Parte 5/2

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—Claro, me va a dar muchísimo miedo —Dijo él con sarcasmo mientras caminábamos por el pasto— ¿Para qué querría meterme en ese juego, si no podré ver absolutamente nada? —Bien él tenía un punto. Pero yo también.

—Porque, —Le decía mientras estaba a punto de tropezar con un niño pequeño—, yo tampoco podré ver nada. De hecho, nadie lo hará. ¿Casa de los espantos?. Todos saben bien que esa atracción fue hecha para que las parejas entraran, que estas últimas se asustaran, cerraran sus ojos y se dejaran guiar por sus novios, que también avanzaban con los ojos cerrados. ¿Entiendes mi punto? Solo habrá gente besándose ahí adentro -Ten sonrió y levanto las dos cejas. Después, yo caí en la cuenta de todo lo que había dicho y me sonrojé. —No me refería a que tú y yo entraríamos a manosearnos. Es decir, tampoco somos pareja, ¿sabes? No tenemos por qué hacerlo —Me sonroje aún más. Palabras sin coherencia salían de mi boca y Ten se reía por lo bajo. Deseé no haber dicho nada.

— Olvídalo. Iremos, ¿sí o no? Llévame rápido —Dijo él mientras sostenía mi mano y lo guiaba hasta allá.

En efecto, yo no me equivocaba. Nos formamos detrás de pequeña fila de parejas que también entrarían en la casa de los espantos. Hombres y mujeres manoseándose o dándose besos de muerte en mis narices. Supuse que yo y Ten, probablemente estábamos dando la misma imagen de pareja pervertida que solo entraría a la casa para hacer otras cosas que no sean prestar atención. Me comenzó a dar calor por la vaga idea y me solté de su mano.

La fila comenzó a avanzar poco a poco, hasta que por fin los dos estuvimos dentro. No era más que una especie de casa antigua por dentro—obviamente montada por los trabajadores de la feria—. El salón principal era pequeño, pero estaba bien amueblado, aunque los muebles parecían deteriorados. Había una serie de puertas alrededor del salón y unas escaleras cortas que daban al segundo piso de la casa, donde ya no se veía más luz. Las parejas—Solo entraban diez personas por turno—, se dispersaron por todo el lugar. La mayoría se dirigió hacia la parte de arriba, con un par de risitas. Me imagine a que iban. Pronto, Ten y yo fuimos los únicos en quedar en el salón.

— ¿Y bien? ¿Dónde está el alboroto? —Pregunto él, impaciente. Yo sonreí y me acerqué a él.

—Este lugar realmente no da miedo. Son solo puertas y escaleras, y apenas y se puede ver algo —Me sobresalte por un grito en la parte superior de la casa y me aferré al brazo de Ten.

—Qué bueno que no te de miedo —Sonrió divertido por mi reacción, pero aun así no me aparte de él—Bien, ¿qué esperas? Vamos, continúa recorriendo la casa.

Entramos a uno de los cuartos donde otra pareja también se encontraba. En este no podía ver absolutamente nada, y según decía la otra pareja, este cuarto solo era para distinguir cosas con el tacto. Tome de la mano a Ten y nos acercamos a un rincón. Me sentí mareada por su cercanía, pero no lo aparte. En vez de eso, comenzamos a tocar los objetos en la habitación.

Unos brazos me envolvieron por detrás y lance un grito, horrorizada.

— ¡Cálmate! Solo soy yo —Dijo Ten mientras lanzaba una carcajada.

Solté varias palabrotas y después caminamos hacia otro cuarto. En este si había luz, para mi desgracia. Era como una especie de cuarto de recién nacido. Había dos cunas de madera clara y empapelado azul con decoraciones de caballitos de madera, pegado sobre la pared. También, entre las dos cunas había una gran mecedora, y sentada en ella había un gran payaso recostado. Sabía lo que pasaría, así que mejor decidí salir antes de que fuera demasiado tarde. Devuelta en el salón, Ten hablo.

—Que gallina eres. ¿Podrías mantenerte en un lugar, aunque sea unos cinco segundos? Te pagaré diez dólares si lo logras hacer.

—Cállate —Le dije molesta— No tengo miedo, es solo que ya me aburrí. Deberíamos de salir.

—Estamos saliendo —Dijo con esa mueca torcida sobre sus labios, a la cual ya me había acostumbrado.

