Capítulo 12

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Capítulo 12

Día de lluvia, una persona razonable podría estar tomando su siesta dominical, olvidando la rutina humana y los problemas del día a día, pero no soy esa persona, es domingo de terror.

Domingo de misa.

Cuando mi abuela se encuentre recuperada, y la mayoría de las cosas normalizadas, mi intención es olvidar este hábito y concentrarme en otras cosas más importantes, como utilizar la mañana para dormir, estudiar, pasar tiempo con mi socia demente o tal vez, fastidiar al oficial Daxon.

-Anissa, deja esto en el cuarto blanco- ordena mi madre, asiento al saber de que se trata el cuarto blanco, y el sobre que debo dejar en dichoso lugar, cual contenido podría servirme para vivir una temporada en Cuba. -¡Camina derecha!- grita a mi dirección, suelto varias maldiciones pero me dispongo q caminar mas rápido a la entrara.

Llego a mi destino junto a mi paraguas, al ingresar recorro mis ojos por todo el lugar, no quería encontrarme con ningún conocido de mi edad, debía pasar desapercibida para tener un día medianamente tranquilo. Abro la puerta del cuarto blanco y saludo al hombre encargado de la seguridad del lugar, al reconocerme deja que me acerque a la caja con el nombre de mi familia y suelto el sobre, dolida por la inversión que mis padres decidieron realizar cada mes.

-Adiós Ben- saludo cordialmente con mi mejor sonrisa, al salir del cuarto relajo mi rostro y comienzo a contar los segundos, esperando que el día termine de una vez.

Pasado unos quince minutos, la misa da su comienzo como cada semana, mis padres y yo nos encontramos sentados donde siempre, trato de pasar mi tiempo leyendo y releyendo el libro con las canciones evangélicas, provocandome un dolor de cabeza insoportable. Al alzar mi mirada observo a un grupo de monaguillos repartiendo pequeños libros con oraciones supongo.

-Se ve bien el día de hoy, señora Ikeda- mi vista se encuentra con un bien vestido Erik, sonriendo cariñosamente a mi madre, por unos segundos su mirada burlesca se encuentra con la mía, entrecierro mis ojos y pierdo interés en él o cualquier conversación que llevaba con mi progenitora.

Bufo exasperada, el ruido furioso de la lluvia relajaba mis sentidos, trataba de no cerrar los ojos pero era imposible, podría jurar que los asientos se sentían muy cómodos...

-Anissa, es domingo de panel- de un salto despierto de mi lugar, confundida y con mi padre observando mi persona con cierta gracia- espéranos aquí, en media hora salimos, detrás del escenario se encuentran tus amigos- asiento dejando que mi padre se retire a la reunión de miembros titulares con tranquilidad, esto ocurría dos veces al mes, son unos minutos donde los participantes llegan a acuerdos necesarios para la iglesia y su gente.

Olvido donde se hallan, según mi padre "mis amigos" y voy directamente a la salida, sin mi paraguas porque mi madre se lo habrá llevado, encuentro una parte techada a las afueras del edificio y espero ahí, algunas gotas llegaban a mojar mi erizada piel.

Si tuviera un cigarrillo estaría más cómoda.

Observo el cielo por unos segundos, gris pero iluminado, no estaba en condiciones para caminar bajo la lluvia, mi falda llegaba hasta mis rodillas, vestía un top decente y no traía abrigo. Comienzo a caminar directamente a la calle y no tardo en mojarme, tenía en mente ir a mi lugar favorito, prefería pescar un resfriado a quedarme ahí dentro.

Mis pasos eran largos, en ocasiones sacaba la lengua para refrescar mi garganta con la fría lluvia, la comisaría según mis cálculos no quedaba lejos, en diez minutos llegaría y obligaría a Dax o alguno de sus amigos comisarios que me presten una toalla. Las calles estaban vacías, solo escuchaba el ruido de la tormenta y mis pies salpicando con el inundado suelo, ni siquiera traía celular, lo había dejado en el bolso de mi madre.

Pasados algunos minutos, ahora me encontraba abrazandome a mi misma, estaba frío el día y a pesar de ser una inconsciente no iba a parar el recorrido por una simple brisa.

-Anissa debes dejar de hacer cosas sin sentido, maldita estúpida...- entre otras oraciones peleando conmigo misma bajo la lluvia, observo a unos metros una señora en la parada de autobuses, podría empujarla y robarle su paraguas...

Alguien se me adelanta y noto que amenaza a la anciana, quizás intentando robarle sus pertenencias, no tenía la intención de acercarme pero el hombre se pasaba de agresivo, y solo eramos nosotros tres en este momento. Me acerco sigilosamente, agradezco que la mujer lo mantenga ocupado tratando de escaparse del robo.

Estando detrás del erguido hombre, pienso mi ataque. ¿Una roca? quizás podría ahorcarlo con una ramita... Los gritos de la mujer comienzan a escucharse, y me sorprende que el hombre no esté absorto de mi presencia.

-Señora cállese no me deja pensar- hablo llamando la atención del hombre, ruedo los ojos al percatarme de mi error, este me observa confundido mientras termina de quitarle el bolso a la anciana, se olvida completamente de mi y tiene la intención de comenzar a correr para perderse bajo la lluvia.

En su escape, tomo una roca bastante gorda y ésta curiosamente choca con su nuca, desestabilizando el cuerpo del hombre y quedando inconsciente en el acto. Realmente no creí que funcionaría. Me acerco bajo la atenta mirada de la asustada mujer y tomo asiento junto al dormido hombre, analizando su pronostico, con asco acerco mis dedos a su cuello y siento sus lentos latidos, vivo estaba. Me levanto y le acerco el bolso a la mujer, no sin antes pisar los dedos del tipo.

-Niña... gracias por detenerlo- le sonrío por unos segundos desinteresada y vuelvo mi vista al hombre tirado, ella temblorosa toma su celular y marca unos cortos números, la escucho pedir ayuda a la policía y corta la llamada mientras se acerca a los asientos de la parada, tomando grandes bocanadas de aire. Estando junto al hombre nuevamente lo comienzo a inspeccionar, no quería que despierte y me amenace con un arma. Al parecer no llevaba nada, ademas de una pequeña navaja que, por supuesto, la guardo porque se veía bonita. Limpio la herida que le cause manchando mis manos en el intento, no se veía grave.

-Señora ¿Tiene un caramelo? Tengo hambre- pregunto sentándome junto a ella, esperando su respuesta pero se encontraba desconcertada.

-S-si- contesta simplemente, buscando con apuro algo que se considere alimento, de su gran cartera saca una barrita de cereal, mejor que un miserable caramelo.

Mientras comía lentamente, noto que las patrullas se acercan rápidamente, la mujer se levanta tratando de llamar su atención y yo la observo, degustando la barrita.

ANISSA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora