O8: Recuerda, no herencia

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CAPÍTULO OCHO

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CAPÍTULO OCHO

Ubicación: Isla de Alcatraz, Dunkerque

—Imaginé que te volverías sediciosa tarde o temprano, pero ahora estoy dudando de tu autodominio. —Deanna alza la cabeza para ver a la Superior de gran estatura que viaja junto a ella en el interior del ascensor—. Aunque es normal si se te adiestró bajo regimientos tiránicos, pensándolo bien.

Taciturna, Hazard aguarda su destino como toda una estatua. Andar de bronca en bronca de nada sirve con una obstinada mujer haciéndolas de oídos sordos. ¡Hazard no ha dicho ni pío! Ni siquiera cuando la pelirroja se puso impaciente y la peliazul la toreó.

—¡Eh! ¡Hey! Aquí abajo, goliat. —Con un chasquido de dedos, complementa su puntazo—. A mí no me vengas con tu indiferencia, eh. Al menos contesta una pregunta.

—¿Qué quieres que te diga, Deanna? Tú sabías perfectamente que ocurriría.

—Mi sentido de la lógica aseguró que serías un poco más paciente antes de actuar de manera precipitada.

Sydney estaba reservando el derecho de confesión. La verdad, es mejor cuando lo mantiene intacto en su cabeza y marcha en modo automático como un robot. Sin embargo, el rumbo de la conversación va cayendo en la ruleta y es inútil nadar contra corriente. Además, el viaje en ascensor está siendo más largo de lo que Sydney recuerda, ¿o son ideas suyas?

—Si seguía estática se iba a romper la cuerda con lo frágil que es su interés.

La distancia es un estorbo, la peliazul quiso justificarse.

—Lo que se rompió fue tu límite y él se encargó muy bien de manejarlo. ¿No te das cuenta? El objetivo de Chrakova era meterte en su guarida y tú fuiste directamente. —La pelirroja dibuja una línea imaginaria con una mano—. Mansita y dispuesta, caminando en una fila recta hacia allí.

—Un segundo, mi intención no fue buscar a Chrakova. —Sydney frunce el ceño. Tampoco había sido de ese modo—. Yo estaba con Christian.

—Si tuviste otras opciones, entonces sí lo buscaste.

Se remueve incómoda, deambulando su mirada gélida por las tapias del ascensor. Prefiere evitar el escepticismo de la doctora.

—Si vas darme sermones de hermana mayor, asegúrate que no sean los mismos que tú ignoraste en su momento. Por favor.

—Claro. Sé sarcástica, Hazard. La realidad seguirá siendo igual, de todos modos.

—¿Algo más para reprochar, doc? —pregunta con una leve irritación que no puede cubrir.

—Baja la defensa. ¡Estamos en el mismo equipo! Lo que me descoloca es que estés extralimitando la bonificación de tu sueldo. Sucediera o no, qué más da. Aquí lo imprescindible es que tú ejecutes bien tus jugadas.

GENESIS ² Exterminio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora