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James podía verlo, todos los días de toda la semana

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James podía verlo, todos los días de toda la semana.

No era un acosador o algo así, solo era él con un sentimiento extraño hacia un desconocido que el destino había decidido poner en su camino.

No le gustaba tanto la cafeína pero por verlo, tan siquiera de espaldas podía beberse todo el café que pudiese.

Por qué si, la única manera en que podía estar juntos en el mismo lugar era en una cafetería. Un insólito lugar pero le parecía maravilloso.

Los suaves y dulces olores de café tostado y la calidez que daba el lugar parecía tan mágico, que sin querer era gratificante.

Entró a la cafetería y no lo vio sentado en el mismo lugar de siempre. Supuso que llegaría más tarde. Se acercó a pedir algo diferente. Se había tomado la tarea de buscar que tipos de café se podía tomar, aparte del americano y latte.

Probó con pedir el affogato. Helado con expresso doble sonaba bastante interesante.

Sonó su celular. Era una llamada entrante; Steve nunca se cansaba de marcarle para hacerlo sentir incómodo. Rechazo la llamada.

Espero unos minutos y no vio entrar al chico. No le preocupo pero era extraño que no estuviese ahí, sentado con un libro que lograba tomar su completa atención. Observar sus acciones se había hecho algo cotidiano, más que nada porque todas la mañanas ante de llegar se animaba a que le hablaría.

Hoy será el día...” una jodida oración que todos los días se repetía en la cabeza para darse valor de hablarle. Patéticas ilusiones.

La chica se acercó entregándole una especie de botecillo con café y nueces en la parte de arriba. Guardo su celular en el bolsillo delantero, y lo tomó, mientras agradecía, dándose la vuelta para dirigirse a sentar con gran anhelo de probarlo mientras espera...

¡Chocó con alguien!

Se maldijo internamente por no poner atención en dirección a su camino. Volteo a ver a quien había ensuciado y derramado lo que llevaba entre sus manos.

Pudo sentir como sudo frío, como el suspiro mezclado con el susto abandonó su boca al ver que al chico que llevaba esperando desde hacía rato, era al mismo con él que había tropezado y manchado su perfecto suéter de color verde musgo.

Conectaron sus miradas por unos segundos que se sintieron años. La calidez y vergüenza que parecía combinada en sus miradas fue el suficiente para que ambos supieran que, a pesar de ser un desastre, era lo más perfecto que le había ocurrido. Apartaron las miradas, entre tontos movimientos y balbuceos que no sé entendían.

— Perdóname... fue...

— No te preocupes, fue mi culpa por atravesarme en el camino — interrumpió las palabras del otro

— Fue mi culpa, enserio discúlpame — se acercó a una de las mesas a dejar el botecillo y tomar un par de servilletas

— Arruine tu café, ¿puedo re...

— Yo arruine tu bonito suéter, así que es peor esto — intentó limpiar con torpeza

— Ok. Déjame hacerlo a mí. — tomó las servilletas de las manos del contrario

— ¿Puedo pagar la lavandería o comprar uno nuevo? Enserio estoy muy avergonzado.

— Está todo bien. Puedo lavarlo más tarde — se hizo a un lado mientras quitaba su mochila del hombro — deja lo guardo y para poder pagar tu café

— No es necesario. Gracias. — su tono de voz era confuso

— Bueno, entonces podremos tomar un café, ¿no? — se quitó el suéter y posterior lo guardo en su mochila — es una manera de recompensa para ambos

— Claro, por supuesto.

— Muy bien. Pero antes, me llamó Helmut Zemo, un gusto.

— Un gusto, me llamó James Barnes.

Fictober WinterBaron 2021.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora