El drama de Ari fue de lo más sencillo de solucionar, un poco de polvos mágicos y el regalo ideal para su novio ya estaba allí, ella se puso de lo más contenta nada más verlo y yo podía asegurar que su novio también se pondría de la misma manera cuando se lo entregase.Bien, yo sí que podía usar la frase de "no soy hombre de una sola mujer", porque tenía a nueve a las que cumplirles los caprichos (diez, si contamos a Taika...) y después tenía a un humano, uno apasionado por la lectura y el dibujo.
—Martín —lo llamé cuando me presenté en su habitación, este alzó la mirada de su tablet para fijarla en mi—. ¿Qué tal estos días? No me has llamado desde hace dos semanas y quería asegurarme de que todo por aquí iba viento en popa.
—Estoy bien, vivo y respiro con normalidad, así que todo en orden —indicó con ese tono de diversión tan característico suyo–. Fuera bromas, no he suspendido ningún examen, no me he frustrado con ningún dibujo y... Sorprendentemente, no lloré con ningún libro. Así que estos días han sido relativamente normales.
—No sabes cuanto me alivia escuchar eso —admití, tomándome el atrevimiento de tomar asiento a su lado—. No te podría decir lo mismo de mis últimos días, ¿eh?
—¿Han sido moviditos? —alzó sus cejas con diversión.
Quizá le había comentado alguna de mis anécdotas con mis demás humanas, nunca le dije el nombre de ninguna pues era una de las normas básicas de nuestro mundo; no podían conocerse entre ellos. ¿Hubo alguna vez casos en donde sucediera? Si, el destino es caprichoso y llegó a pasar en varias ocasiones, a los seres mágicos se les castigó por ello, pues era su responsabilidad que eso no sucediera. Yo intentaba tener tacto y no pasarme por alto ninguna de las normas, aunque a veces era bastante complicado... En mi defensa, la mayoría son parecidas y son absurdas.
—¿Dramas con las chicas? —se burló al ver mi expresión—. Oh, espera, ¿es por alguna humana por algún ser mágico? Nunca me hablas de tu vida privada, ¿estás casado? ¿Tienes novia?
Nada de nada, pero eso no era algo que pudiera confesarle. En nuestro mundo no existían alianzas como aquí el compromiso y el noviazgo, existían las almas gemelas; algo que yo no tendría jamás gracias a mi naturaleza. Gracias por tanto, papá.
—Tengo una nueva humana —confesé, él se interesó por el tema de conversación y no tardó demasiado en dejar su tablet a un lado. Miré de reojo el dibujo que estaba haciendo en digital, era irónico que se tratase de algo relacionado con la magia, pues había brillo y se veía tan... tan mágico. Él al darse cuenta bloqueó la pantalla, si había aprendido algo era que no le gustaba que mirasen sus dibujos antes de estar terminados—. Una que es más complicada que las demás, por primera vez en mi larga vida no sé cómo tratar con alguien.
—No soy un experto en mujeres, ser mágico —chasquea su lengua contra su paladar mientras me mira con diversión—. Así que no tengo ningún consejo que darte... Las chicas son complejas, tienes que tener paciencia con ellas.
—Ese ya es un consejo —pincho con mi dedo índice en su estómago, haciéndolo reír—. Gracias, Martín, trataré de ser paciente con ella... —antes de que pueda seguir hablando escucho como otra de mis humanas me llama con urgencia—. Entonces, ¿todo bien? ¿No necesitas nada?
Se carcajea al tiempo que niega con la cabeza y me repite que está todo perfecto, se despide de mi diciéndome que me llamará cuando me necesite y eso me deja más aliviado. Sin más, chasqueo los dedos para aparecer en el instituto de Andrea.
—Me van a expulsar por algo que no hice... Mis padres me van a matar, necesito que me ayudes.
Está nerviosa, se nota en sus gestos y en su forma de hablar. Ese pequeño detalle me hace sospechar de lo que acaba de decirme, ¿verdaderamente la expulsarán por algo que no hizo...? No quiero desconfiar de ella porque las mentiras las llevo fatal.
—¿No me crees? —inquirió, alzando una de sus cejas—. Te estoy diciendo la verdad, Joana me engañó... ¡Me tendió una trampa! Todo ha sido por su culpa.
Suspiré. Entendía a la perfección la rivalidad que había entre humanos, en nuestro mundo también ocurrían cosas similares... Aunque nunca en la misma escala. Recuerdo la vez en la que Sulymar agarró por los pelos a una de sus compañeras solo porque no dejaba de decirle como hacer las cosas. Con Andrea nunca había pasado algo semejante, eran todo lo opuesto.
—Yo me encargo —prometí—. No te van a expulsar.
—Eso no lo sabes —refunfuñó, yo me reí al escucharla. Claro que lo sabía—. Ah, es verdad, eres un ser mágico y puedes controlarlo todo.
No, todo no, pero casi.
Me aseguré de que Andrea no fuera la culpable (pues de lo contrario iba a ser castigada sin magia) y cuando supe que estaba en lo correcto solo fue necesario sacar los polvos mágicos de mi bolsillo y soplarlos sobre ella. Asunto solucionado, humana feliz.
—Perdona por no haber creído del todo tu versión, confiaba plenamente en la educación de este país, pero al parecer pagan justos por pecadores.
Hace un gesto para restarle importancia mientras me lo agradece, cualquier cosa es mejor que enfrentarse a su familia.
Cuando me voy ella se queda feliz como una perdiz, mientras tanto a mi me toca volver al trabajo, a esa señorita que me está enseñando lo que es el dolor de cabeza.
Al aparecerme en su habitación la veo tumbada en la cama y leyendo un libro que ya le había visto leer a Sulymar la semana pasada. No se percata de mi presencia así que tampoco hago ningún gesto para llamar su atención, está entretenida y no la veo en mala situación. Quizá tiene razón y no me necesita, quizá no debería de aparecerse así como si nada en su vida cuando ella no me llama. Cuando estoy a punto de irme, me mira y hasta yo noto el vuelvo que le hace el corazón dentro del pecho.
—¿Tú otra vez? —replica, cerrando su libro con fuerza—. Vale, esto ya no tiene gracia, si quieres que nos hablemos y esas cosas, lo mínimo es que actúes con normalidad. Usa la puta puerta, te prometo que si la golpeas con tus nudillos yo voy a dejarte entrar. No vuelvas a usar la ventana.
—¿La ventana? —miro con confusión esta, dándome cuenta de que estaba semiabierta y de ahí su confusión—. Oh, la ventana...
—Claro, con eso de que eres un ser mágico y tal —estaba ironizando, pero yo no lo capté.
—¡Exacto! —exclamé sonriendo—. Menos mal que ya lo asumes, tengo mucho que contarte.
—¡Venga ya! —se carcajeó, haciéndome borrar la sonrisa de mi rostro—. No pretenderás que me crea eso en serio, ¿no?
Ahí estaba lo más difícil, una persona escéptica no cree... Y no creer en la magia era algo muy típico en el siglo veintiuno, pero para nosotros era un problema, si la gente dejaba de creer nosotros dejaríamos de existir.
Siempre tenían que estar buscándole el truco...
El truco está en dejar de buscarlo y dejarse llevar por la magia que hay a nuestro alrededor.
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Polvos Mágicos
Fantasy¿Y si te dijera que la magia existe? ¿Qué tus deseos sí pueden cumplirse? ¿Y que para ello solo se necesita a una persona especial?