A primera hora de la mañana, los primeros rayos de sol penetraban a través de los ventanales y se desvanecen tras coincidir con el encantamiento mágico puesto en las gruesas cortinas aterciopeladas.
Un día cualquiera para las criaturas que vivían bajo la protección de las verdosas hojas de los árboles. El canto de los canarios liberaron al imperio del dulce hechizo del sueño puesta por la rácana bruja de la noche.
En estos breves momentos de armonía, una tierna aristócrata posó aquella mirada marina hacia el progenitor de su padre. La brisa matutina, que se introdujo misteriosamente, se detuvo impasible, dos individuos se contemplaban con expresiones extrañas.
La pobre niñera, quien entró a la habitación con la mejor de sus sonrisas y vandeja de plata en mano, lista para dar de comer a su entristecida ama, dejó salpicaduras de zumo de manzana sobre su planchado uniforme tras percibir tremendo escalofrío.
Mary tragó una bola de saliva lentamente.
El abuelo frunció el entrecejo, arrugando la cara tatuada por las notables huellas del tiempo. Si se pudiera calcular el grado de silencio que hacía en aquella estancia, ni el sordo más mentiroso sería capaz de pronunciar gesto alguno.
Solo el aire que fluía por las entrañas del enfermo eran tan notables como montañas en una pradera.
Beatrice daba miedo, su aura ejercía una presión inaudita sobre la conciencia del anciano, sus ojos brillaban peligrosamente.
— No me toques— Repitió, arrastrando las palabras.
Se hizo el silencio una vez más.
— ¿Conque esta niña es mi nieta?— En medio del duelo de miradas, fue el adulto quien rompió la tensión fría con una voz que parecía cuestionar lo que tenía delante de sus narices.
Beatrice, agotada y enloquecida por la irracionalidad de los eventos anteriores, dió un paso adelante, en lugar de agachar la cabeza y pedir disculpas ante semejante falta de educación, mantuvo el tronco erguido.
Las pupilas del hombre se estremecieron. Levantando rápidamente la mano que tenía rígida hasta ahora.
La pequeña elevó la barbilla, sabía que no la iba a pegar, no importaba cuán irrespetuosa se comportara, sus acciones se verían justificadas por la inocencia de su edad, además, ¿quién en su sano juicio sería capaz de tocar a la hija de una de las familias fundadoras del país?
Aunque compartían el origen sanguíneo, dañarla significaba dañar al futuro del ducado.
Aún así, Bea contempló cómo la enorme mano de aquel hombre se aproximaba a su cabeza rápidamente.
Por el rabillo del ojo, vió como una lucecita resplandecía casi indetectable a la altura de sus pies.
Un acto reflejo provocó que ella cerrara los ojos fuertemente.
TAP TAP
¿Eh?
No sintió dolor alguno, en su lugar, aquellos dedos intimidadores acariciaron con cuidado la cabecita de la dama. Como si estuvieran palpando algo delicado.
Beatrice despegó los párpados, era difícil de creer.
Aunque ella ordenó que no la tocara, el viejo con forma de oso hizo oídos sordos.
Una muestra de cariño, ¿a ella?¿Hacia la señorita que no mantenía contacto con sus padres y se sacrificaba por un niño moribundo y sin futuro?
¿Hacia la princesa que fue abandonada en medio del bosque?
El personal que estaba encargado de servir en aquella casa, no tenían permitido desobedecer, pero tampoco hacían sus labores con mucho entusiasmo.
Beatrice, en lugar de sacar su lado infantil y quejarse a los cuatro vientos, apretó la mandíbula.
"Qué hombre más raro."
Ashton rió internamente, su nieta se parecía mucho a un cachorro de lobo, capaz de arrancarte la piel con un simple aullido o convertirse en una suave bola de pelo.
Esa niña ha heredado la sangre de los Hefesto.
Si ella no hubiera mostrado aquel signo de debilidad de hace un momento, la daga que aún yacía en el suelo habría intentado cortarle la mano.
Tenía potencial.
— Veo que estás algo cansada, ¿no dormiste bien anoche?— Susurró para que la niñera no pudiera escuchar la razón de las profundas ojeras en el rostro de su ama.
"Se lo que has estado haciendo"
Emociones complejas y vertiginosas atacaron a Beatrice como un maremoto. Le temblaban las manos.
Entonces notó como la dulce cabellera de la pequeña se estremeció ligeramente bajo su tacto.
Ashton sonrió.
Mary continuaba hecha piedra en medio de aquella insólita escena. Tan quieta como se lo permitían sus nervios.
— Niñera.
— ¡Si mi lord!— La criada saltó tan alto que parecía aterrada.
— Beatrice debería descansar unas horas más, quiero que estés en el despacho del duque dentro de 20 minutos.
La mujer uniformada, no sin antes acatar aquellas palabras y hacer una respetuosa reverencia, salió pitando de la habitación y cerró la entrada.
Solo quedaron ellos dos y un enfermo inconsciente.
Bea miró a Ashton con ojos retadores. Tal vez fue su orgullo de noble lo que la mantenía digna a pesar de haber sido descubierta con las manos en la masa por un desconocido.
Sus mejillas coloradas la delataron, estaba avergonzada.
— Eres una criatura interesante— murmuró misteriosamente.
Bea decidió callar en lugar de contestar, no podía prometer que no diría ninguna grosería si abría la boca.
— Tendrás muchas preguntas danzando por esa diminuta cabeza— Dijo con voz de padre cariñoso y mientras acariciaba su pequeña nariz, prosiguió— Duerme y cuando despiertes hablaremos tranquilamente.
— Yo..
Antes de que Bea dijera cualquier cosa, el viejo le dió la espalda y antes de salir por la puerta, le sonrió y dedicó una rápida observación a su otro nieto.
Ashton suspiró consternado.
Finalmente, dijo con un tono imponente:
— Tengo trabajo que hacer antes de tener la libertad de charlar con mi querida nieta.
.
.
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Continuará
Trataré de publicar capítulos los findes de semana, tranquilos, la historia continúa. Y para las personas que ha llegado hasta aquí. ¡Muchas gracias por leer!
Los capítulos anteriores, tienen algunos fallos que trataré de corregir en tiempos venideros.
Bea necesita un final y yo se lo daré :D
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¿Podré ser amada ésta vez?
FantasyDesde que era pequeña, me colocaron el sobrenombre de genio. Me hicieron tocar varios instrumentos desde que tenía 2 años, sí, mi familia era rica. Fuí capaz de andar a los 5 meses, hablar 3 meses después y razonar como una adulta al llegar a mi pri...