Capítulo 21.

117 19 9
                                    

Horas de soledad... No recordaba cuánto tiempo pasó, ni que hora era. Me extendí rodando sobre mi propio eje en la cama del hotel y suspiré lentamente. Quizá pasaron días, no lo sabía, no estaba interesado en saberlo. Lo único que tenía claro era una cosa...

Lo odiaba, odiaba a Kim Woojin. Lo odiaba por qué muy dentro suyo todavía lo veía como Hyung, como el chico que le encantaba el pollo frito y gritar cosas sin sentido. Lo odiaba porque sabía que más de alguna vez había llorado en su hombro sintiéndose vacío porque no encontraba las palabras o la manera para gritarle a Han qué él era suficiente, qué lo quería, qué amaba cada instante, cada roce, cada palabra, cada mirada.

Y ahora... Ahora estaba aquí, perdiendo todo por rehusarse a dejar ir al Kim Woojin qué miraba a Chan con cariño, con amor, con admiración, pero sobretodo con sinceridad. Pero, ¿Cómo podría alguien romper el corazón de su mejor amigo sin siquiera pensarlo?

¿Valía la pena? Esa pregunta atravesaba mi cabeza de esquina a esquina. Perderlo todo por proteger al Hyung qué ya consideraba perdido o romper el corazón de su mejor amigo. Romperse a si mismo dejando ir al amor de su vida. No lo sabía, realmente no podía saberlo o dormir o pensar. Quería desaparecer, llorar, gritar.

Pero sobretodo lo quería a él y a su sonrisa. Quería a Han Jisung, quería todo de él. Su aura, su compañía, su mirada, sus caricias. Lo amaba tanto que dolía. Dolía porque romper a Chan sería romper a Han por consiguiente. Y no estaba dispuesto a romper a ninguno aunque eso significara romperme.

Me senté en la cama y abrí el segundo cajón de la mesa  de noche. Y sostuve con amor y tristeza los vestigios de mi futuro, aquella caja de terciopelo tan suave con ese color rojo brillante que tanto le gustaba. Y la abrí tal vez por última vez para contemplarlo. Aquel anillo qué de todo haber salido bien le habría dado al final de este estúpido viaje.

El timbre retumbó por todo el apartamento y por un segundo mi corazón se detuvo con la esperanza de que fuera él. Han, su Han, su precioso y amado Hannie. Me dirigí con los pies descalzos ignorando el frío que se intentaba colar por mis plantas de los pies. Y observé por la mirilla a un Han Jisung con la nariz un poco roja y sus ojos irritados.

Y por primera vez sentí que todo cayó en su sitio qué tal vez volveríamos a ser los mismos, nos iríamos al fin y tendría que dejar de carcomer mi cabeza entre desiciones qué sólo terminarían lastimando a alguien.

Pero no fue así...

—Sé qué estás ahí—. Susurró apenas audible para sus oídos. —Y sé que quiero hablar contigo—. Sus labios temblaron un poco al pronunciar esas palabras. —Así que abre la puerta y hablemos, por favor—.

Escondí con recelo la cajita roja en mi bolsillo y sin pensarlo dos veces abrí la puerta sin aviso. Y me planté frente a él luchando contra mis ganas de tirarme en sus brazos, besarlo y llorar pidiendo que de una vez por todas nos fuéramos y que nos importara un carajo lo que pasara con todo lo demás.

—¿Puedo pasar? — Me hice a un lado en respuesta al darme cuenta que bloqueaba su camino.

Hannie pasó sus manos sobre su pantalón intentando darse calor en sus manos, era una noche fría y de alguna manera triste como presagiando el final de algo que tantas ganas había costado. Me miró y pude ver un brillo de angustia y tristeza que se estremecieron como olas cuando dejó salir un sollozo. Cubrió su rostro con ambas manos. Hasta que sintió mis pasos apresurados dirigiéndose hacia él y me detuvo... Alzando su mano hacia mi, indicándome qué no me acercara. Que no me quería cerca.

Lo siento Chris. (Woochan).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora