CAPÍTULO IX

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Arienne

―Mierda―Musitó Lía, jugando con su patineta―. No sé si decirte que eres una inconsciente o alegrarme porque por fin hay algo interesante en este insípido pueblo.

La observé como intentaba hacer trucos en su tabla. Desde que conocí a Lía me agradó mucho porque era de esas personas multifacéticas. Por todo se interesaba y le gustaba aprender sobre todo. Un día podía parecer una experta en el arte contemporáneo y al otro interesarse por el rock y las bandas que habían marcado un antes y un después. Siempre estaba llena de sorpresas y eso hacía que su compañía fuera amena.

Ya había pasado una semana desde la última vez que había visto al chico en la fiesta del pueblo. Estos 7 días me había mantenido firme a no volver a pisar los alrededores de ese lugar y mucho menos volver a cruzármelo, y no porque no quisiera y tuviera la insistencia y necesidad de llegar al fondo de eso, sino que él ya me había dejado claro que lo mejor era desaparecer. Ya me había pasado por alto varias impertinencias y temía que a la próxima no le temblara la mano para acabar con mi vida.

―La verdad hubiera sido mejor si no fuera un criminal― resoplé y observé como Lía dejaba la tabla y venía a sentarse en las gradas.

― Eso lo hace más interesante― sonrió. La miré perpleja.

Había decido contarle a mi amiga porque no podía guardar semejante peso para mi sola. Ya sé, ya se, había incumplido por completo lo que le había prometido al delincuente ¿pero que más daba? No podía seguir angustiándome sola por lo que podría pasar y confiaba ciegamente en Lía que sabría mantener la boca cerrada y eso quedaría entre ella, el chico y yo.

― ¿Cómo más interesante? ¿Te estas escuchando?­―pregunté indignada.

Alzó sus hombros y posó sus ojos negros en mí.

― ¿Qué pasa con ese tipo de chicos en los libros y películas? ¿Ah?―me preguntó­ y prosiguió―: El malo se enamora de la chica buena.

Mi cara era de consternación lo cual la hizo reírse de manera repentina.

― Es broma. Lo que si es cierto es que no te mató y vaya que tuvo oportunidad― me dio una sonrisa de boca cerrada y volvió a pararse para proseguir practicando en su patineta.

Mi mente vagó nuevamente por los recuerdos escasos que tenia de los encuentros clandestinos con el individuo.

― ¡Tienes mucha suerte de que en este momento no estemos en tu funeral por andar de curiosa!― dijo fuerte para que la escuchara―. De verdad que la curiosidad en ti es un defecto que hay que mejorar.

Tenía razón, no podía ir por la vida dejándome guiar por eso, porque podría terminar muy mal.

―Respecto al chico no creo que cualesquiera que sean sus intenciones entrometan al pueblo, creo que ya se hubiera pronunciado si fuera así.

Asentí poco segura. Me levanté de las gradas de la cancha de baloncesto. Lía dejó de montar y cogió su tabla en mano. Era hora de irnos ya que debíamos estudiar para el examen de química de mañana.

― ¿Es guapo? ― preguntó ella, descolocándome.

Fruncí el ceño y ella rodó los ojos.

― ¡Oh vamos! hay asesinos sexys, ¿Es uno?

Ignoré sus preguntas estúpidas y me adelanté. Giré a mirarla quien resopló, pero empezó a caminar. Debíamos ir a su casa para estar preparadas para el difícil examen que teníamos, y la química exactamente no era mi fuerte como para ella tampoco.





***

Casi tres horas después de arduo trabajo y de anotación de fórmulas, decidimos ir al súper que quedaba a unas cuadras de la casa de Lía. Teníamos mucha hambre y sus padres no se encontraban en casa.

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