CAPÍTULO XX

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Arienne.

― ¡Me encanta!

Chilló Lía mientras terminaba la coreografía que ensayaban en la cancha del colegio.

Anualmente se enfrentaban los dos colegios del pueblo en una competencia de baile. Anteriormente había adicionado en las pruebas con la profesora de educación física pero no había clasificado para poder presentarme, pero este año me había esforzado mucho para perfeccionar mi técnica y mis pasos. Confiaba en que este año si pasaría a la competencia.

Cogí la botella de agua y bebí rápido para refrescar mi garganta. Lía cogió mi mochila junto con la suya y salimos del lugar para dirigirnos a la plaza y comprar un helado como ya habíamos planeado.

―Si no paso este año, en definitiva no podré porque ya nos graduamos― hablé.

Mi amiga hizo un gesto de descontento. Cada vez que me mostraba negativa ante una situación, Lía se mostraba enfadosa. Ella siempre había sido muy positiva ante cualquier circunstancia, no importa cuán mala fuera, ella estaba ahí para encontrarle el lado positivo, darle ese rayito de esperanza así alrededor solo abundara la oscuridad.

― Lo vas a lograr― me dio una palmadita en el hombro y me sonrió con tranquilidad―. Además eso no significa que seas buena, ya tendrás la oportunidad de demostrar tu talento en la universidad.

―No sé si sí vaya a estudiar eso...

Lía se detuvo en seco y mirándome incrédula, protestó.

― ¿Qué? ¿Cómo qué no?

―No sé cómo decirle a mi madre que quiero dedicarme al baile.

Ella muy amistosamente me dio un golpe en la parte trasera de mi cabeza.

Me quejé.

Sin embargo ella sonreía alegremente al paso que acomodaba su corto cabello.

―Mira, tu mamá me cae muy bien y todo pero no permitas que intervenga de este modo como con la mayoría de las decisiones de tu vida.

Mi mamá desde que mi padre falleció se encargó de tomar todas las decisiones que creía más convenientes para las dos. Eso estaba bien hasta que empecé a tener más conocimiento y muchas cosas que quería realizar me las prohibía porque según ella no me aportaban algo valioso.

Ya con nuestros helados en mano, Lía estaba por las calles desoladas del pueblo practicando los trucos en su skate. Se cayó un par de ocasiones, pero solo era cuestión de limpiarse el pantalón y seguir montando con el mismo entusiasmo de la primera vez.

Le extendí el helado que ya chorreaba por  mi antebrazo. Ella lo tomó con frenesí y dando saltos cargados de una energía desaforada fue comiéndose su gran helado de chocolate. Volvía y pensaba que a simple vista se podía ver como una chica muy fría y antipática por la vestimenta y la actitud que optaba en varias ocasiones, pero en realidad su personalidad era muy dulce.

Se detuvo de golpe y se volvió a mí con un puchero.

― ¡Mis gomitas! ― gritó de repente, saliendo corriendo en dirección al supermercado de siempre.

Oh dios no...

Que haremos con ella y su obsesión por las benditas gomitas.

Llevé mi vista hacia el cielo que ya empezaba a oscurecerse. Mi madre enloquecería si llegaba muy tarde y encima el firmamento estaba nublado, anunciando una posible lluvia.

Suspiré resignada y cogí la patineta de Lía que había dejado tirada por ir desesperada en busca de su debilidad.

Minutos después, abrí la puerta del local e intenté localizarla en el pasillo de golosinas, viendo su cabellera ya desorganizada en los stands de gomitas. Me apresuré a donde estaba ella, quien de inmediato captó mi presencia, pero siguió concentrada eligiendo detalladamente los paquetes que compraría.

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