Capítulo VII
─ ¡Symanski! ¡Stefan! ¡Natasha! ─ la voz espantada de Mariska sacó de su burbuja a los amantes. Se acomodaron la ropa rápidamente y Steve salió del cuarto, buscando con la mirada a la muchacha.
Mariska era apenas una niña, no tendría más de dieciséis años, pero, su rostro rubicundo y sus brazos de leñador la hacían parecer mayor. Se encontraron en la sala y él se fijó en los cabellos que se escapaban de las apretadas trenzas que solía usar, la ropa manchada de tierra y las botas llenas de barro. En ese momento, sus lechosos ojos azules mostraban la gravedad de la noticia que traía. Natasha apareció tras el hombre y miró a la chica con el corazón apretado de temor y angustia.
─ ¿Qué pasa, Mariska? ¿Dónde están las niñas? ─ preguntó Steve y la chiquilla se acercó a ellos, dejándose caer en el destartalado sofá mientras intentaba recuperar el aliento.
─ Ellas están bien, las dejé con mi abuela. Pero, Stefan... tus hijos... no pude ir por ellos─ Steve se congeló en su lugar y sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal.
─ ¿Dónde están mis hijos? ¿Qué pasa con ellos? ─ preguntó a voz en grito, acercándose a ella y cogiéndola por los hombros.
─ Los alemanes han ocupado la ciudad. La división Panzer está aquí y no podía entrar sin que me vieran...─ replicó, dejando al hombre helado. Natasha se acercó a él, cautelosamente, y posó una mano en su hombro.
─ Debes ir por ellos, Stefan. Tú sabes moverte por la ciudad sin ser visto, debes sacarlos y ponerlos a salvo... seguro que Alenka ya los escondió, pero aquí estarán más seguros ─ argumentó, intentando ofrecerle algo de consuelo.
Steve asintió, lentamente. Se apartó de la chica y se pasó una mano por el cabello, pensando en una vía de escape, pensando en como ponerlos a salvo sin comprometer a ninguno de sus compañeros. La seguridad de sus hijos era muy importante para él, pero, la causa a la que servía debía estar por sobre todos ellos y él lo sabía muy bien. Lo supo desde el momento en que se comprometió con el Armia Krajova y no se arrepentía. Sin embargo, por muy grande que fuera la causa, por muy importante que fuera su misión, sus hijos siempre irían primero. Ellos lo eran todo para él. Eran todo su mundo y no los dejaría atrás.
─ Natasha, quiero que esperes aquí. Iré por mis hijos y volveré pronto─ afirmó, volteándose hacia la muchachita rubia que aún peleaba por recuperar el aliento─ Tú también, Mariska. Quédense aquí, estarán a salvo.
El hombre corrió de regreso al cuarto y apareció unos momentos más tarde, con un morral y un rifle colgados al hombro. Se acomodó la gorra sobre la cabeza para cubrir lo más posible sus facciones y se acercó a la pelirroja, dejando un beso en su mejilla antes de salir por la puerta, sin decir más. Natasha permaneció muy quieta por unos momentos. Todo se estaba saliendo de control demasiado rápido y pronto, todos los esfuerzos que habían hecho no servirían de nada. Repentinamente, como en una revelación, recordó algo muy importante: los nombres de sus niños. Los frascos con los nombres de los niños que había rescatado y puesto a salvo estaban escondidos en un lugar que sólo ella conocía y que, si caían en las manos equivocadas, sería el fin para los pequeños y las familias que los habían acogido.
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An angel in disguise
Fiksi Penggemar"Una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad". Irene Sendler. En medio de la guerra y el dolor, dos almas se unirán para hacer el bien y salvar a los inocentes de una muerte injusta, descubriendo que...