-Epílogo-

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¿Cuánto fue lo que duró el viaje en patrulla? No tengo idea, el camino a la comisaría me la pasé viendo a través de la ventanilla pensando.

Sinceramente estoy calmada, sé lo que vendrá una vez entre en el interrogatorio, por lo menos hice justicia y les ahorré un trabajo a la policía de encontrar al culpable.

Mi familia debe estar triste y decepcionada, pues seré condenada a pena de muerte, pero ahora los libré de un asesino que sería capaz de hacerles daño. Preferí mancharme las manos con sangre a que ellos sufrieran alguna herida, eso si que jamás me lo perdonaría.

Mi cuerpo estaba totalmente desconectado de la realidad, y solo volví en sí cuando sentí un fuerte agarre en mi brazo indicándome que debía bajarme, ya llegamos.

Salí de la patrulla a paso lento mientras dos oficiales iban a mis espaldas. Caminando lentamente me dirigí hacia la entrada de una habitación, por el pasillo pude observar un ventanal que ocupaba gran parte de la pared, lo único que pude ver eran las cuatro murallas que se dividían en dos, la parte superior es de color azulado petróleo y la inferior de un blanco hueso. Es chistoso volver a este lugar, es el mismo sitio donde declaré por la muerte de Matsuno-kun.

Al entrar pude ver mejor, en el centro había una mesa metálica y dos sillas del mismo material en cada extremo; sobre la tabla había documentos, ya saben, informes y fotos.

El oficial me empujó tomándome la espalda, dándome a entender que debía sentarme en una de las sillas. Me coloqué sobre el metal frio y apoyé mis manos sobre mis rodillas. El sonido del metal era lo único que resonaba en toda la habitación, además de mi respiración calmada. Bruscamente, el uniformado me tomó de las muñecas para esposarme sobre un pequeño bulto que tenía un agujero en el centro que había en la mesa, perfecto para encajar una cadena en medio. Luego del procedimiento, solo me quedaba esperar a la llegada de quien me iba a interrogar.

No habrán pasado ni tres minutos cuando vi a un pelinegro ingresando a la sala, era un hombre alto con ojos grises, su expresión es seria y vestía un traje típico: saco, corbata y pantalones grises oscuros y una camisa blanca. Me dio una rápida mirada y se colocó en la silla sobrante, al frente mío, tomó aire y habló.

- Buenas tardes, no creía que nos volveríamos a ver, y menos en estas circunstancias –suspiró- Supongo que sabes por qué estás en este lugar ¿me dirías cómo llegaste a ese punto?

Me acomodé en mi lugar y lo miré con una sonrisa.

- Buenas tardes, detective Naoto. Póngase cómodo, porque esta historia es un poco larga.

Ángel || Kazutora HanemiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora