Octubre 3, 2019
-Buenos días, Janine. -Saludé tan pronto como llegué al mostrador.
-Sabes que el trabajo no incluye la charla, ¿No? -Atacó sin siquiera apartar la vista de su dona a medio comer.
Abrí la caja registradora. -Recuérdamelo más seguido.
Tomé un montoncito de monedas encintadas y me propuse desarmarlo. Miré la puerta de entrada cuando la campana resonó por el lugar y observé a Jared entrar con una sonrisa en el rostro. Levantó su mano a mi dirección en forma de saludo, gesto al que respondí del mismo modo.
Estaba a punto de devolverle mi atención a las monedas cuando, sin intención alguna, me fijé en Janine. Jared le dedicó un suave "Hey", y la chica sonrió avergonzada casi sin mirarlo. ¡Janine estaba sonriendo! Puedo jurar que, mientras el castaño se dirigía al despacho, la misma chica que me había atacado por un saludo momentos anteriores marcaba su recorrido con la mirada, aún con esa sonrisa boba entre los labios.
Y ahí, caí en cuenta de lo que acababa de presenciar.
No puede ser.
Solté la tensión de mis brazos y los relajé sobre el mostrador. Mi expresión debió haber delatado al menos un ochenta por ciento de la información que cruzaba mi mente en ese momento, porque me vi obligado a volver a la tierra gracias a la mirada desentendida de mi compañera.
-Así que... "Hey". -Me burlé
-Ya dí mi opinión sobre el diálogo en este espacio de trabajo. -Bufó y eliminó su rostro embobado por completo. Le dio un mordisco a la dona y quitó su vista de mi lugar.
Reí. -¡Vamos! Que no tendrías problema de hablar con Ja...
-Ni lo pienses. -Amenazó, apuntándome con su mano izquierda.
Con que era cierto.
Sonreí comprensivo. Giré mi cuerpo y, con ayuda de mis brazos, me senté sobre el mostrador. Volví mi vista a la chica.
-¿Qué? -Desafió. Arqueé una ceja y ella se acomodó en el lugar. -No esperarás que te diga la historia, ¿No?
Crucé mis brazos, decidido a no moverme hasta obtener detalles.
-Eres insoportable. -Espetó- Me gusta, pero no es gran cosa. Casi ni hablamos.
-Me pregunto por qué será. -Interrumpí por lo bajo.
Me dedicó una mirada asesina. Parpadeó un par de veces, como si hubiera echado a perder el último rastro de cordura dentro de ella, y soltó aire.
-Ni te atrevas a decirle. -Volvió a su tono amenazante y se levantó del asiento. Se limpió las manos con una servilleta que, aparentemente, llevaba tiempo en su bolsillo- No quiero seguir con esto. Mi cerebro es estúpido y decidió por sí solo que debía atraerme el único compañero de trabajo que esté cuerdo.
-¿Debería ofenderme? -Pregunté confundido.
-Lo dejo a tu criterio.
-¿Y no crees que merece saber la verdad?
-No cambiaría mucho la situación. Es obvio que esto no llegará a ningún lado -Concluyó, quitándole todo gramo de importancia a mi pregunta-. No todos tenemos la suerte de tener al mismísimo Chris Evans a nuestro servicio.
Arrugué la frente. -¿Qué dices? Yo también espero a Chris Evans.
-No tienes por qué. -Soltó y sacudió algo del escritorio. Cuando sus ojos se posaron en los míos otra vez, chistó- ¿La única persona en la ciudad que compra la dona de caramelo? ¿El príncipe azul? ¿El de la hermana... cucú? - Explicó con cierta obviedad.
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Lunes en el Polo Norte
Teen Fiction"Ho, ho, ho. Bienvenido al café Polo Norte. ¿En qué puedo ayudarte?" Estúpido, vergonzoso, denigrante, etcétera. Podía pensar en mil y un insultos acordes a mi trabajo, pero ninguno lo describiría en su totalidad. Me refiero a que, ¿qué tan chiflad...