Parte 8/2

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Después de haberme duchado, secado el cabello y enrollarme en una toalla blanca, Yiren me esperaba impaciente en su cuarto, con pinzas en una mano y en la otra, un cepillo puntiagudo. Me obligó a sentarme en una silla, ya que yo era un par de centímetros más alta que su metro sesenta y uno de estatura, por lo que peinarme parada hubiera sido un total martirio. Comenzó a enrollarme todo el cabello, hasta terminar dejándolo en suaves ondas de color ébano y una flor artificial del mismo color sobre mi oreja izquierda. También hizo una pequeña trenza en la coronilla y la sujeto en el lado izquierdo de la cabeza. Después de haber terminado con mi cabello, decidió que lo mejor sería probarme la ropa primero, en caso de que no me gustara como que quedará y tuviera que elegir otros tonos para el maquillaje.

Daba igual lo que eligiera, porque en su mayoría, el vestuario de Yiren era color negro, pero bueno, no me pondría a discutir nada de esas cosas con ella. Comenzó a tomar ropa y tirármela en mi dirección. Cuando ella terminó, yo estaba sobre la cama con todas las prendas encima de mí, aplastándome. Ella río.

Al final, decidí ponerme unos vaqueros rasgados y oscuros, junto con una blusa desmangada del mismo tono y un blazer color vino, ya que hacía un poco de viento afuera. Cuando retomó el asunto del maquillaje, me aplicó tantas capas de este que me sentía como un payaso. Me opuse a esto y decidí quitarlo, aunque ella opuso resistencia y comentó que cuando me viera en el espejo, quedaría más que satisfecha. Por lo cual le creí. Después aplicó colorete sobre mis mejillas y pómulos y sombras oscuras en los párpados. Solo puso un poco de brillo en mis labios e indicó que me fijara en el espejo.

Wow. Y vaya que me veía bien. No recuerdo haberme quedado sin palabras al mirar mi aspecto desde el séptimo grado, en el que acompañé a Kun a su graduación. Ese día me habían obligado a usar un vestido rosa—odio el rosa— y también me habían alisado el cabello, me veía muy diferente. Como hoy, solo que esta vez, me gustaba más porque no tenía que llevar ningún horroroso vestido rosado. Me giré hacía Yiren con una sonrisa en el rostro y la abracé.

— ¡Muchísimas gracias! ¡Apenas me reconozco! —Las dos reímos mientras seguíamos abrazadas—Eres una bruja, ¿sabías?

— ¿De las blancas o las negras? —Preguntó ella.

—De las dos —Le dije mientras ella me lanzaba una almohada directamente hacía la cabeza

—Te quiero. Aunque seas una tonta —Yiren me dijo, separándose de mí. Le sonreí.

—También yo, tonta.

A las siete de la noche, me encontraba afuera de la casa de la señora Yuna. Ya que nunca había estado ahí de noche, el ambiente había cambiado mucho. Los faroles de la calle iluminaban gloriosamente hacía la casa, como si tuviera vida, o algo así. La fuente del patio delantero también emitía luz y un pequeño señor al que reconocí como Jisoo—que era el mayordomo, jardinero y chofer de la señora Yuna—, estaba regando el recién podado pasto. Lo saludé brevemente y después de sacarle la vuelta al agua, me dirigí hacia el interior de la casa. Ya que trabajaba aquí, Yuna me había dado unas copias de las llaves, y no necesitaba tocar el timbre y esperar a que me abrieran.

Como era costumbre, Yuna no se encontraba en casa, por lo cual me evité el darle explicaciones de porque estaba aquí tan tarde. Subí las escaleras dando trompicones y me dirigí hacía el cuarto de Ten. La puerta estaba medio abierta, pero aun así toque, entrando mientras lo hacía. Él estaba sentado sobre su cama tomando agua e intentando amarrar los cordones de sus converse rojos. Lo miré.

Había acertado en el blanco al llevar puesta esta ropa. El también llevaba unos vaqueros negros, aunque no rasgados, una camiseta gris que decía Arcade Fire y un cardigán negro. Amaba a los hombres que podían llevar un cardigán y aun así verse bien. Llevaba el cabello húmedo y alborotado sobre sus ojos marrones. Sonreí.

 — ¿He llegado a tiempo? —Le dije mientras me sentaba en el piso frente a él y tomaba uno de sus pies entre mis manos.

— ¿Qué haces Sook? —Pregunto él en tono serio.

—Uy. Estoy amarrándote los cordones—Le dije mientras terminaba con su pie izquierdo y después tomaba el derecho— Por cierto, lindos converse.

—Gracias. Ahora, ¿nos vamos? —Dijo mientras se levantaba de la cama y comenzaba a caminar hacia la puerta de su cuarto, tocando las paredes para no tropezarse. Me incorporé y lo seguí

—Vale, pero cuidado con las escaleras.

Cuarenta y cinco minutos después de inútiles instrucciones por parte de Ten y varias canciones de Coldplay cantadas a todo pulmón en el coche, finalmente llegamos a casa de Lucas. Vivíamos en la misma zona, solo que su casa era muchísimo más hermosa y deslumbrante que la mía. Estaba empezando a odiar el hecho de juntarme con gente con casas como estas.

Era de color marrón y tenía rejas oscuras, grandes ventanales que daban vista a la ciudad y una exuberante chimenea construida solo con piedras lisas. Apenas y podríamos llegar hasta allá, de la cantidad tan enorme de gente que había. Tome el brazo de Ten, para no perdernos ni él, ni yo. 

Blind Heart [Ten]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora