Capítulo 6

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Capítulo 6

-¿Podríamos ir a desayunar al mismo lugar de siempre?- ruedo los ojos, entiendo porque Isabella quiere ir a la cafetería donde desayunamos cada mañana, pero es aburrido, podría asegurar que sé cada receta de pasteles que venden ahí.

-Vamos, pero cuando te olvides de mí por echarle ojos al mesero, te escupo.- sonríe con su máxima felicidad, toma mi brazo y comenzamos a caminar hasta el centro de la ciudad, a pie llegamos rápido por eso mismo no tomamos el transporte público. Observaba a Isabella cantar una canción en inglés, caminaba muy expresiva para ser las nueve de la mañana.

Me pierdo el recorrido por patear una tapa de botella, estoy siendo guiada por mi compañera hasta que de un momento se detiene y por fin dejo en paz la basura que empujaba con mi pie. Nos encontrábamos en la cafetería más simple y monótona que había, pero todo lo que ofrecían era delicioso. Ya nos conocían, por ser clientas frecuentes, pedíamos siempre lo mismo, a veces variamos en los alimentos sólidos pero no es muy frecuente. Encontramos vacía nuestra mesa de cada día y observamos la carta de comidas, a pesar de no interesarnos ninguna otra cosa.

-Pediré un café con leche y una porción de cheesecake  ¿tú? - avisa, la vez pasada ordenó lo mismo y una mueca parecida a una sonrisa aparece en mi rostro.

-Hoy quiero algo frío- Isabella eleva ambas cejas y se le forma una mueca de impresión en la boca, observo que hay en la carta y nada me convence, podría pedirme algo que no me gustara y arruinaría mi día por completo.- Un batido de frutos rojos con tostadas- mi acompañante suelta una carcajada que hace llamar la atención de los pocos clientes que hay.

-Ani, odias todo y solo toleras el café negro, si no te gusta lo dejarás y te enojarás- la observo en silencio, me conoce bien. Asiento en concordancia y pido lo de siempre. El joven mesero se acerca con pasos rápidos y observa detenidamente a Isabella, le sonríe y pregunta que pediremos. Mi compañera le contesta sin titubeos y también le dice mi pedido, ya sabiéndolo de memoria, café negro con dos medialunas dulces.

Luego de unos minutos de espera, la comida llega humeante y con un exquisito olor, tomo primero una medialuna y la sumerjo en el café amargo, Isabella me observa tomar el café y forma una mueca de desagrado, ella le acaba de echar dos sobres de azúcar a su taza y yo tomo mi bebida amarga, y ella detesta lo amargo.

-Apenas terminemos voy a tener que irme rápido, tengo una clase importante y avisaron ayer a la noche- rueda los ojos y come su pastel con enfado. -¿Te irás directo a tu casa?- niego y trago el líquido caliente para poder hablar.

-Iré a comprar unos materiales que me faltan para terminar un trabajo, después si, ya me vuelvo a casa- ella asiente convencida y termina su cheesecake.

Luego de que terminemos, llamamos al mesero para pedir la cuenta y poder retirarnos, el aparece rápidamente y deja el papelito con el precio del pedido.

-¿Tienes una lapicera?- confusa asiento y le entrego una que tenía guardada en mi mochila- le escribiré mi número, si él no dará el primer paso, lo haré yo.- escribe los dígitos con una letra bonita y su nombre junto a un corazón, trato de distraerme para no lanzar una carcajada.

Ella le entrega el papel junto al dinero, le guiña un ojo y nos retiramos casi corriendo, porque a pesar de tener la voluntad de darle su número a un chico, luego siente vergüenza y muchas ganas de llorar. Isabella suspira y apoya su mano sobre su pecho, donde se encuentra su corazón.

-Juro que si no me escribe, nunca jamás vendremos aquí- suspira y se acomoda el cabello, me saluda con un beso en la mejilla y se va hacia su universidad, saludándome con la mano desde lejos.

Me dispongo a caminar por el centro de la ciudad, buscando el local donde siempre encuentro productos de arte y lo encuentro con poca gente en su interior. La mujer dueña del lugar me da la bienvenida y yo le sonrío en respuesta, busco los materiales que necesito y los voy dejando en el canasto que agarré.

Pintura roja, azul, amarilla...

La puerta del lugar anuncia la entrada de algún cliente pero lo ignoro completamente, todavía me falta encontrar los bastidores medianos y quedaría satisfecha. Al querer salir de la sección donde me encuentro, doy media vuelta y casi atropello a un hombre que se encuentra agachado observando acuarelas, quería empujarlo por obstruir el paso de la gente, hasta que lo reconozco y mi corazón se acelera. Me arrodillo a su costado en silencio, esperando a que se percate de mi presencia, hasta que lo hace y su rostro gira hacia mí con una mueca de confusión.

-¿Por qué observamos acuarelas?- pregunto con diversión, sin observar al hombre que no quita su firme mirada de mí, trago con dificultad y conecto nuestros ojos con una sonrisa.

-Bicho raro...- susurra rasgando sus ojos, tratando de aceptar que era yo quien interrumpía su soledad y no otra persona.

ANISSA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora