XII

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Octubre 6, 2019

Ese domingo, me desperté gracias a una no-tan-sutil entrada de luz en la ventana. Lo primero que se me vino a la mente cuando abrí los ojos, fue la posibilidad que lo que yo creía haber vivido la noche anterior fuera nada más y nada menos que un sueño. Por supuesto, apenas sentí el potente aroma impregnado en mi camiseta, todas las dudas se fumigaron. Definitivamente había corrido, y necesitaba una ducha de forma urgente.

Había caído dormido con mitad de mis piernas fuera de la cama, sin ningún tipo de abrigo sobre mi y usando la misma ropa con la que había llegado a casa. Tuve que arrastrarme un poco sobre el colchón para alcanzar el móvil, el cual funcionaba con el mínimo porcentaje de batería; también se me había olvidado cargarlo. Un mensaje resaltaba en la pantalla:

"Recuérdame nunca más dudar de lo que digas. Ahora no puedo levantarme. :("

Sonreí antes de escribir un "Te lo dije" y soltar el artefacto sobre una de las almohadas.

Bajé las escaleras con una toalla, un pantalón de algodón y un abrigo entre mis brazos. Cuando pisé planta baja, Eva miraba atenta el televisor de la sala, aplaudiendo con sus diminutas manos, mientras Larissa la admiraba sonriente desde el sofá. Al sentir mis pasos, se volteó en el lugar.

-¡Buenos días, Bella Durmiente! -soltó divertida.

La fulminé con la mirada.

-¡Mira, Eva! ¡El tío Isaac tiene vida amorosa! -Continuó mientras tomaba a la mencionada por debajo de los hombros y acomodaba su pequeño cuerpo para que se enfrente con el mío.

Eva, manteniendo sus palmas juntas por los aplausos, sonrió cómplice y se cubrió el rostro. Ese gesto era frecuente, tenia la esperanza de que se volviera costumbre. Era demasiado tierno.

-No le enseñes a mi sobrina a ser indiscreta como tú. -dije intentando mantener mi expresión lo más seria posible, aunque la sonrisa de Eva complicaba todo.

Abrí la puerta del baño, el cual se encontraba justo al lado de la escalera, y encendí la luz. Dejé mis cosas sobre el lavabo y abrí la llave de la ducha. Sentí unos pasos acercarse a donde yo estaba.

-¿Indiscreta? -preguntó Larissa, fingiendo indignación- ¡Tú fuiste quien sonreía como estúpido mientras dormías!

Me volteé y le dediqué una mirada confundida. Ella, por su lado y manteniéndose recostada sobre el marco de la puerta, alzó los hombros y se cruzó de brazos.

-Fui a ver cómo estabas esta mañana, puesto que ni te dignaste a avisar cuando llegaste anoche -explicó con tono de reproche.

-Lo siento, estaba cansado -admití algo avergonzado.

Moví la cortina de la ducha y toqué el agua, asegurándome de que tuviera la temperatura indicada. Cuando comprobé que así era, me volví hacia mi hermana, que me miraba intrigada.

La conocía. Sabía que quería enterarse de todos y cada uno de los detalles sobre mi encuentro con Connor. Posiblemente, hasta se habría inventado sus propias teorías al respecto. Larissa era de esas chicas: pensaba fielmente que un poco de cliché no le hacía mal a nadie.

-Tranquila, ya te contaré -accedí-. Pero ahora necesito bañarme. En serio, lo necesito.

Con aire satisfecho, sonrió y abandonó el lugar sin soltar una palabra.

Por supuesto, me vi obligado a relatar la experiencia con sumo detalle en el momento del almuerzo. El sentido arácnido de Larissa se activaba cada vez que intentaba esquivar algún dato, lo cual era tanto sorprendente como aterrador. Digamos que la mirada que me concedía cuando me descubría con las manos en la masa no era del todo amigable. Por unos momentos, presentí que saldría de esa habitación con una porción de pasta entre los pelos.

Lunes en el Polo NorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora