OO: 𝔏𝔬 𝔮𝔲𝔢 𝔫𝔬 𝔱𝔢 𝔰𝔬𝔪𝔢𝔱𝔢

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PRÓLOGO

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PRÓLOGO

Un silencio sepulcral invade la habitación y Sydney evita moverse los primeros tres minutos. No quiere verse, no quiere mirarse completamente quebrada por Pavlov Chrakova.

El baño no es nada lujoso, aun así, tiene justo lo necesario para asearse. Hazard debe sostenerse de las paredes mientras avanza hacia la ducha. Deja de importarle todo cuando entra "vestida" al cubículo y, sin miramientos, abre la llave.

El agua fría la enfurece y, al mismo tiempo, despierta sus músculos adormecidos.

En su mente, se acumulan imágenes inconexas de sus torturas, de su familia, de sus primeras experiencias en Alcatraz, de Leon y de su hijo... La impotencia se mezcla con la ira, la manía, la adrenalina. Sus manos deciden por sí solas a romper tanto la camisa como las bragas que le acompañaron durante aquel infierno. Tironea de ambas prendas hasta destrozar la tela en pedazos.

Un riachuelo rosa desciende por sus curvas desnudas, perdiéndose eventualmente en el drenaje a sus pies. Suele olvidar lo pálida que es su piel, y el sinfín de cicatrices que tiene. Se restriega la carne hasta el límite de doler, de recordar cada vida que ha arrebatado sin remordimiento.

Detenerse es una decisión que escoge al cerrar los ojos y recuperar un poco de su fragmentada dignidad.

Apoya las manos en la pared. Golpea varias veces y ruge mientras permite que la temperatura baja del agua la azote con la realidad de su existencia y propósito.

Como puede, se obliga a sí misma a salir de la ducha. Encuentra en un espejo sobre el lavado el reflejo de su imagen. Ella no llora. Ella no se revuelca en la autocompasión. Es demasiado tarde.

Pero Hazard se niega a reconocer la brutalidad e indiferencia de su mirada...

GENESIS ² Exterminio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora