Parte 22

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La semana se pasó tan rápido como un parpadeo de ojos. Para mi horror, el verano se había acabado, y eso significaba que tenía que volver a clases. Mi trabajo como niñera obviamente había llegado a su fin con la cirugía, pero Ten, Yuna y toda la familia me quería cerca. Prometí visitarlos cada tarde, para ver el progreso de mi novio y acompañarlo a cada momento. Nunca faltaban los ratos en los que nos dejaban a solas y aprovechábamos para besarnos; Yo más que nada, impaciente, al tener miedo de que aquellos fueran los últimos besos con él.

Y un día cambió todo.

Manejé con prisa desde el instituto hasta casa de Ten, las calles repletas del tráfico de las tres de la tarde y una hamburguesa a medio comer de Yiren, que había olvidado cuando la dejé en su casa. Finalmente, hoy era el día en el que le quitarían las vendas a Ten, al fin podría ver y todo sería normal de una buena vez por todas. Me encontré con Bambam sentado en los escalones del patio delantero, con las manos sosteniendo su cabeza, a la vez que sus codos se enterraban en sus muslos. Estacioné el coche y me bajé felizmente a saludarlo.

— ¡Bambam! ¡He llegado! —Grité mientras me acercaba hacía el corriendo y por poco, brincando de la felicidad. Estaba nerviosa y algo agitada. Bambam levantó su cabeza y me miró con una expresión nublada. Tenía los ojos inyectados en sangre y una mueca de tristeza en su rostro. Me preocupé—. ¿Qué ocurre? -Él se incorporó y sin decir una palabra, se acero a mí y me abrazó, enterrando su rostro en mi hombro y comenzando a sollozar—. ¿Qué es? ¿Qué tienes?

—Ten, él... Miеrda. ¿Cómo explicártelo? —Lo miré confundida, sin poder entenderlo—. ¡Él no recupero la vista! La jodіda cirugía no sirvió para algo más que ilusionarnos. ¡Mi hermano estaba tan ilusionado y todo fue una jodіda mentira! —Comenzó a sollozar aún más fuerte, pero esta vez yo no presté atención. ¿Sus palabras eran ciertas? Oh no. Por favor no, no. Esto no podía ser cierto, no... Mordí mi labio y reprimí las ganas de llorar y salir corriendo. No podía creer que el destino fuera tan cruel con él.

—Entraré a verlo —Dije, sorprendiéndome a mí misma con el tono de mi voz. Bambam se separó de mí y me volteó a ver.

—No lo hagas. No quiere estar con nadie —Pasó una mano por sus ojos, tallándolos—. Incluso le gritó a mamá. Él nunca le había gritado.

—Confía en mí. Intentaré hablar con él.

— ¡Sook, no! -No lo escuché y entré a la casa corriendo. Me di cuenta de que todas las luces estaban apagadas. Ni Yuna ni Sorn se encontraban a la vista, y me pregunte qué tan cabreado se ha de haber puesto Ten como para gritarle a su madre. Era comprensible en su estado, pero me imaginé que Yuna estaría hecha un desastre.

Hice el mismo recorrido de siempre, con ansias al subir las escaleras y con un nudo en mi estómago al abrir la puerta del cuarto de Tuna. Había libros y ropa regados sobre el suelo. Las sábanas se encontraban revueltas sobre la colcha y las cortinas mal acomodadas sobre el soporte. Como si un huracán hubiera destruido el cuarto. La puerta del armario estaba entreabierta y unos pies sobresalían cómicamente. Me acerqué de puntas y la abrí totalmente.

Ten estaba acurrucado en la esquina, con una mano tapando su rostro y las rodillas flexionadas. Se oían sus sollozos y tenía su mano libre hecha puño. Lo observé y se me rompió el corazón. Me acerqué y me arrodillé frente a él, intentando tomar sus manos. Él me aventó las manos hacia otro lado.

— ¡Aléjate de mí! ¡No quiero hablar con nadie! —Gritó, levantando el rostro. Estaba hinchado y con los ojos fuera de órbita. Mordí mi labio, sin alejarme.

