XIII

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Octubre 8, 2019

El lunes de esa semana había transcurrido demasiado lento como para relatarlo. En resumen: Larissa y yo no cruzamos palabra en absoluto, ninguno de los hermanos lince había pasado por el café, intenté hablar con Connor y me explicó que las tareas y exámenes lo desbordaban y eso lo mantenía ocupadísimo. Gracias a todas estas cosa que les acabo de mencionar, me vi obligado a entretenerme todo el tiempo posterior al trabajo con cosas que encontré en mi habitación. Una releída a algún libro de Harry Potter nunca le hizo mal a nadie.

Ya siendo Martes, casi dormido tras la caja registradora del santísimo café navideño, al menos me había alimentado de algo más que unas galletas de arroz que encontré en la alacena de la cocina. Jared, al notar mi cansancio, se había acercado a mi poco tiempo después de haber comenzado mi turno con una dona glaseada envuelta en una servilleta. Agradecí el gesto, así como el hecho de que no pidiera detalles de lo que ocurría.

Las horas pasaron y los clientes atravesaban la puerta más veces de lo usual. No los culpaba, el día exigía un café. O, al menos, eso era lo que cualquiera pensaría en un día nublado y algo frío.

Cerca de las tres de la tarde, Amaris hizo sonar la campana de la puerta de entrada con una sonrisa orgullosa. Odiaba admitirlo, pero verla usando sus ridículas botas de lluvia con un aire de altivez, de cierta forma me alegraba.

-Ho, ho, ho. Bienvenida al café "Polo Norte". ¿En qué puedo ayudarte? -saludé inocente.

Sus ojos se abrieron con asombro.

-¡Ya ni siquiera tuve que pedirte que lo digas! -exclamó, llevando sus manos a ambos lados de su rostro.

Me encogí de hombros, no sin antes soltar una risita.

-Uno se acostumbra.

Sin que dijera su orden, tecleé esa para-nada-tentadora combinación que ella llamaba "chocolate caliente" e imrpimí su recibo. Alcé mi vista un segundo y vi a Amaris concentradisima en cada uno de mis movimientos. Devolví mi atención al papel, escribí mis iniciales en él y, tras un titubeo, cubí con tinta azul el precio de la bebida.

Miré a mi amiga a los ojos y le extendí su recibo, mordiendo el interior de mi labio en el proceso. Ella me analizó extrañada, a lo que yo respondí con una tenue sonrisa y una encogida de hombros.

-¿Y esto por qué? -preguntó con el ceño fruncido, alzando su mano para tomar el papel- Es decir, ya he recibido bebidas gratis de tu parte. Aunque no estoy muy segura de por qué ahora...

Me crucé de brazos con gesto avergonzado.

-Tal vez podríamos hablar cuando acabe mi turno -sugerí. Amaris asintió interesada- Hay demasiada gente como para irme temprano, pero cuando la gente se vaya podemos vernos.

-Si. Claro -accedió-. Puedes venir a casa cuando termines. Avanzas tres calles desde la tuya y la verás. Te lo aseguro, sabrás cual es.

Asentí y susurré un "gracias". Ella sonrió cómplice, fijó sus ojos en mí un par de segundo más y se dirigió a retirar su pedido. Salió del lugar un tiempo después, admito que me tomé la libertad de observarla atentamente mientras quitaba la cadena de su bicicleta amarilla y hacía su camino a su casa. Cuando pasó por donde yo estaba, saludó con un movimiento de mano desde el otro lado del ventanal.

El día transcurrió sin ningún contratiempo. Claro, sin contar la diminuta plática entre el Señor Hunter, Jared y yo sobre cómo se vería obligado a poner un límite de productos gratuitos por mes a los que podríamos acceder. Claro, ninguno se atrevió a sacar a relucir el hecho de que la persona que siempre acababa con las donas de canela era la misma que tenía el día libre. Nunca entendí el metabolismo de Janine, pero me alegraba por su habilidad de lograr aquello que yo nunca podría.

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⏰ Última actualización: Jan 30, 2022 ⏰

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