CAPÍTULO XXXVIII

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Arienne.

Estaba sentada en la enorme cancha trasera del instituto, devorándome un pastel comprado en la cafetería. Observaba como Lía practicaba en su patineta ensimismada en su mundo, tanto así que pasaba totalmente por alto mi presencia. En todo el rato que había pasado allí observandola no había dirigido ni una pequeña mirada en mi dirección.

Empezaba agobiarme su lejanía. Era la primera vez que pasábamos tanto tiempo disgustadas la una con la otra y ya me molestaba y me entristecía no tener a la ocurrente Lía a mi lado.

Así que ahí estaba yo, pensando como hablarle y pedirle disculpas ¿ Pero como podía hacer eso? si le había mentido tanto tiempo y no conforme con ello, cuando me lo preguntó tuve el gran descaro de mentirle nuevamente en la cara, pero tenía mis razones. De no haber sido tan delicado el tema que me inmiscuía le habría contando sin algun reparo, pero siempre me había aterrado la idea de que podría suceder si me atrevía hablar de esto con alguien. De alguna forma pensaba que si le explicaba y le aclaraba los hechos tal y como habían sucedido ella entendería la razón de mi silencio.

O eso quería creer.

Esperé otros minutos hasta que Lía se sentó en la banca de la derecha para beber agua.

Lo más probale es que estuviera ignorandome. Me levanté dubitativa por la posible reacción de ella, pero me di los suficientes ánimos para caminar hasta allí y extenderle el paquete de gomitas en signo de una ofrenda de paz.

Ella observó el paquete con extrañeza hasta que su mirada se topó con la mía, entonces su rostro se endureció y no quiso recibir aquel detalle.

Me entristecí, puesto que siempre aceptaba mis ofrendas.

―Lía― la llamé, pero ella se negaba tan siquiera a mirarme.

Prefirió seguir fijando su atención en la vieja y desgastada tabla.

―De verdad no quiero seguir así― confesé demasiado angustiada por seguir con ella en este estado.

En este momento sentía que era donde mas necesitaba de su compañía.

―Yo tampoco quiero que me sigan omitiendo cosas―fue su respuesta. Su voz sonó tan fría y rencorosa que empezaba a causarme alguna especie de ansiedad.

―No te estamos...―fui interrumpida por el sonido brusco cuando tiró su patineta.

―Claro que si, creeme que no soy tan imbécil para no darme cuenta de todo lo que sucede a mi alrededor. Callo, observo y no digo nada ¡ Pero todo está en la puta mierda!

―Lía, pero estoy dispuesta hablar.

Ella sonrió con ironía y bufó.

―Claro, cuando ya no te queda opción― negó con su cabeza aun con la sonrisa adornando su rostro―. Es feo que las personas tienden a querer hablar las cosas cuando ya se ven acorralados, cuando ya no les queda otra opción porque de todo seguir como venía sucediendo todo seguiría igual ¿ O me equivoco?

Cambié mi peso de un lado a otro nerviosa porque tenía razón y no sabía como defenderme ante ello. No tenía argumentos. Nada.

Ella soltó la carcajada de satisfacción al saber que tenía la razón.

―Que patético― se levantó molesta y tomó sus pertenencias.

―Lía― la retuve. No sabía que hacer o decir. Me encontraba en un bloqueo y desespero donde lo único que quería era estar bien con ella―-, hablemos― casi supliqué.

―No, Arienne, ya no me apetece―aplanó sus labios y se marchó cruzando la amplia cancha hasta desaparecer por los pasillos.

Quise llorar. El sentimiento de perderla me generaba pavor, y en ese momento parecía que lo estaba haciendo.

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