No podía hacer nada si ella no solicitaba mi ayuda, por lo tanto era una situación un tanto frustrante. Me había pasado varios días con ella, la mayor parte del tiempo haciéndome invisible para que mi presencia no le irritara, y en ese período me di cuenta de muchas cosas que no me agradaron de su vida.Tenía novio.
Vale, el problema no era ese por los motivos que estáis pensando. No estoy celoso ni nada por el estilo, soy una persona responsable y consciente de sus acciones.
Acham, la actual pareja de mi humana, era un desgraciado en todos los sentidos de la palabra. Sus amigos eran los típicos que se creían superiores a los demás por tratar a todo el mundo con soberbia y estaba él que parecía ser el mejor de ellos cuando había personas delante, por supuesto que solo se trataba de una fachada para impresionar a las chicas con eso de que "no es como los demás, él es diferente". Pero no lo era sino todo lo contrario, después no hacía más que soltar comentarios machistas que sonaban venenosos saliendo de sus labios.
¿Qué había visto en ese imbécil?
No lo sé, creo que ya estaba un poco influenciada por él y por lo que todos decían de su relación y eso empezaba a afectarle cada vez más. Por suerte ya estaba yo ahí para cambiar las cosas, sólo necesitaba que ella pusiera de su parte.
¿Dato curioso que me hizo reír? El nombre de Acham significa de orden inferior. Es que, demonio si que es, pero ni siquiera es uno de los que vale la pena sino de los peorcitos.
Los gritos llegan a mis oídos y me obligan a dejar mis pensamientos a un lado, eran ellos los que estaban peleándose otra vez... Día tras día escucho lo mismo, es como si se hubieran estancado en ese punto de la relación y no supieran como pasar de ello. ¿Acaso esa era mi función? ¿Decirle que ese hombre no merecía la pena y que debía de separarse de él? Porque si no funcionaba por el método mágico lo haría como lo hacen los humanos, tanto tiempo conviviendo con ellos tiene sus ventajas y es que puedo actuar tranquilamente como si fuera uno.
—¿Qué haces aquí? —su pregunta iba dirigida a mi, al parecer me había olvidado de hacerme invisible y ahora me había pillado en su habitación como si nada—. ¿Ahora me acosas? ¿O eres un ladrón? ¡Lárgate en este maldito instante!
—No seas ridícula —me quejé, levantándome de la silla de su escritorio y caminando hacia ella con completa naturalidad—. Creo que no hemos empezado con buen pie.
—Eres un tío muy raro y eso a mi no me va —se pasó las manos por el cabello, al alzar sus brazos también lo hicieron las mangas de su jersey e, inevitablemente, mis ojos buscaron las marcas de sus muñecas—. Te voy a pedir por las buenas que te vayas.
—Taika, quiero llevarme bien contigo, deja de ser tan terca por un maldito momento... Por favor —suspiré, tenía la completa intención de seguir hablando pero los gritos de una de mis humanas no me lo permitió—. Tengo que irme, Ariatna me está llamando, prometo que volveré más tarde... Quizá mañana, la relatividad del tiempo es diferente.
Enarcó una ceja confusa y miró mis bolsillos, supongo que en busca de un teléfono móvil que estuviese vibrando, porque era obvio que sonando no había ninguno. Las ventajas de tener magia es que podía hacer aparecer uno en menos de nada, pero era divertido verla con esa expresión en el rostro.
—Bien, ve con tu novia y no vuelvas por mi casa o te juro que llamaré a la policía... ¡Y más te vale que no me hayas robado nada!
—No es mi novia... —me vi en la necesidad de aclarar antes de reirme—. Descuida, seré más cuidadoso la próxima vez, puedes estar tranquila que no me interesa nada de lo que puedas tener en esta casa.
Eso había sonado muy feo, pero no iba en el mal sentido. Los humanos tenían esa necesidad de comprar cosas, nosotros podíamos materializarlas con un simple chasquido de dedos. Al igual que eso de teletransportarse, si lo hacía ahora delante de ella quedaría más confusa de lo que ya estaba así que me limité a imitar a los humanos y salí por la puerta como si nada.
Algo me decía que Taika me traería muchos dolores de cabeza pero que valdría la pena, algo bueno tenía que hacer con esa humana.
Lo que no estaba en mis planes era encontrarme a su novio a unos cuantos metros de su casa, no me había visto salir de allí pues estaba demasiado concentrado en otra chica, una a la que trataba con más cariño que a su novia. ¿Qué estaba pasando aquí?
Perdóname, Ari, necesito unos minutos...
Claro que me reprocharía cuando llegase con ella pero en esos momentos tenía que tratar de descifrar lo que estaba pasando... Lo que era obvio, ¿no? Que le estaba poniendo los cuernos a Taika, sin importarle que viviera a unos metros de distancia y que los podría ver si tan solo se asomaba por la ventana.
—¿De que vas? —pregunté, acercándome a él con oso despreocupado pero con el ceño fruncido—. ¿A ti te parece normal lo que estás haciendo?
—¿Y tú quien coño eres? —se carcajeó, agarrando a la chica que estaba con él por la cintura y dándome una mirada burlona.
¿Estaba queriendo compararse conmigo?
Por favor... Que era un simple humano y yo un ser mágico, se notaba de lejos que yo brillaba.
—Eso no importa —le resté importancia—. Lo que importa es que tú estás haciendo sentir mal a una chica y después te vas como si nada a pasar el rato con otra, los humanos sois una raza tan asquerosa en estos sentidos...
—Oh, ya entiendo, tú debes de ser uno de esos que está colado por mi novia, pero no tienes ninguna oportunidad con ella porque está conmigo —sonrió de forma cínica—. Mira, campeón, ella sabe de sobra que no es la única en mi vida y no la oí quejarse.
—¿Ah, no? La oí hasta yo, así que no te hagas el tonto —resoplé—. Se merece a alguien mejor que tú, para eso estoy aquí.
—¿Y tú eres ese alguien?
—¿Qué? No, yo no he dicho eso...
Se merecía a alguien que la quisiera y que pudiera estar con ella, yo no tenía ninguna de las dos cualidades. Es decir, la quería, pero como quería a mis demás humanos. Una relación en donde lo único que importaba era la magia y los deseos.
—¡Te has tardado mucho! —se quejó Ariatna cuando aparecí en su habitación—. Pero eso no es lo importante ahora... Mi novio está de cumpleaños dentro de poco y necesito un regalo.
—Tu eres el mejor regalo que cualquier cretino podría tener —comenté, sonriéndole con diversión.
Recordaba a la perfección cuando se había enamorado de él y acudió a mí porque no entendía a los hombres y necesitaba de mi ayuda para conquistarlo. Yo creía que la magia no era necesaria, solo un par de encuentros ocasionados por mí y la chispa surgiría entre ambos. Ahora, además, tenía que hacerme cargo de la relación y ayudarle a mantenerla.
Su felicidad era también la mía, así que no podía quejarme.
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Polvos Mágicos
Fantasy¿Y si te dijera que la magia existe? ¿Qué tus deseos sí pueden cumplirse? ¿Y que para ello solo se necesita a una persona especial?