—Solo soy yo. Vamos Ten, mírame, solo quiero... Oh no. Miеrda, miеrda, miеrda.

— ¿Acabas de oír lo que dijiste? ¡¿Cómo quieres que te mire?! ¿Acaso no ves cómo estoy? ¡Entiéndelo Sook! ¡Estoy ciego! ¡C-i-e-g-o! Y para mi condición, ¡Siempre lo estaré! ¡Siempre seré un maldito inútil! ¿Por qué no lo entiendes? —Se levantó y frunció el ceño, dilatando su nariz. Se acercó a mí y me fue acorralando en la pared.

—Pero Ten, claro que no es cierto...

— ¡Por supuesto que lo es! ¡Deja de fingir! —Pegó un puñetazo a la pared, a centímetros de mi rostro. Cerré con fuerza mis ojos, apretando y dejando que las lágrimas salieran a borbotones, corriendo por mis mejillas. Ahora tenía no solo tristeza y coraje, si no que miedo—. ¡Estoy harto de que la gente alrededor de mí finja todo el tiempo! ¡Sobre todo tú!

— ¡Yo nunca te he mentido en nada! —Abrí los ojos y grité de vuelta, con la voz quebrada.

—Admite que, si no fuera por tu maldita necesidad al dinero, nunca te hubieras acercado a mí. Nunca en tu sano juicio te acercarías a alguien como yo, vamos ¡Admítelo!

— ¡Estás loco! Fue un simple trabajo, ¿Recuerdas? Y para eso son los trabajos, para conseguir dinero... Además, nadie me obligó a quererte. ¡Nadie me puso una pistola en la cabeza y me dijo que debía amarte de esta manera! —Lo último entre susurros. Ten se quedó en silencio, respirando pesadamente. Lo encontré aún más pegado a mí, incluso podía sentir su aliento tibio chocando contra mis labios entreabiertos. Mordí mi labio y sin poder evitarlo, me lancé sobre él y le planté un beso, tan duro que me sorprendí por mi atrevimiento. Mordisqueé y lamí la comisura de su boca, gimiendo y acariciando su cabello. Ten pasó sus manos por mi cintura, levantando mi camiseta y tocando mi vientre. Nuestras lenguas chocaron e iniciaron una batalla en el interior de nuestras bocas. Sentí como se derramaban sus lágrimas y corrían por mis propios pómulos y bajando así a mi boca. Ten, también lo pudo sentir y se alejó de golpe, limpiando sus ojos. Pasó una mano por su boca y apunto hacia afuera del armario.

—Vete de aquí. Quiero que sea la última vez en tu vida que vienes a esta casa. No quiero que me busques, y créeme, si pudiera verte te diría que ojalá no pudiera volver a verte nunca... -Me quedé paralizada, aún pegada a la pared.

— No sabes lo que estás diciendo... ¡Estás demasiado enojado como para razonar! —Grité.

— ¡Lárgate de aquí! —No me moví de mi lugar por unos pocos segundos. Ten se desesperó y me tomo por los hombros, jaloneándome—. ¡Qué te largues de aquí! ¿Qué no oíste? ¡Lárgate!

Me aventó hacía afuera y se encerró dejándome sola en su cuarto. Negué con la cabeza y comencé a golpear la puerta.

— ¡Estás cometiendo una tontería! ¡Por favor! Ten, piensa, por favor... -Quedé sin energías y me fui deslizando hacia abajo, con un llanto incontrolable y gritando su nombre. No sé cuánto tiempo estuve así. Bambam me oyó y subió, abrazándome y por poco arrastrándome para que saliera de ahí. Me hacía daño a mí misma.

Me negaba a que las cosas fueran así para nosotros dos. Él no podía hacerse esto. Él no podía hacerme esto a mí. Simplemente no tenía lógica. No tenía razón de ser... ¿Cómo sería capaz de seguir viviendo si no era con Ten? ¿Sería capaz de sobrevivir sin sus besos, sus caricias...? Por supuesto que no. Mi vida no volvería a ser lo mismo sin él, y de eso estaba segura, pero ¿En serio las cosas terminarían así?

Blind Heart [Ten]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora