¿Una pesadilla? Él
¿Un sueño? Ella
¿O era al revés?
No lo sé, pero lo que si era seguro al verlos, era su obsesión por el otro.
Serás mía por todo la eternidad.
Aunque eso signifique que tenga que destrozarte y armarte a mi antojo una y otra vez.
Y...
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25 de diciembre, 13:42
Jack
La enfermedad perfecta.
La condena más bella.
La muerte más necesaria.
Mi dulce y aberrante mentira.
Una que no puedo mantenerla en mis brazos para siempre pero si atesorarla en mi mente retorcida, con la única intención de recordar cada detalle de su maniática existencia que necesito para sobrevivir.
Ellos me buscaron en el fondo del infierno.
Ellos me encontraron feliz en mi sombrío circo mientras regalaba oscuridad envuelta en una adorable caja musical.
Solo y ahogado en mi ilimitado poder. Sin necesidad de nada, pero con hambre de todo.
Pero ahora tengo tentaciones y todas se centran en ella.
¿Por qué como castigo decidieron darme vida?
¿Jamás se les paso por su mente que cuando un monstruo saborea un pecado este se vuelve indispensable para su corazón?
¿Jamás se le ocurrió que algunas cadenas no son negras, gruesas y te rompen la piel?
Algunas solo te mienten mientras te cuidan. Te mantienen a salvo del exterior pero te consumen con su existencia.
Y a este punto, no sé quién de los dos consumió al otro.
Hasta el extremo que ni si quiera la vida misma y la muerte cruelmente destinada a todo corazón latiente puedan romper la obsesión entre dos entidades oscuras y llenas de un poder desconocido para los humanos.
Porque en esta historia, yo no era el único monstruo.
Y malcriada no era la única que deseaba lo que no podía tener. Al menos, aún no.
Existe un antiguo arte llamado "kintsugi" —carpintería dorada— Una técnica antigua de origen japonés. En donde consiste en enmendar cosas rotas con oro. Una forma de celebrar la ruptura como parte de la historia del objeto. Es más una creencia en que entre las grietas profundas e imperfecciones grotescas existe una belleza, una de poder transformar algo que está roto en algo más fuerte, auténtico y hermoso.
Y Melltith sí que logró ser más fuerte.
De mi obsesión la sangre dorada emergía de sus cicatrices, algunas de ellas eran antiguas, otras eran recientes. Su lento pero humilde recorrido por la piel gris hacía brillar sus grietas, con la única y clara intención de combinar con el poderoso destello de sus ojos antes grises. Un destello de oro del que ningún alma puede escapar, ni si quiera los que no poseen una.
Como yo.
Malcriada fue, es y siempre será mi pieza favorita que yo mismo destruía, pero una pieza tan adictiva que negaba a perder para siempre.
