Las ligas de iran, pero el dolor seguirá

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El azabache se hallaba recostado sobre su cama mientras se distraía con su teléfono, escucho que alguien toco la puerta y supuso que era Tricia que parecía tener intenciones de molestarlo, así solo ignoro a quien sea que este tocando la puerta y pudo escuchar la voz de la menor quien estaba del otro lado. 

- Trate de ser educada, así que espero no estés viendo porno porque no quiero ver nada que no quiera. - Dijo la pelirroja para luego entrar bruscamente y ver la cara de fastidio del mayor. 

- ¿Ahora que quieres? 

- Mamá llamo desde su trabajo, dice que irán un rato al dentista para ajustarte tus alambres, así que vístete antes de que llegue. - Craig rodo los ojos con fastidio. - Si, si, ya bajo.- Tricia cerro la puerta y el chico siguio mirando su teléfono, tenía tiempo ya sabia lo que se iba a poner, asi que eso ya no iba a ser un problema.

Los minutos pasaron y se escucho el sonido de la puerta cerrarse y la voz de su madre saludando a Tricia.

El muchacho se alarmo, no creía que iba a llegar tan rápido. Miro su teléfono y se percato de que habían pasado veinticinco minutos y él no se había arreglado.

Debía alistarse rápido. No podía bajar en medias, un short deportivo y su camiseta favorita para recibir a su mamá quien cree que él ya esta arreglado.

- ¡Craig, ya debemos irnos!- Grito la mujer desde la planta de abajo mientras el moreno se quitaba la camiseta de manera apurada.

- Ya bajo mamá, es que se me rompió una liga y no tengo idea de donde deje las otras. - Se excuso el azabache con intenciones de que su madre le diera más tiempo. 

- De acuerdo hijo, pero baja rápido, te estaré esperando en el auto. - Respondió la madre a su hijo para luego nuevamente salir por la puerta.

- Mierda, estuvo cerca. - El chico suspiro aliviado y se abrocho sus pantalones para luego buscar su teléfono y sus zapatillas. 

Al cabo de unos segundos Craig ya se encontraba arreglado y con un olor a perfume demás. El salir apresurado hizo que el le callera colonia sobre su rostro, pero al menos su madre no se quejaría del porque no se había puesto perfume. 

El chico entro al auto y saludo a su madre quien lo estaba esperando. 

- ¿No te olvidas de nada? - Le pregunto la rubia a su hijo quien negó con la cabeza. -Perfecto, ahora debemos irnos, no podemos hacer esperar más al dentista.  - La mujer empezó a conducir mientras Craig miraba aburrido por la ventana, ya sabia lo que le iban a hacer y solo esperaba menos sorpresas por parte de su dentista. 

No paso mucho para llegar a la clínica del doctor. Se sentó en la sala de espera junto a su madre y vio a cierto rubio quien entraba junto a su madre, lo cual lo sorprendió bastante. 

- ¿Tweek? - El chico busco con la mirada a Craig y cuando lo encontró no dudo en acercarse a él para saludarlo. 

- Hola Craig. ¿Vienes para que te ajusten los frenos? - Pregunto el rubio a su novio quien asintió con la cabeza. 

- Si. ¿Pero que haces aqui? No me digas que también usaras frenos. - Interrogo Craig con cierto miedo. 

- No, tranquilo, yo solo vine a acompañar a mi mamá para entregar un pedido de café. ¿Quieres que te lleve algo? 

- Claro, gracias cariño. - El chico escucho su nombre, lo cual indicaba que era su turno para entrar. - Bueno, nos vemos al rato. 

- Seguro, también debo irme, nos vemos Craig. - El rubio se acerco al azabache y se despidió rápidamente de él mientras le daba un beso sobre una de sus mejillas para luego irse con su madre. 

Dientes de alambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora