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—Más, más.—gimió el español sobre los labios del italiano.

—¿Ah, si? ¿Querés más?—Louis le sostuvo las muñecas y las llevó sobre su cabeza, apresándolo contra la cama.—Encima me pedís más.—gruñó, comenzando a frotarse más rápido y duro contra el chiquillo de rizos debajo de él.

Ninguno sabía cómo habían llegado a eso, o bueno, quizás si. Era que los besos de Harry habían excitado demasiado a un Louis que ya había quedado medio atontado desde el muelle. Así que cuando el español los encerró en la habitación, no perdió ni un segundo.

Ni siquiera se desvistieron, Louis no le dio tiempo, lo empujó a la cama y se subió sobre su cuerpo, comenzando a besarle los labios,  el cuello, apretándole el culo de vez en cuando, pero siempre manteniendo esa fricción placentera entre ellos.

El calor en la habitación se había vuelto insoportable, aún así el día estuviera nublado y el viento corriera medio frío. Ambos transpiraban, jadeaban sobre sus labios, pero no podían cortar con los besos, con los movimientos placenteros, con los susurros sucios al oído y con los rasguños...

—Si, si, quiero más.—le rogó el español, moviéndose al compás de las embestidas de Louis.

El italiano gruñó, otra vez. Le salía del fondo de la garganta, como un gemido a medio formarse, y a Harry lo volvía loco, hacia que sus hormonas se multiplicaran a la velocidad de la luz y que su libido aumentara.

Abrió las piernas, haciendo que el italiano se tambaleara sobre él y golpeara de lleno su erección. Soltó un gemido agudo y bajo, echando la cabeza hacia atrás y curvando los dedos de los pies cuando sintió que fue demasiado.

Louis sonrió, satisfecho el muy sádico, al saber que con sólo ese toque tan brusco hizo temblar al más chico que no oponía resistencia alguna, ni siquiera hacia fuerza para que le soltara las muñecas, como si le encantara que lo tuviera ahí, a su merced, encerrado.

—¿Todavía querés más? Atrevido ahí, mirá las cosas que hacés.—le susurró al oído, mordiendo la parte de atrás, justo debajo de la línea de su mandíbula.

—Louis.—gimió el otro, en cambio.

—Louis nada.—se frotó con un movimiento brusco de caderas, formando círculos en vez de subir y bajar como antes. Harry apretó sus dedos al rededor de los de Louis en sus muñecas.—Ahora vas a ver lo que es más.—imitó su manera de jadear, y le mordió el labio inferior, tirando de éste hasta que el español volvió a encerrar los suyos en un beso.

Louis sentía el cosquilleo ese que le avisaba que ya casi, que estaba a punto, y se sentía tan precoz por no poder aguantar unos minutos más, pero era que no podía, le era imposible con el mocoso ese que se movía tan bien debajo de él, acompañando sus embestidas con apretones de piernas y jadeos, con gemidos y palabras sucias.

—Sacá la lengua.—le pidió, con los ojos cerrados y sin dejar de moverse.—Dale, Harry, sacá la lengua.

El español obedeció, también con los ojos cerrados y apurando sus movimientos, sabiendo que tampoco podría aguantar mucho más si seguía sintiendo los golpes duros y certeros que el italiano le daba justo sobre su erección y en diagonal a su entrada.

Se sentía casi más placentero que el acto en si.

Louis sacó su lengua también, y la pegó a la de Harry, volviéndose loco al sentir la calidez y la humedad ajena, antes de enroscarla y volverlo a besar, sin dejar de jugar con su músculo, chupándolo y robándole más gemidos al rizado.

Sintió que el calor le bañaba el cuerpo entero cuando abrió los ojos y vio las mejillas teñidas de carmesí y los labios medio hinchados del español debajo de él, y sin terminar el beso, acabó por completo en sus pantalones, soltando un par de maldiciones y las muñecas de Harry en el proceso.

Inmigrantes [L.S] ✔ #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora