Ashton, se dirigía al despacho. Caminar dentro de aquella casa llenaba su ser de profunda nostalgia.
El lugar al que se dirigía se encontraba en la primera planta, el abuelo, quien tras avanzar hacia la tercera edad se había vuelto algo perezoso, fue hacia una esquina decorada por una estatua inusual.
El anciano, introdujo una mínima parte de su mana en la escultura de porcelana dorada y una puerta azulada apareció dibujada en la pared.
Tras cruzarla, su cuerpo se materializó frente a una oficina polvorienta.
— Este irresponsable— Maldijo para sus adentros, ayer descubrió que su hijo salió del imperio y dejó al ducado sin un amo a quien seguir.
Heil el mayordomo jefe, ansioso de tanto trabajo amontonado, no tuvo más remedio que mandar una carta implorando ayuda.
La señora de la casa había fallecido dos años más tarde de haber dado a luz a su nieta, tras el funeral, el duque se volvió loco.
Para la protección de los niños, el padre ordenó que aquella muerte no llegara a oídos de los pequeños.
Sin embargo, nunca más volvió a visitarlos.
Y para que los jóvenes maestros no olvidaran los rostros de sus progenitores, se les decoró la habitación con su retrato de bodas.
Ashton rodeó el escritorio de caoba dorada, deslizando sus largos dedos sobre la madera, los cuales se ensuciaron de polvo rápidamente.
Con un hondo suspiro, se sentó en el asiento del jefe de Hefesto, una silla que le daba total autoridad en la mansión.
Se recostó en el mullido sillón, en medio de su corto descanso, un ruido extraño salió del bolsillo interior de su capa.
Un ser intentaba librarse de una prisión hecha con tela.
Ashton, al ver que su nuevo amiguito se había despertado del rotundo golpe que le dio en la cabeza, alargó la mano y agarró un vaso vacío.
Sobre la mesa, le dió la vuelta al recipiente e introdujo aquella criatura.
Un hada golpeaba sus diminutos puños contra el duro cristal. Emitiendo sonidos inentendibles.
El abuelo lo miró con desdén, como si fuera una rata de alcantarilla.
— Si has salido de tu escondite es porque tu reina tiene algo que ver con mi sangre— Dijo en un idioma que el hada podía entender.
Los Hefesto, como en las demás familias representantes, debían aprender los cientos de lenguas que se hablaban en el imperio. Algo casi imposible para humanos normales, sin embargo, la sangre de un dios fluía nítida por sus venas..
Ashton sacó una pequeña cuchilla de su manga, el brillo del filo suplicaba sangre.
El hada se estremeció.
— Qué le habéis hecho a mi nieta.
— C-cómo te atreves a dirigirte hacia mi de esa manera, y-yo soy uno de los guardas personales de hiii— La criatura se asustó al darse cuenta de que aquellos ojos cansados resplandecieron peligrosamente.
Para Ashton, aquel ser era un pedazo de basura.
— Formulare la pregunta una vez más, ¿qué queréis de mi nieta?
La guardia enviada por la soberana del bosque, sintió el poder abrumador de un Hefesto. Quería volver a casa, pero se percató de que era demasiado tarde, ya se había metido en la boca del lobo.
Si no contestaba, la mataría.
***
— Hermana despierta— La llamó una voz más baja que un susurro.
¡Fred!
Beatrice se despertó y apresuradamente se sentó sobre la cama.
Miro a la persona que estuvo abrazando todo este tiempo con una sonrisa esperanzada, Fred seguía caliente, y aunque tomó medicamentos, estaba mucho peor que antes.
La decepción vino a ella.
Waoh, waoh
¿Eh?
Los rugidos llamaron su atención hacia la mesa de noche. Sobre ella, un pequeño animal la llamaba con ojos saltones.
Bea no podía dar crédito a lo que veía.
Eran las 2 de la tarde.
Bajo la luz del candelabro, el pelaje completamente negro se camuflaba en la sombra que la vela no fue capaz de alumbrar, pero Beatrice sabía de qué especie se trataba.
Aquellos suaves rugidos eran la versión silenciosa de los gritos nocturnos del páramo.
Las garras escondidas en aquellas patas peludas y dientes afilados. Más importante, aquel color de ojos le resultaba familiar.
Color cían.
— Noah— El nombre del niño que encontró perdido en el bosque prohibido.
¿Qué habrá sido de él?
La última vez que lo vio, el pobre tenía una fiebre tremenda. Por si no fuera poco, la culpa inundó su consciencia como una ola.
Bea se bajó de la cama, sus pies descalzos avanzaron lentamente hacia la cría de leopardo negro. Con una distancia de aproximadamente un metro, el cachorro saltó de su posición y se hundió entre los brazos de la niña.
Estaba medianamente limpio, el animal olía a hierba.
— ¿Esto es cosa del viejo?
No, nadie dejaría solo al bebé de un depredador en el cuarto de unos niños indefensos. Entonces, el hada del páramo tenía algo que ver con la repentina sorpresa.. ¿Verdad?
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Continuará
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¿Podré ser amada ésta vez?
FantasyDesde que era pequeña, me colocaron el sobrenombre de genio. Me hicieron tocar varios instrumentos desde que tenía 2 años, sí, mi familia era rica. Fuí capaz de andar a los 5 meses, hablar 3 meses después y razonar como una adulta al llegar a mi pri...