Me sonroje.

—No seas tonto. Tú sabes bien a que me refiero. Deberíamos salir de aquí.

—No —Dijo el firmemente— Un cuarto más, ¿vale? - Gruñí.

—Bueno. Como quieras. -Hicimos el recorrido hasta el cuarto más alejado en el salón, a un lado de las pequeñas escaleras. La puerta no tenía ningún símbolo por fuera, así que no tenía ni la menor idea de que encontraríamos allí dentro. Camine por detrás de Ten, mientras el entraba y me colocaba a un lado de él.

En la habitación que era mucho más pequeña que la anterior, solo había un cristal transparente, que llegaba desde el suelo hasta el techo. Daba la ilusión de que era una pecera gigante, bueno, de hecho, eso es lo que era. Estaba rellena por agua un poco turbia, arena en el fondo y un par de algas y otro tipo de fauna marina, que seguro se podía conseguir en cualquier tienda de mascotas gigantes. Realmente, no daba nada de miedo, aunque eso sí, para ser una feria ambulante, era mucho mejor que cualquier circo o parque de atracciones que hubiera visitado.

— ¿Qué hay en este cuarto? —Pregunto Ten calmado. Le describí cada rincón del lugar y el solo asintió— Bien, me ha tocado entrar a un cuarto parecido en una casa de espantos, hace como tres años. Y vaya que realmente me espante —Dijo sonriente. Lo estudie.

— ¿A qué te refieres? —Le dije curiosa— Y por favor, ¿podrías quitar esa sonrisa de maniático? Realmente me asusta más que cualquier otra cosa que haya visto.

—Solo espera —Dijo él. De pronto, los vidrios de la pecera gigante comenzaron a crujir y vi como una mujer, con colmillos y piel membranosa se acercaba hacía el cristal por dentro. Comencé a gritar cada vez más fuerte y cerré los ojos. Ten me abrazo, pero aun así, él se seguía riendo. Las luces se apagaron de golpe y volví a gritar.

—Bien, tú ganas, ¡vámonos! —Le dije, mientras enterraba más la cabeza contra su pecho.

—Oh, pero, ¿por qué? Si la mejor parte viene ahora.

— ¿Qué quieres...? -Las luces se encendieron de golpe y a mi lado vi a aquella mujer pescado parada frente a mí. Grite como nunca y tome a Ten de la mano, solo para después arrastrarlo por todo el salón mientras corría hacía una salida.

Mis ojos escocían por las lágrimas. Ya afuera, el sol se había ocultado solo un poco. Ahora estábamos en una parte rodeada con árboles gigantes. Empujé a Ten hacía un lado y me puse de cuclillas, cerrando mis ojos y juntando mi cabeza con mis rodillas.

—No pensé que serías tan chillona —Dijo Ten con un tono divertido. Lo fulmine con la mirada y después me incorpore. Luego le golpeé el hombro.

—Aquello fue lo más horrible de toda mi vida —Confesé. Ten soltó una carcajada— ¡No te rías! ¡No es gracioso! -Él solo comenzó a reír más, y no pude evitarlo, así que comencé a reír con él. Se sentía tan bien, ya que en esos momentos podía ser quien yo misma era. Los dos caímos al suelo, doblándonos de la risa. Lo miré y me detuve. Él también lo hizo.

Y por primera vez, lo vi sonreír de verdad. Sin sarcasmos, ni burlas. Era realmente su sonrisa. Y era la más hermosa que jamás había visto. Podría mirarlo para siempre. Mi corazón comenzó a latir desenfrenadamente, y solo por un momento, tuve miedo de que el también pudiera oírlo. Sentí las palmas sudorosas y la respiración entrecortada. El cruzo los brazos por detrás de su cabeza y giro su cabeza hacia arriba. Imite su gesto y así nos quedamos por unos minutos.

Momentos después, él habló.

—Sabes, hacía mucho tiempo sin sentirme así —Confesó— Habían pasado varias semanas que no me reía así, y uh, todo eso —Añadió rápidamente, nervioso— Gracias.

¿Acaso él me había dado las gracias?

—Bueno. De nada, supongo —Le dije, aunque después me sentí totalmente estúpida con la contestación. Él me volvió a brindar una sonrisa sincera, y después, juntos los dos, miramos hacia el cielo.

Blind Heart [Ten]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora