VIII

121 23 7
                                    

Septiembre 30, 2019

-¡Isaac Evans, juro que voy a vaciar la jarra sobre tí si no bajas en cinco minutos!

-¡Orden recibida! -Grité asomando mi cabeza de entre las almohadas.

Bostezando, estiré mis brazos hacia el extremo opuesto de la cama y tomé mi teléfono. Lo desconecté del cable y encendí la pantalla. Siete treinta, el café tendría que abrir en menos de una hora y yo ni siquiera había dejado mi cama.

Bajo el horario, un par de notificaciones con el nombre de Connor llamaron mi atención. "Lo siento, mi religión me impide respetar a quienes elijan Harry Potter antes que Los Vengadores.". El mensaje marcaba las cuatro treinta A.M. ¿En serio nos habíamos quedado hasta tan tarde? Reí y respondí un simple y honesto "mi religión dice que eres un sangre sucia".

Dejé el teléfono a un lado y decidí cumplir con los reclamos de mi hermana. Pegué mis pies a la alfombra, froté mis ojos y me levanté de mi asiento. Mi rutina diaria no era interesante en lo absoluto, aunque tener que vestirse como algo cercano a un trabajador del taller de Santa tenía su toque.

Bajé las escaleras y el aroma a waffles me rodeó de forma casi instantánea, lo cual me resultó extraño desde un principio. Tomé mi cepillo de dientes del botiquín del baño y me dirigí a la cocina. Cuando crucé la puerta, me quedé helado.

-Buenos días, soldado. -Saludó un chico de treinta y tantos años mientras preparaba una mezcla.

¿Qué carajos?

-Buenos días, supongo. -De seguro mi cara estaba chistosisima: pasta de dientes escapándose de mi boca y una confusión increíble.

El hombre sonrió y volvió a concentrarse en la cocina. Parpadeé un par de veces, intentando analizar la situación, cuando siento a Larissa  pasar por mi lado. Instantes después, sentí un golpe en mi nuca.

-¡Ouch! -Acaricié mi cuello.

-¡Eres imposible! -Gritó acercándose a la wafflera. Volteó y me apuntó con el tenedor- ¡Duermes como desquiciado!

Claro, ella me veía apagar las luces a las diez. El problema estaba en que acababa durmiendo a la madrugada, y culpo a unos ojos cafés por eso.

-Déjalo tranquilo, de seguro estaba estudiando. -Me defendió el señor.

-Pero si ni siquiera va a la uni. -Rió mi hermana y se mordió el labio inferior. -No tiene caso.

-Lamento interrumpir su desayuno real, -quité el cepillo de dientes de mi boca y limpié mi boca con el dorso de mi brazo- ¿Pero quién es él?

-Él, querido hermano -abrazó al hombre y él sonrió-, es Patrick. 

Oh. Tiene sentido.

-Isaac. Un gusto. -Saludé aún en mi lugar.

Larissa sonrió cómplice y moduló un "lávate". Hice una mueca de soberbia y la quité al instante en el que descubrí que Patrick seguía mirándome.

-De acuerdo, debo abrir el café. -Concluí y tomé un waffle. Me dirigí a Larissa- No me esperes a las seis.

-Te acompaño a la puerta. -Dijo.

Pocos segundos y enjuagues bucales después, ahí estábamos. Abrí la puerta principal y me asomé al exterior, mi hermana se mantuvo dentro.

-Siento no haberte avisado. -Se disculpó refiriéndose al señor millonario en la cocina.

-Está bien. -Me compadecí. -Parece bueno.

-Lo es. -Coincidió y me dedicó una sonrisa. -Avisa cuando llegues. Intentaré guardarte waffles.

Lunes en el Polo NorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora