Capítulo quince

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Taika insistió durante todo el día en que deberíamos de buscar a mi padre, pues tenía el derecho de conocer a mi progenitor, pero no tenía yo tan clara esa idea. Para empezar, ¿cómo iba a dar con él? Hay millones de humanos sobre la Tierra, por lo que también hay muy pocas posibilidades de encontrarlo.

Además, en el remoto caso de que si llegásemos a dar con él, ¿qué iba a decirle?

"Soy tu hijo, no soy humano, es la consecuencia de haberte acostado con alguien que no es de tu misma naturaleza. Sorpresa."

O sea, ya me estoy pareciendo a los humanos cuando me quiero expresar y eso no sé qué tan bueno puede llegar a ser.

No podía volver a mi mundo, había discutido con mi madre, y ademas incumplí muchas normas esenciales. Si regreso solo pueden pasarme cosas malas y no quería eso, al menos no ahora, no podía dejar a mis humanos a la deriva así sin más.

—¿Y no tienes algún amigo de tu especie que pueda ayudarte con la tarea? —me preguntó mientras se alisaba los rizos. Es algo que no llegaré a entender jamás. Tenía un pelo curioso, podría estar enredando mis dedos en cada uno de sus mechones, pero ella prefería estirarlo dándole calor.

Cosas de humanos.

—Allí arriba, lo más seguro es que ya esté cancelado por mis acciones aquí abajo —admití—. Si alguien viene a darme información lo considerarán una traición y tendría que pagar también las consecuencias. Eso no sería justo. No voy a poner a nadie en esa situación, ¿ok?

Asiente ligeramente con la cabeza, casi decepcionada. Por mirarme a mi, se distrajo, y si algo habría aprendido era que una mujer no podía distraerse cuando tenía las planchas en la mano porque podrían causar daños mayores.

—¡Mierda! —se quejó, soltando estas y llevando sus dedos a la zona de su piel que había quemado.

Yo fui rápido en acercarme, preocupado.

Aparté su pelo hacía un lado y examiné la marca rojiza que le había quedado detrás de la oreja. Ella se quejó de nuevo cuando uno de mis dedos rozó la quemadura.

—Voy a curarte, respira hondo.

Lo de respirar solo era para que se tranquilizase, porque a mí eso no me serviría de nada.

No estaba del todo permitido interferir en los desastres que ocasionaban en su propio cuerpo, pero yo llevaba haciendo excepciones desde hacía bastante tiempo. Cerré los ojos y soplé en la herida, sabiendo que de inmediato comenzaría a aliviarse el dolor. Taika lo notó, sus dedos volvieron a acariciar la zona, esta vez impresionada.

Había algo dentro de ella que todavía no le permitía del todo creer en la magia.

Por alguna extraña razón me tomé el atrevimiento de inclinarme de nuevo, esta vez para que mis labios se posaran allí, quizá el simple roce quemaba más que la plancha porque ambos emitimos un sonido bastante similar. No entendía lo que estaba pasando. Ella se sonrojó al instante y se apartó, mirándome avergonzada y llena de pena.

¿Qué acababa de pasar?

—¿Qué ha sido eso? —pregunté en voz baja.

—Acabas de darme un beso detrás de la oreja —me dijo algo que ya sabía.

—¿Y una muestra de afecto así está mal...? —ladeo la cabeza, no sabía si esa pregunta iba para ella o en el fondo estaba más que nada dirigida a mi.

—No, por supuesto que no está mal, pero tú me habías dejado las cosas claras, ¿no? Pensé que no querías tener nada conmigo.

¿Yo? ¿Yo dije eso?

Quizá lo insinué, puede ser. Pero nunca con el fin de hacerle daño a una mujer llena de luz como lo era ella. Jamás se me pasaría siquiera por la cabeza.

—Se sintió bonito —admití en un susurro—. Volvería a hacerlo mil veces más.

—Yo dejaría que lo hicieras —sonrió, pero esta vez se inclinó ella hacia mi—. Aunque prefiero ser yo quien lo haga, deseo besar tu piel, recorrer cada centímetro de tu cuerpo con mi lengua... Si tengo que empezar por darte besitos detrás de las orejas, no me niego.

Una cosa es que me besen las mejillas y otra diferente que me besen detrás de las orejas, eso si que nunca antes me lo habían hecho. ¿Tenía acaso el mismo significado? ¿O iba más allá del cariño?

Con Taika todo era tan diferente que me daba igual seguir cruzando los límites.

Solo asentí. Dándole acceso a todo lo que quisiera hacer con sus labios en mi piel.

Bueno, a todo todo no... Es relativo.

Sus labios se pegan a mi piel, pero no la de detrás de mi oreja sino a la de mi garganta. Se me corta la respiración al instante y mi pulso se dispara, sé que puede sentirlo en su boca. Su mano me toma el rostro y hace que lo ladee, dejándole un mejor acceso si es que es eso posible. Su lengua me acaricia una vena, estoy seguro, segurísimo. Se me hace dificultoso seguir respirando y sé que la opción más coherente es detenerla.

Asciende y deja pequeños besos por mi mandíbula, como si no quisiera dejar nada sin ser tocado. Luego me roza los labios y yo abro los míos de manera instantánea para besarla.

—No, todavía no —susurra, dejándome con la boca seca y cosquilleando por saborear de nuevo la suya.

Taika sabía muy bien con que cartas jugar, yo estaba aprendiendo pero no significaba que no hiciera una buena jugada a partir de ahora.

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