mirarme a los ojos y no me gusto para nada lo que miraba. Estaba a punto de llorar.
—Muchas gracias por haber estado ahí, siempre, para mí.— comenzó con voz débil, trate de interrumpirla pero enseguida me acalló con una seña para que la dejase continuar —Gracias por todo. Te amo mucho, nunca lo olvides.—
¿Acaso pensaba dejarme? Porque lo que me dijo se sonó como despedida y ya estaba lista para irse.
—¿porque esto me suena como una jodida despedida?—
—me voy— respondió en un susurro. Yo negué repetidas veces.
—no, no vas a irte, no vas a dejarme—
—lo lamento, pero no quiero que pases tu vida cuidando de una invalida. No te corresponde, no tienes porque hacerlo. Disfruta de tu vida, de tu juventud, y se feliz, te lo mereces.—
—estas mal si piensas que voy a dejar que te vayas. No lo voy a permitir... El único que decide aquí lo que yo merezco o no soy yo. Te amo, y mi vida es feliz desde que tu llegaste— le dije, tratando de ser lo mejor sincero posible.
—yo también te amo, eres un gran...— la interrumpí
—no, ni lo digas... Yo no me refiero a un amor de amistad. Yo te amo, me gustaste desde ese primer día, cuando te conocí, y me eh ido enamorando de ti. No puedo y no quiero dejarte ir— sus lagrimas contenidas resbalaron por sus mejillas.
—no me hagas...no te hagas esto. No necesitas a una invalida que cuidar en tu vida— dijo, me arrodille enfrente de su silla de ruedas.
—maldita sea, yo te necesito a ti, no importa si estás en silla de ruedas o en cama. Cuidarte es lo que más quiero, me vale mierda como estés— ella acaricio mi mejilla con mucha ternura.
—te amo— son las mejores palabras que pudieron salir de sus hermosos labios. Me impulse y uní nuestros labios en una beso que desde hace mucho tiempo deseaba.
—¡wow!— exclamó la enfermera, soltando un largo suspiro.
Los dos nos separamos ante ese gesto de la enfermera, recargue mi frente en la suya y sonreímos los dos, en parte burlándonos secretamente de la enfermera. Que de hecho se me había olvidado que estaba presente. Aun que con los besos de Isabel quien no.
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Mis Mejores Milagros
عاطفيةÉl llego en el momento en el que más lo necesitaba. Estaba a punto de desmoronarme y darme por vencida. Desde ese día en el que él me encontró llorando, sangrando, sin un abrigo que me quitara el frío del tormentoso invierno no nos hemos separado. Q...