Desayunamos en silencio, sin hacer ningún comentario sobre lo sucedido anoche, ni tampoco sin hablar sobre la magia. No era la primera vez que le hacía desparecer la resaca a alguien, quizá me habían tocado a mí todos los humanos insensatos, después decían que el mundo estaba en manos de los jóvenes... Y así eran los jóvenes, que salían todos los fines de semana y pasaban alcohol por su garganta como si fuera agua. Tenía la esperanza de al menos llevar a los míos por el buen camino, aunque solo los estaba haciendo unos caprichosos al cumplirles todos y cada uno de sus deseos.—¿Vas a hacer algo hoy? —preguntó después de meter todo en el lavavajillas y poner este a funcionar.
—Tengo que atender a mis demás humanos —hablé, pasándome una mano por mi intacto cabello rubio—. Tengo a una chica aficionada al baile que seguro me pide unas clases con alguno de eses coreógrafos que ve por Instagram y le gusta su manera de bailar, una fan de dos cantantes famosos que odia a muerte a su antiguo manager, un jovencito que está terminando el semestre y dedica su tiempo a dibujar, una con muchos dramas de instituto, otra que vive felizmente una relación de amor desde hace poco tiempo, no nos olvidemos de la chica que adora viajar y recorrer el mundo —alcé mi mano para mostrarle la pulsera que todavía conservaba alrededor de mi muñeca—, tengo más, pero hace tiempo que no sé de ellas, quizá es momento de hacerles una visita.
Sulymar y su pasión por el baile.
May y su obsesión con Larry.
Martín y su deseo por dibujar día y noche.
Andrea y sus dramas adolescentes.
Ariatna y su entrega al amor.
Mel y afán de viajar.
Y faltan más en esa lista, chicas que ya se creían independientes pero que recurrían a mí cuando las cosas se torcían, no lo hacían para saludarme o para preguntarme qué tal iba mi día. Quizá por eso con unas terminaban teniendo más relación que con las otras.
—Eres raro.
—Estoy acostumbrado a escuchar eso —admití soltando una risa—. ¿Qué vas a hacer tú?
—Me voy a ver una película en Netflix, ¿alguna recomendación?
Mordí mi labio inferior, tratando de hacer memoria para decirle el título de aquella película que vi con Aye a finales del año pasado. Aquella que nos dejara la mente hecha un caos por su final abierto, por mas que tratamos de buscarle un sentido no lo encontramos, siempre había mas de una opción que resultaba atractiva.
—El silencio del pantano —recordé, diciéndolo en voz alta—. Esa película es buenísima, se te van a quemar las neuronas, debes de verla.
—¿Es de terror? Por el título tiene toda la pinta de serlo
—No, no lo es —negué con la cabeza—. Hay muertes, pero interfieren en la trama y no con el fin de asustar al espectador.
Ella asiente y toma su teléfono para entrar en la aplicación de Netflix y agregar dicha historia a su lista. De esa manera no se olvidará de verla más tarde.
—Suerte con tus chicas.
—Suerte con la película —le guiño un ojo.
—¡Oh! Y gracias por los polvos... Quiero decir, por los polvos mágicos, o sea, ya sabes a lo que me refiero —sacude su cabeza y vuelve a mirarme apenada—. Tú me entiendes.
Una carcajada sale involuntaria de mi garganta, los humanos y su manía de malpensarlo todo siempre estaba presente en las conversaciones. Aunque he de admitir que esta vez fue casi tierna, sus mejillas empezaban a teñirse de color rosa y sus labios temblaban de forma ligera cuando trataba de buscar las palabras adecuadas para expresarse.
—Lo entendí a la primera —besé su mejilla—. Nos vemos, Taika.
—Te espero esta noche, Omet, no me faltes.
No sé si me sorprendió su atrevimiento o el hecho de que se acordara de mi nombre. Ayer iba colocadísima, me esperaba que se marcase un "borró cassette". Siempre buscaba la manera de que me acordase de ella por el resto del día, era como su don, o quizá la magia que tenía en mi.
Incluso visitando a mis otros humanos no logré sacármela a ella de la cabeza.
No me equivoqué al suponer que Sulymar quería unas clases con algún coreógrafo, esta vez le tocó a Danny Lugo y una de las coreografías que bailaba Abraham Mateo en cualquiera de sus conciertos. Le duraría le emoción al menos por todo el mes.
Después visité a Aye, no me sorprendí cuando la vi sumida en una nueva serie de Netflix, sin duda era uno de sus pasatiempos favoritos. Me interesé por lo que estaba viendo y terminó contándome toda la primera temporada de Teen Wolf en menos de media hora, no faltó su nuevo deseo que era hacerse el mismo tatuaje que uno de los personajes. ¿Me negué? No, primero le di una charla sobre lo que significaba tener un tatuaje, así como se lo había oído a muchas madres antes, y al final cedí.
Terminé el día visitando a Andrea, quien estaba más que contenta porque ya le habían finalizado las clases y ahora podría disfrutar de tiempo libre para pasarlo con la familia y para leer hasta que se le cansara la vista. Su deseo no fue nada del otro mundo, un libro de Wattpad que saldría en físico para el mes de enero, pues los polvos mágicos pudieron traerlo antes de que fuera dicho mes. Escucharla chillar de alegría valió la pena.
Estaba acostumbrado a repartir magia, pero para mi no había cosa más mágica que ellos, su manera de reacción y la forma en la que después agradecían.
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Polvos Mágicos
Fantasía¿Y si te dijera que la magia existe? ¿Qué tus deseos sí pueden cumplirse? ¿Y que para ello solo se necesita a una persona especial?