¿Una pesadilla? Él
¿Un sueño? Ella
¿O era al revés?
No lo sé, pero lo que si era seguro al verlos, era su obsesión por el otro.
Serás mía por todo la eternidad.
Aunque eso signifique que tenga que destrozarte y armarte a mi antojo una y otra vez.
Y...
Nuestros deseos vienen acompañados de inseguridades que alguna vez nos atormentaron en las noches en donde el insomnio y los monstruos nos abrazaban con sus sombras. Haciéndonos sentir tan insignificantes.
A tal nivel de querer lo que tanto mal nos hizo.
Y no solo tenerlo. Sino reinarlo y controlarlo para destruir a todos los que nos hicieron dudar de nosotros mismos.
-M.Wolf
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23 de Diciembre, 19: 00 PM
Sentada nuevamente en el taburete de madera terminando unos bocetos. Los miré, arrugue mi cara con obvio desagrado hacia el dibujo, arrugue la hoja de papel y lo lance al basurero gris a una corta distancia, fallando al embocarlo.
Bufé y me gire para mirar al payaso sobre mi cama con un libro gris arcaico con un: M29 grabado en la tapa. Jack sin levantar la vista movió su garra y el bollo de papel flotó en una niebla negra hasta el basurero.
Chasqueé la lengua.
-Jack, prepárame la cena -ordené subiendo mis pies al taburete y abracé mis rodillas. Apoyé el mentón en las mismas y esperé su respuesta.
-Háztela tú, ya estás grande.
¿De todas las entidades mágicas del infierno el más insoportable me tuvo que tocar?
-Jack por favor no te pongas idiota ahora que estoy herida.
Sus ojos blancos se despegaron de las páginas para posarse en mí, otra vez cargando su mirada llena de ironía.
-No quiero escucharte -habló tajante, volviendo su vista al libro.
-Sigues enojado.
- ¿Y tú qué crees? -Sonrió abiertamente y muy dulce- ¿Qué quiero colocarme un vestido para salir a bailar la puta macarena?
Apenas concluyó su oración su rostro volvió a tornarse amargo.
Nota: Nunca enseñar lo que es el sarcasmo a entes sobrenaturales.
Porque mi paciencia tiene un límite muy delgado.
-Payasito -sonreí tiernamente falsa.
El me miró pero ahora extrañado, parpadeó e hizo desaparecer el libro en un chasquido filoso.
-Hace cuánto no me dices así -dijo extrañamente suave.
-Desde los doce -le recordé algo nostálgica-. Payasito, por favor.
Me levanté del escritorio, me pare al frente de él sujetando su rostro enorme entre mis manos.
-Payasito -supliqué con la mirada posada en la suya.
