CAPÍTULO XXVI

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Arienne.

―Hola Ari, tanto tiempo―sentir su voz nuevamente detrás de mí, hizo que todo mi cuerpo se tensara y mi corazón se acelerara.

Las ganas profundas de vomitar me invadieron nuevamente.

―Colin― dije entre dientes, sintiendo el amargor al pronunciar su nombre.

Observé rápidamente a Dash quien perforaba con la mirada al chico alto y cabello rubio que me observaba con burla clara en su rostro.

Sabía que la posibilidad de volvermelo a cruzar era alta dada en el lugar que vivíamos, pero había tenido la gran suerte de no verlo por un buen tiempo dado que se había mudado con su familia a la ciudad.

Pero la vida y con su mierda que tiraba me lo traía nuevamente a mí.

―Has cambiado mucho― dijo el sujeto indeseable recorriéndome con la mirada, provocando que esa sensación de asco se hiciera más fuerte.

Y para que la cosa se pusiera peor, los amigos inseparables de Colin hicieron acto de presencia, posicionándose a cada lado de él. Todos, absolutamente todos tenían esa sonrisa burlesca plasmada en su rostros haciéndome sentir miserable y diminuta al lado de ellos.

― ¿Estás bien Arienne? ¿Nos vamos? ― escuché a Dash decirme detrás de mí.

Quería decirle que sí, que me llevara lejos de ellos, sobre todo de Colin que aún me observaba de esa manera que tanto había repudiado.

La risa mofada de Colin no se hizo esperar para hacerse escuchar.

― ¡Oh! ¡Ya tiene quien la defienda!

Todos los amigos como fieles seguidores soltaron una risotada.

Quería llorar, en verdad, quería hacerlo.

― ¡¿Qué te pasa imbécil?! ― furioso Dash dio un paso al frente. Desafiándolo a él y a todo el grupo.

― ¿No sabes lo que pasó con tu chica?, Debes ser nuevo― la sonrisa ladina dejaba al descubierto un ser despreciable.

Di un paso atrás, dispuesta a irme de ahí. No quería ser nuevamente humillada por él.

― ¿Ya le contaste a tu guardaespaldas lo que hiciste, zorrita?

Y nuevamente estaba ese apodo tan despectivo que odiaba tanto.

Las ganas de vomitar y la presión en el pecho mezclada con las inmensas ganas de llorar, estaba causando que me mareara.

Dash me miraba detalladamente, pero no dejaba al descubierto ninguna emoción.

Sabía que él podía llegar a imaginar lo que había sucedido, y eso me hacía sentir peor conmigo misma, y teniendo en cuenta lo que había sucedido días atrás, no tenía muchos puntos a favor de mi parte.

Bajé la cabeza y las lágrimas empezaron a empañar mis ojos.

― No me interesa―la voz de Dash demostraba autoridad y la rabia que se iba acumulando.

Su mandíbula estaba tensa y ya sus brazos se habían hecho puños a su costado.

―Pues deberías, no vayas a ser la hazmerreír del pueblo por la compañía tan poco apropiada que tienes.

Dios ¿Por qué tenía que ser tan hiriente?

―Dije que no me interesa― repitió fuerte y claro, dejando al descubierto que la paciencia se estaba agotando­―, y hazme el inmenso favor de respetarla.

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