CAPÍTULO V

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Arienne.

¿Estas segura que quieres faltar a la clase de historia de hoy?inquirió mi amiga por cuarta vez durante el receso.

La verdad es que no estaba segura, no soy de las personas que solía faltarse las clases así porque sí, pero es que en verdad algo me decía que tenía que ir a esa biblioteca, lo cual era de todos menos seguro y lo mejor era que huyera como gatito asustado y me olvidara de eso chico que era como un tempano de hielo.

No le había contado a mi amiga manteniéndome firme a que le prometí que nadie del pueblo sabría de su existencia, y algo en mi interior me decía que era la mejor decisión que podía tomar frente a la existencia del chico misterioso.

Miré a Lía quien devoraba un paquete de gomitas como si estuviera muerta de hambre.

­ ¿Qué?alzó los hombros―. Tengo hambre.

Sonrío y me acuerdo de la fiesta de recaudación que se realizaría hoy en la noche en la plaza, algo por lo que mi mamá se había esforzado como todos los años, asegurándose de que todo estaría perfecto. Volví a mirar a Lía que se limpiaba la boca con el suéter que traía puesto.

¿Ya sabes que te pondrás hoy?

­ Por supuesto, son de los pocos eventos importantes que se presenta en este aburrido pueblo. No hay que desaprovechar tal oportunidadme guiñó un ojo.

Era cierto, el pueblo donde vivíamos era tan cotidiano y carecía de diversión. Todos los días eran iguales, las mismas personas, los mismos sitios para divertirse, las mismas calles, las mismas tiendas y los dos únicos colegios, así que era muy difícil ver una cara nueva por estos lares, todos nos conocíamos entre todos y por ende era muy fácil que tu vida la supiera casi todos los habitantes, lo cual me exasperaba.

Estas eran pocas las veces que podíamos interactuar de una forma diferente con los otros jóvenes de nuestra edad, y sobre todo con los del otro colegio, algo que le interesaba mucho a Lía, ya que como ella decía "no hay materia prima buena que extraer" y buscaba en los demás jóvenes algo atractivo para sus ojos, porque tristemente no podíamos mirar más allá de los límites del pueblo por ahora.

Ojalá hoy conociera alguien interesante, ya sabes fuera de lo común­ comentó ella e inmediatamente pensé en el chico que residía en la biblioteca abandonada.

El timbre sonó y mi corazón dio un salto de emoción porque por fin podría irme a donde mi mente y corazón aclamaban porque fuera. Sonreí y me despedí de Lía fugazmente corriendo lo más rápido que mis pies lo permitían para llegar rápido.

***

10 minutos después estaba a escasos pasos de la edificación y pude ver como la inmensa puerta se abría.

Me escondí detrás un árbol más cercano cuando lo vi salir con un suéter de color negro y se ponía la capota en la cabeza. Extrajo una candela del bolsillo de sus jeans para prender un cigarro que llevaría a su boca para expulsar el humo dejando claro que era un hábito frecuente por la forma en que lo hacía.

Miró para todos los lados y empezó a caminar con la cabeza baja dirigiéndose al bosque que se encontraba a pocas cuadras, lo cual me desconcertó.

¿Qué iba hacer a un bosque?

Esperé perderlo de vista para cruzar la calle. Me detuve otros segundos cerciorando que no volvería para así proceder abrir nuevamente la pesada puerta, entrando por tercera vez a la propiedad. La cerré delicadamente y busqué algún interruptor para prender la luz y poder observar mejor, pero no lo encontré. Lo único que alumbraba el lugar era el ordenador y una vela que se encontraba en una mesa redonda en el centro de la biblioteca.

ENIGMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora